La necesidad de negociar del PP y la debilidad del PSOE
José Manuel Otero Lastres.- Como consecuencia de la aritmética parlamentaria y de la ausencia de una mayoría estable, el PP, una vez que ha obtenido la confianza del Parlamento, está obligado a desarrollar en los próximos días una intensa actividad política de negociación; es decir, va a tener que realizar tratos dirigidos a la conclusión de un pacto. El primer asunto que va a requerir esta actuación negociadora es la confección de los presupuestos generales para el año 2017, y el segundo, podría ser alcanzar un pacto de Estado sobre la Enseñanza.
Las actitudes que han dejado traslucir los implicados parecen revelar una mayor sensación de fortaleza en los que tienen menos poder por separado. Así, a la posición sumamente exigente de la que hace gala el Partido Nacionalista Vasco para apoyar los presupuestos se contrapone una postura relativamente transigente del gobierno. Y frente a la exigencia de “derogación inmediata” de algunas medidas de la LOMCE, como las reválidas, el gobierno reiteró su voluntad de seguir dialogando con todos los partidos políticos la mejora de la difícil situación en la que se encuentra la enseñanza.
Si tuviéramos que valorar las posiciones de las partes negociadoras por las “armas” que blanden públicamente habría que considerar más fuertes a los partidos que negocian con el gobierno. Éste muestra tal necesidad de alcanzar el pacto que se convierte en debilidad, y genera la apariencia de que es al único que le interesa. Es tal la actitud responsablemente cortejadora que tiene el gobierno con sus negociadores que es lógico que produzca en ellos engreimiento. Por eso, se comprende que haya habido analistas políticos que no se hayan recatado en animar al gobierno a que desdeñe a los negociadores y convoque elecciones generales.
Mostrar debilidad no parece la mejor actitud para iniciar los tratos que deben desembocar en el pacto. La sensación de endeblez inherente a la propia necesidad de alcanzar el pacto por uno de los negociadores produce en el otro el consiguiente aumento de su arrogancia. Y desde esta posición altanera que se deja alcanzar al contrario, es mucho más difícil llegar a un acuerdo que no consista en otorgarle todo lo que previamente había exigido. Dejar que públicamente al otro negociador se crezca en exceso es un inconveniente añadido para lograr el pacto, que hubiera sido perfectamente evitable de haber puesto desde el principio sobre el tapete las enormes fortalezas negociadoras que tiene el gobierno, como es la convocatoria de elecciones anticipadas en las que el partido en el gobierno parecer ser el que más tiene que ganar.
La cuestión, sin embargo, no es fácil, porque, además de gobernar, el PP tiene que hacer lo posible para que no se fracture el principal partido de la oposición, que vive, por desgracia para España, en una situación -confiemos que transitoria- de desgobierno interno. El último ejemplo es el acuerdo alcanzado con el PNV para el gobierno en el País Vasco que no ha sido consultado con la Comisión Gestora y que contiene puntos tan delicados como apoyar la Reforma del Estatuto de Guernica con el fin de introducir las previsiones inconstitucionales de que dicho país es una nación y del derecho a decidir.
Visto lo cual, uno no deja de preguntarse si de verdad los políticos tratan de resolver, como es su obligación, los problemas de los ciudadanos o si es que han perdido el norte y lo que hacen es creerlos.