Juguetes de género
De pequeño me gustaba ir a casa de mi abuela. Allí tenía un tesoro escondido a salvo de la rígida objeción de mi padre a que yo jugara con juguetes agresivos, porque estaba convencido de que formaría en mí un carácter violento. Se trataba de un cinturón vaquero con una pistola colt de juguete al mejor estilo de las películas del oeste que tanto me gustaban y que podían verse en la joven televisión de principios de los sesenta.
Allí me armaba como un soldado persiguiendo indios o un sheriff cazando bandidos (vivos o muertos) por los que ofrecían una suculenta recompensa. Me liaba a tiros en el living convertido en un escenario de película; mataba y a veces moría cayendo al suelo aparatosamente mientras rodaba mi sombrero ya sin dueño. Mi imaginación vagaba por aquel mundo durante horas y era lo único que me importaba.
Pero el tiempo pasa y uno crece cambiando sus intereses infantiles por otros cada vez más complejos, pero la imaginación combinada con la experiencia sigue funcionando y aportando, a veces, rasgos de genialidad en lo que uno hace. No he vuelto a tocar un arma en mi vida y rechazo totalmente la violencia, así que mi padre no tenía razón. Pero a lo que voy es que el juego es algo natural que todos los niños practican para formarse y prepararse para la vida adulta. Así, imponer un tipo de juego o comprarles a los hijos determinados juguetes con perspectiva de adulto no resulta en nada beneficioso para ellos. Tal vez deberíamos dejarlos elegir sus propios juguetes según su edad, sexo e imaginación, sin estar tan pendientes de sus consecuencias futuras, que serán muy pocas cuando sean adultos. El juego, y no el juguete, es en sí el medio por el cual los niños desarrollarán un cerebro mejor adaptado para sobrevivir el resto de su vida.
No me imagino a mí mismo de niño jugando con muñecas. No me atraían ni les veía la gracia. No entendía la animación que pudieran tener pero claro, todo eso estaba en mi mente. Me preguntaba si esto tendría que ver con el rol de género que mis padres me atribuían de pequeño pero cuando tuve mis propios hijos les dejé elegir los juguetes que quisieran y el resultado no fue ni mucho menos sorprendente: El cuarto del niño estaba lleno de coches y espadas y el de la niña lleno de muñecas y peluches.
Entonces me puse a investigar el tema. Louann Brizendine escribió dos estupendos libros, “El cerebro femenino” y “El cerebro masculino”, en los cuales relata dos anécdotas curiosas que bien vale la pena contar. Como psicóloga y mujer, participada del fervor de los movimientos feministas universitarios norteamericanos de los años setenta en el que la igualdad entre hombres y mujeres se convirtió en la bandera de una lucha por sus derechos e identidad, y que las llevaría a afirmar que todo debía verse desde una perspectiva igualitaria.
Imbuida en aquella ideología, una de sus pacientes le contó que había regalado a su hija pequeña un camión (juguete masculino por excelencia) en aplicación del pensamiento igualitario predominante en aquellas mujeres. Pero la niña, lejos de jugar de un modo masculino, arropó al camión en su regazo en cuanto sufrió su primer golpe diciéndole: “Pobre camioncito ¿te has hecho daño?”
La propia Brizendine regaló una muñeca a su hijo varón y descubrió, con sorpresa, que la cogía por el torso, y con la cabeza hacia abajo, para usar sus finas y largas piernas como espada para luchar contra sus enemigos invisibles. Al final afirmó: “Vale, desisto, hay que dejar que un niño sea un niño; las madres sencillamente deberíamos apreciar la masculinidad de nuestros hijos”.
Los científicos querían saber si la elección de juguetes por parte de los niños se debía a un proceso de aprendizaje, a un estereotipo cultural sutil o la influencia de los padres. Así que decidieron realizar una prueba en otro tipo de primates no humanos, para eliminar la posibilidad de una influencia social en la elección de los juguetes. Se les dieron a monos y monas dos calses de juguetes, unos con ruedas y otros con felpa. Las monas mostraron curiosidad por los dos tipos pero los monos, en un cien por cien de los casos, sólo se decantaron por los que tenían movimiento. Así, al demostrar que no hay influencia social en la selección de juguetes en los monos, la elección por parte de los niños estaría condicionada por su estructura cerebral, masculina o femenina, y no por condicionantes sociales, culturales o de género.
En esta fechas en que el feminismo de género (el radicalismo feminista, podríamos llamarlo) carga con su ideología interesada y corrupta contra las la ciencia y sus demostraciones de que hombres y mujeres no somos iguales, aún siendo niños, intentan vendernos que los juguetes imponen un rol de género en nuestros hijos, una mentira una y mil veces dicha que no, por repetida insistentemente, resulta ser una verdad.
Corroborando lo dicho por Usted, humildemente le brindo mi propia experiencia. De niño muy niño recuerdo haber jugado a soldados, a vaqueros y también con las muñecas de mis hermanas mayores. Después, a partir de los 4 o 5 años, olvidé totalmente los muñecos y empecé a jugar exclusivamente a juegos de los ahora llamados violentos. Y no porque mis padres me prohibieran lo uno o me impusieran lo otro sino porque mi evolución natural y desacomplejada me llevó a ello.
Y ni he salido violento ni, igualmente, he salido homosexual.
Es que este tipo de estudios, son casi ofensivos. El mero hecho de hacerse la pregunta, es ridículo. ¿Es que no salta a la vista?. ¿Esta gente ha vivido en Marte toda su vida?. Está a la altura de estudios tales como: “Un experimento demuestra que las mujeres con tacones están más sexys”, o como: “Se demuestra científicamente que los machos alpha con torsos imponentes y otros atributos igual de imponentes, follan más que los que no los tienen”. En fin, cualquier día alguien monta un estudio científico para constatar que las gotas de lluvia caen para abajo, o que… Leer más »
Es cierto, incluso que el hombre y la mujer tiene distinto rol en el trabajo y la sociedad. En un documental además, demostraban lo que ha dicho el autor, los bebés eran encerrados en una habitación llena de juguetes, y siempre los varones se decantaban por los coches y las hembras por las muñecas. En edad adulta, las mujeres que eran lanzadas hacia trabajos de hombres, acababan desistiendo, la mayoría acababa cuidando de sus hijos o en ramas de sanidad, como auxiliares y enfermeras. Aún así siempre vamos a tener científicos que niegan la evidencia.
Esta claro que a mi hijo como juego le enseñaba hasta kickboxing.