Leopoldo, ¿valió la pena?
Carlos Vecchio.- Han sido tres largos años desde que vi a Leopoldo López la última vez. Aún no se borran los duros momentos que nos tocaron vivir y que aún seguimos resistiendo.
Uno de esos episodios fue mi encuentro con Leopoldo en su corta clandestinidad. Tuve la responsabilidad (diría el privilegio) de ser la única persona en visitarlo para conversar sobre la cita que nos tenía guardado el destino y que aún desconocíamos. Durante esos días la persecución de los cuerpos de seguridad del Estado contra Leopoldo, miembros del partido y mi persona se había acentuado. Recuerdo haberle dicho a mi esposa, Vicky, embarazada para el momento, que nos resguardáramos en un sitio distinto a nuestro hogar. Desde esa fecha no hemos podido regresar a casa.
Ese día, 15 de febrero de 2014, recuerdo haber llegado a una casa de manera oculta. De allí pasé a la parte trasera de otro carro. Llegamos al estacionamiento de un centro comercial para cambiarme a otro vehículo y así cuidar todos los detalles de seguridad. No era una película. Nos perseguían de verdad y dispuestos a todo contra nosotros. Luego de ese largo recorrido finalmente pude llegar al sitio donde se encontraba Leopoldo.
Nos dimos un abrazo de hermanos. Leopoldo estaba sereno. Tranquilo consigo mismo, ya que no había cometido ningún delito de los que pretendían imputarle. Pero al propio tiempo Leopoldo estaba claro del papel que le tocaba jugar frente al país. Sabía claramente que estábamos, quizás, en el episodio más difícil de nuestras vidas políticas hasta el momento.
Conversamos largo rato y luego llegó el momento más difícil, cuando le dije: “Leo, nos toca repasar los escenarios que ya habíamos evaluado”. Debo confesar que no hay nada más difícil que tomar una decisión, ya no sobre escenarios posibles sino sobre un evento cierto que te afecta directamente, y en ese caso la libertad personal.
El primer escenario tenía que ver con dejar el país. En ese momento Leopoldo fue muy claro y tajante conmigo: “Carlos, ese no. Olvídalo. Dale al siguiente”. El segundo escenario era mantenerse en la clandestinidad. Discutimos un rato y llegamos a la conclusión de que era un riesgo para su vida, porque podía ser asesinado, puesto que el régimen pondría todo su esfuerzo para encontrarlo y, si no asesinarlo, al menos capturarlo y sembrarle objetos para pretender atribuírselos y así desprestigiar su lucha.
Finalmente, llegamos al último escenario: su presentación ante la Justicia injusta. En ese momento, Leopoldo con mucha firmeza me dijo: “Carlos, somos millones en esta lucha por una mejor Venezuela. No puedo dejarlos. Si esto es lo que me tocó, tengo la obligación moral de asumirlo por el despertar de nuestro pueblo. Que Venezuela y el mundo terminen de conocer el régimen que venimos sufriendo”.
Ese mismo día le comuniqué los detalles que habíamos planificado para su presentación el 18 de febrero. Allí conversamos sobre grabar el video que posteriormente saldría por redes sociales, y a través del cual convocamos a la manifestación de ese día, una fecha que para ese momento no sabíamos que cambiaría nuestras vidas para siempre.
Me despedí de Leopoldo nuevamente con fuerte abrazo de hermano. Estaba tranquilo con la decisión que habíamos tomado, pero sin duda ya comenzaba a reflejar su rostro el camino que venía. Me pidió que hablara con su familia, que les explicara lo que íbamos a hacer. Siempre los tenía en su mente. Quería darles tranquilidad y buscaba en ellos el apoyo que siempre le han brindado, ya que eso lo llenaba de paz. Esa fue la última vez que vi a Leopoldo.
Al salir el video por redes sociales convocando para el 18 de febrero a una gran manifestación, el Gobierno desató toda una persecución contra todos nosotros, que con las horas se hacía más ruda y fuerte. Recuerdo que el 17 de febrero de 2014 tuvimos que resistir en la sede del partido tres ataques violentos de grupos armados de cuerpos de seguridad del Estado, quienes trataron de capturarme con un despliegue militar y policial sin precedentes.
El 17 de febrero me vi obligado a esconderme para evitar que me capturaran. Permanecí poco más de tres meses en la clandestinidad en Venezuela mientras ejecutábamos las acciones. Recibí todo tipo de amenazas no sólo contra mi persona sino contra mi familia. Luego de una larga discusión con mi partido, decidimos que me tocaba jugar un papel internacional para denunciar lo que estaba pasando en Venezuela. Que no hacíamos nada los dos presos. Que mi papel era más útil en el exterior. Que cada uno tenía una función: Leopoldo una y yo otra. Nada fácil la decisión de dejar mi país. Sólo puedo decir que, si Leopoldo está preso físicamente, en mi caso, estar en el exilio es estar preso del alma.
Pero, ¿ha valido la pena toda esta lucha? Estoy convencido, al igual que Leopoldo, que esta lucha y su sacrificio ha valido la pena. Hoy hemos conquistado lo más importante para luego lograr la libertad de Venezuela: la mayoría del pueblo venezolano quiere cambio. Esa lucha que arrancamos en 2014 se ha materializado en nuestra sociedad. Más del 80% de la sociedad venezolana ha digerido el cambio, quiere un cambio de modelo y de sistema. Entiende que la actual cúpula en el poder es la responsable de nuestra peor crisis en toda la historia republicana.
Nuestro pueblo sabe que enfrentamos una dictadura y que la única forma de superar la crisis es sustituyéndolos democráticamente en el poder. Nos toca ahora culminar lo que comenzamos en el 2014, y no es otra cosa que lograr la libertad definitiva y restaurar la democracia en Venezuela: #NoMásDictadura. ¡Leopoldo, claro que ha valido la pena! ¡Venezuela vale la pena!