Contra la blasfemia
Sobre los carnavales profanadores del Catolicismo de ahora, hay que decir que no sólo se blasfema con palabras, sino con todo escrito o gesto injurioso contra Dios, la Virgen, los santos o las cosas santas. A la jerarquía eclesiástica de hoy hay que decirle que no se denuncian estos hechos tarde y tímidamente, ya que se producen por la falta de la autoridad actual en Iglesia y en el Estado, que dejan impunen estos actos vejatorios, provocadores y blasfemos. Falta el ambiente religioso profundo que trae como fruto esta falta de imaginación y de paganismo. En la época medieval estarían condenados a la hoguera, como los judaizantes y herejes incorregibles,
Por ejemplo, el asesinato del dominico Pedro Argues, en 1482, en la catedral de Zaragoza, cuando éste estaba orando, levantó tal indignación en el pueblo contra los judíos que afianzó más la necesidad de la Santa Inquisición. Los Reyes Católicos se convencieron una vez más de la necesidad de acabar con el caos y derrotar a los moros. Habían crucificado los judíos a varios niños como burla contra Cristo y a uno de ellos lo hicieron, para más burla, un Viernes Santo. El libro del Levítico (capítulo 25) condena con la pena capital la blasfemia.
En 1483 Sevilla expulsó a todos los judíos, a pesar de las cartas del Papa de absolución. A principios de 1482 el Papa comunicó a los Reyes Católicos que la Inquisición había ido mucho más allá de lo que él había autorizado. Los Reyes reprendieron al Papa por interferir en lo que se había convertido de asunto de fe en operación de estado. Alejandro VI concede a Isabel y Fernando el título de Reyes Católicos en 1494, elogiándoiles por la expulsión de los judíos de España.
De todo lo anterior se deduce que aquellos que blasfemaban contra Cristo y contra el Cristianismo eran perseguidos por el concepto de nacionalidad católica que regía en aquellas épocas, cosa que en nada se parece, lamentablemente, a este ateísmo práctico que el liberalismo nos ha traído. Por consiguiente, los acontecimientos blasfemos en los carnavales de Las Palmas son una consecuencia lógica de esta descristianización deliberadamente introducida en España y en el conjunto de Occidente, con los perjurios modernos de las últimas autoridades civiles y con la separación de Iglesia y Estado promovida por el Concilio Vaticano II.
¡Qué interesantes los datos históricos que menciona! Me encantaría conocer a este señor cura y compartir conocimientos. Magnífico el artículo. Corto pero con mucho contenido.