Siempre nos quedará la sonrisa de Rita
Echaremos de menos esa sonrisa permanente, sincera, de la que fue alcaldesa de Valencia durante tantos y tantos años. Esa líder popular que desde muy joven decidió dar toda su vida a una actividad noble, como es la de servir a su pueblo, nos acaba de dejar. Parecía toda una fortaleza andante. Parecía que gozaba de una salud como la de su mentor Fraga Iribarne. Pero su corazón, al parecer, era más frágil de lo que su alegría, su permanente sonrisa, mostraba.
No me toca juzgar, lo harán otros, sobre el comportamiento de políticos y periodistas, televisiones, durante este último año, donde un sumario abierto sobre los dineros del PP valenciano la pusieron en el ojo del huracán. En un abrir y cerrar de ojos pasó de lideresa enviada, ovacionada, aclamada, a relegarla en el grupo mixto de la Cámara Alta, el Senado.
Ha fallecido con la tristeza del que se siente traicionado hasta por alguno de los suyos. Los mismos que durante años la besaban en público y se daban tortas para sentarse junto a Rita en esa Valencia que es todo un orgullo, motor de economía y visita obligada de todo español que se precie de conocer su tierra.
Ha quedado claro que la vida política puede ser tan ingrata que todo un grupo de políticos, los de Pablo Iglesias, son hasta capaces de negarle ese minuto de silencio que si ofrecen a terroristas cuando dejan esta vida terrenal para visitar el infierno, de donde nunca volverán. Los de Podemos no han guardado respeto a Rita. No le hace falta. Seguro que los de arriba están encantados con la nueva compañera que acaba de ascender a ese cielo donde seguro que su compañía les hará más felices.