Miembros del Partido Popular Nuestra Eslovaquia.

Eric Striker.- Eslovaquia es una nación pequeña y relativamente pobre en la periferia oriental de la Unión Europea, asolada por el crimen en las calles y defecada desde arriba por los capitalistas extranjeros y nacionales que controlan el gobierno de los compinches. A pesar de ser ignorados y de sufrir los abusos de los globalistas de Bruselas, los eslovacos están comenzando a unirse bajo la bandera del Partido Popular Nuestra Eslovaquia (LSNS).

Esta formación identitaria continúa con la tradición del Partido Popular Eslovaco del Padre Jozef Tiso, que fue un aliado inicial del Tercer Reich y compartió su cosmovisión. Su líder es Marian Kotleba, un hombre carismático, apasionado de las zonas rurales y organizador de las movilizaciones de agricultores y trabajadores contra los políticos corruptos y el crimen organizado. La organización es inflexible contra los poderes mundialistas y utiliza su poder parlamentario para combatir la influencia sionista en el país, aunque la ley lo prohíba. Cuando la canciller alemana Angela Merkel habló de trasladar a miles de refugiados a suelo eslovaco, Kotleba dirigió y encabezó una impresionante marcha, que asustó a los socialdemócratas que gobiernan el país.

El Partido Popular Nuestra Eslovaquia se unió recientemente al bloque parlamentario nacionalista europeo, compuesto por la Alianza para la Paz y la Libertad (AFP), además de Golden Dawn, Forza Nuova y NPD.

El primer ministro Robert Fico no oculta su inquietud ante el crecimiento del partido identitario, que cuenta con 14 diputados en el parlamento nacional y obtuvo el 8 por ciento en las elecciones de 2016.

“Algunas personas dicen que el fascismo está llegando a Eslovaquia. No es raro, aquí siempre estuvo presente”, señaló Robert Fico durante el 72 aniversario del ataque alemán a dos aldeas de Eslovaquia – Klak y Ostry Grun – en el que148 ciudadanos fueron masacrados por el fuego.

En 2013, esa región eligió para gobernadora a la identitaria Marián Kotleba, del Partido Popular Nuestra Eslovaquia (LSNS). En marzo del año pasado, el partido se convirtió en el quinto más popular del país con un discurso centrado en condenar tanto a la minoría romaní como a los inmigrantes.

“No entiendo cómo un partido que abiertamente avala el fascismo pudo haber logrado tal apoyo electoral en las aldeas donde las atrocidades cometidas por el fascismo fueron tan evidentes”, declaró Fico, quien hizo una llamada al pueblo eslovaco para que derrote al “fascismo” en las elecciones regionales del pasado otoño. Su llamamiento no fue atendido por los electores.

Fico es el líder del partido de centro-izquierda de Democracia Social (Smer-SD). Esta formación política no ha dejado de perder escaños en los últimos comicios. Tal vez Fico debería preguntarse por qué su discurso del miedo no ha surtido el efecto esperado. ¿Tal vez porque lo que temen los eslovacos no sea al fantasma del “fascismo” sino a la amenaza en ciernes que conllevaría aplicar las políticas suicidas en materia migratoria que han sido impuestas en otros países europeos?

Stanislav Matejka, de GLOBSEC, un “think tank” con sede en Bratislava, no se anda por las ramas: “Teniendo en cuenta que el partido del primer ministro controla el Ministerio del Interior y la Policía, sus declaraciones suenan un poco absurdas. No está en posición de lamentarse. Está en posición de ejercer el poder”. También responsabilizó al primer ministro del auge de la “extrema derecha” por algunas declaraciones como las realizada en una entrevista el pasado mes de mayo. En ellas dijo: “El Islam no tiene cabida en Eslovaquia. El problema no es que los inmigrantes lleguen, sino que le cambien la cara al país”.

Eslovaquia se ha negado repetidamente a acoger a refugiados, lo que, según Matejka, ha contribuído a “exacerbar el fascismo al socavar la confianza de la gente en sus instituciones”. “Fico no ha sido capaz de fomentar la confianza de las personas en las instituciones estatales y, en lugar de tranquilizar al pueblo sobre la crisis migratoria, prefirió anunciar que la policía mantendría a la población a salvo de los malvados inmigrantes. De hecho, como presidente de la UE en la segunda mitad de 2016, Eslovaquia presentó un plan para impulsar las deportaciones. Fico respondió a las críticas de los periodistas llamándoles ‘prostitutas eslovacas'”, añadió Matejka.

Eslovaquia cuenta con una comunidad aproximada de 2.000 musulmanes en una población de más de 5 millones de personas.

El periodista Emily Tamkin, por su parte, cree que Fico está “aterrorizado” ante la reacción ciudadana si decidiera  abrir las puertas de la inmigración a los musulmanes. “Algunos dirigentes ya han advertido que lo quemarían en la plaza principal de Bratislava”.

En cualquier caso, lo que parece claro es que los descomunales medios puestos a disposición del cambio de posición de los eslovacos en favor de la multiculturalidad han fracasado de forma estrepitosa. Como en Hungría y otros países de la Europa del Este, los eslovacos defienden con uñas y dientes sus raíces cristianas y rechazan seguir el modelo alemán. Prefieren un país pobre pero seguro a un país socialmente caótico y más empobrecido.

Entre tanto, las últimas encuestas anuncian que el Partido Popular Nuestra Eslovaquia le pisa ya los talones a los socialdemócratas de Robert Fico.