¿Por qué las personas se gritan?
Cada vez que veo a dos personas discutiendo, y que lo hacen a gritos, me viene a la memoria una lección de aquel hombre brillante, ejemplar y honrado, que tuve la suerte de tener como maestro de primaria: don Gonzalo Solaz Palau. Aquella lección magistral a la que ahora hago referencia, tuvo su origen una mañana en clase, en la que nuestro querido profesor tuvo que ausentarse unos minutos del aula por imperiosa necesidad. A su regreso, el maestro sorprendió a dos de mis compañeros discutiendo por un cuaderno. No en vano, les hizo saber que venía oyendo los gritos y los insultos a lo largo del pasillo de la escuela. Nuestro maestro, como era habitual en él, después de calmar a los encorajinados alumnos, escuchó atentamente cada una de las dos versiones. Una vez oídas las partes, y ante el silencio del resto de la clase, ordenó sentarse a los contendientes al tiempo que nos hacía la siguiente pregunta:
– ¿Por qué las personas cuando discutimos o nos enfadamos, en lugar de hablar gritamos?”.
Todos nos quedamos pensativos unos instantes.
– Pues porque nos irritamos y perdemos los nervios –dijo uno de mis compañeros-, por eso discutimos gritando.
El maestro insistió:
– Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está justo a tu lado? ¿Acaso no es posible hablarle en voz baja, sabiendo que puede oírte perfectamente? ¿Por qué gritamos a las personas cuando nos enfadamos?
Todos los alumnos comenzamos a dar respuestas según nos venían a la cabeza. Finalmente, don Gonzalo nos impartió la siguiente lección:
– Mirad, cuando dos personas se enfadan, sus corazones comienzan a distanciarse, hasta tal punto, que consiguen alejarse muchísimo. Entonces, para cubrir esa distancia deben gritar para poder escucharse. A medida que el enfado y la discusión suben de tono, con más fuerza y virulencia, deben gritarse para poder escuchar a través de esa gran distancia.
Y, para dar solidez a esta breve exposición, tenemos el fenómeno contrario ¿Qué sucede cuando un chico y una chica se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente ¿Por qué? Pues porque sus corazones están muy cerca el uno del otro. La distancia entre ellos es muy pequeña, apenas existe.
Pero hay más, ¿qué sucede cuando ese chico y esa chica, se enamoran todavía más? Pues sucede, que no hablan, sólo se susurran al oído mutuamente, sintiéndose mucho más cerca el uno del otro. Finalmente, estos dos enamorados, no necesitarán ni susurrarse, bastará con la mirada para lanzarse un mensaje.
Cuanto más amor hay entre las personas, más cerca nos sentimos el uno del otro. Por lo tanto, mis queridos alumnos, en el futuro, no olvidéis esto: Cuando discutáis no dejéis que se alejen vuestros corazones, para no tener la necesidad de gritar. Evitad palabras que provoquen un distanciamiento aun mayor, pues puede llegar el día -sobre todo cuando se tiene la gran responsabilidad de ser padres-, que esa distancia sea, de tal magnitud, que ya no se encuentre el camino de regreso.
Hoy, desgraciadamente, con tanta familia rota y tanto matrimonio a la deriva; tanta agresividad y tanta violencia verbal y física, creo que esta lección es más necesaria que nunca. Estamos faltos de aprender a no gritar, de saber guardar silencio en los momentos más oportunos y delicados.
Ya lo dijo Paul Masson: “Con la palabra, el hombre supera a los animales que solo saben gritar, pero con el silencio se supera a sí mismo”.
Gran historia. Un muy feliz año, Don José Luis.
Lección magistral que como veo, después de los años no ha olvidado usted. Gracias por compartir y felicidades.
Es simple, que bonita historia, que es así el alma.