Alianza de circunvoluciones
Terror, invalidez y muerte. Este es el resultado de las majaderías salidas de mentes débiles orladas de cursilería y vacuidad. Encefalogramas planos y cerebros sin dibujo, a desechar por la DGT, al fin. Ahí está el saldo irreversible para las víctimas mortales o semimortales de la blandenguería. ¿Para eso tanto impuesto? ¿tanto vocinglerío? ¿tanta subvención? ¿tanta gilipollez? ¿tanta UE? No hace falta ser un Salomón para aseverar que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. ¿Quién devuelve la vida y la integridad a las víctimas de estas hipótesis fracasadas hijas de los perversos y ambiguos ojitos azules de los Alicias en Wonderland? ¿Nadie nos va a explicar por qué razón no hay en Europa un líder en condiciones, que no se deba a nadie, que no esté hipotecado ni fumado y que sepa algo de algo?
¿Por qué no se pasa la parte de culpa penal a quienes la merecen, cuando su temeridad, teñida de estupidez supina, nos lleva a la debacle? ¿Por qué no hay retratos de esas alianzas y los aliadófilos en todas las esquinas, de frente y de costado, junto a sus huellas genitales como se merecen los perpetradores necesarios? Ahora toca silencio sobre el particular y se seguirá ocultando el dislate mientras hay que escuchar al aliado Erdogan y sus amenazas, porque el orate que se jactaba calla muertamente. ¿Qué es esto? ¿Quién, botarate profesional, sigue financiando con el dinero que nos expropian, semejantes sandeces y sistemas? ¿Usque tándem, coño?
Y encima, el comunista de rostro problemático y febril, como el del cambalache, que se dice responsable de las finanzas municipales de Madrid, el ínclito economista Sánchez Mato, el de los cinco fallecidos de la Rússkaya revoyútsiya del 17 -lo que nos da idea de su precisión matemática, su rigor en los datos y el conocimiento que se gasta el propio- nos llama gentuza a los que vamos a misa. Si bien no lleguemos a 9.000.000 de fieles practicantes, seguimos siendo confesos un 67% de los habitantes de España, que es más que mayoría absoluta, se diga en el tono que se quiera, como para tenerlo en cuenta quién levante la gaita por encima de la barda y eso sabiendo que hay quién está dispuesto a asesinarles sólo por eso si hubiese ocasión, que hay gente que sí lo sabe y no contesta por eso, o niega a Cristo –como San Pedro con desfachatez y llegó a Papa- que valientes no sobran en ningún sitio. Lo común es el cobardica confuso y descomprometido. ¡Ya les gustarían estos datos a muchos que les parecen así, como malos, como si la majadería del bello Azaña de 1931 hubiese llegado a ser una realidad!
Además, en la fase terminal, cuando el garreo definitivo y el mal diagnóstico -de mala índole- este porcentaje aumenta exponencial, se hincha en burbuja y los españoles del “no sabe, no contesta” se decantan por la creencia y se agarran a la mano tendida y a las paredes. Se pasan de bando y se les acoge.
A ver si el CIS recapacita y hace las encuestas donde calienta el sol y no a la salida para la playa. Lo que les debe interesar a algunos es saber cuántos cristianos están dispuestos a poner la otra mejilla, que me temo que cada vez son menos y eso es para pensar antes de llamarnos gentuza, ese angelito que tiene carita de chusma.
Sociológicamente, quién tiene que analizar estos datos declinantes, y a fondo, son los monseñores de la conferencia episcopal y preguntarse el por qué han conseguido esta maravilla de cifras, que se muestra elástica en cuanto la tocan lo que no deben, tal como hacen los podemitas practicantes (comunistas de regional y separado) irredentos del odio, del snobismo rancio y cursi y de la falta del encaramiento o arrostramiento que se merecen y andan buscando, para catar hasta donde pueden palpar lo que no deben, sin llevarse lo que deberían temerse ante tanta impiedad.
Yo mismo, más de una vez, he estado tentado de salirme y en alguna ocasión lo he hecho, porque odio la ñoñería, las musiquitas cursis e inmerecidas por el Santísimo, el pensamiento debilitado, y me agotan tantas ocurrencias y pelmadas divagantes dentro de la corrección y la condescendencia tibia y el padreangelísmo entreguista. Echo de menos la liturgia pura y dura y la solemnidad adusta y la trascendencia de los silencios, las homilías breves, pulidas y densas como las de mi amigo Sotillos y los aromas turibulares y revestimientos, la contundencia breve y tantas cosas que se han ido perdiendo -incluso el frío de las losas- en la pretensión de hacer asimilable para rumiantes lo inasimilable, aun con aire acondicionado. Hay que promocionar al rumiante, no atenerse a él ni amoldarse a esa miseria. Eso, eso es lo que hay que considerar con seriedad y rigor por quién debe hacerlo. ¡Es atractivo!
Lo que más temo en los bautizos, es cuando el oficiante toma el micrófono y trata de hacerse el simpático con los pequeños o en las bodas, cuando se trata de quitar hierro al asunto del llanto y el crujir de dientes –que no suele fallar porque es la vida- junto con el sexo que barniza de rosa para bien de la especie. ¿Donde están las admoniciones? ¿Dónde la realidad de la dura vita sed vita, expuesta en toda su crudeza, como corresponde y se les debe a los que un día morirán, aunque se les trate de ocultar que es así, que esto se termina y hay que disponer, al menos, del clavo ardiente?
No me imagino a Cristo diciendo esas insulseces, de verdad, las de los que tratan de hacerse el simpático sin dotación al efecto, cuando los recursos de la iglesia son infinitos y sus poderes inimaginables y sugestivos en extremo, y aquí, en la tierra, sin ir más lejos.
He visto muchas cosas ya a esta altura de mi vida, he conocido a mucha gente valiosa y he vivido momentos litúrgicos fascinantes y que hacían brotar lágrimas de mis ojos sin remedio y se me han concedido paz y consuelo, al alcance de cualquier indigente mental –incluidos políticos de miga de pan- y puedo afirmar que es para meditar y tomar cartas quién deba antes de que prevalezcan, no las puertas del infierno, que no están a ello ni van a hacerlo gracias al Espíritu Santo, sino la gilipollez y la insulsez de las prédicas civiles de perfil bajo, solidarias y adocenadas, que tienden a Barrio Sésamo indefectiblemente. ¿No se dan cuenta de qué lo que consume la gran mayoría es Cola Cao y Nesquik, qué no es otra cosa? Me produce pena verles tan capaces, tan bien criados, tan responsables y tan vacuos.
En estas bodas –infantilizadas hasta la ridiculez conmovedora por huir de la sacralización que hay quién piensa que les atemoriza- se escucha lo de los cónyugues (sic), los incompromisos, el preveer del Pachi y la futilidad de un taller socialista de religión civil, que anima a algún concejal con cara de bobo, a disfrazarse, incurriendo en usurpación e impostura.
¿Culpables? Quienes devalúan la mercancía –sal insípida- creyendo que van a tener más éxito cediendo en la edulcoración con jóvenes que no se parecen en nada a los que ellos dibujan en sus mentes. Así no se forma más que papel maché aburrido, inútil y poco fiable. Hay quién piensa en la reposición del servicio militar, como algo que sacaría a estas nuevas generaciones de su estupor y me parece acertado. Un verano o dos a punta de látigo, serían suficientes y les reportarían ventajas a corto.
Por todo lo expuesto arriba y porque es sencillamente necesario, propongo desde aquí una alianza de gentes con las circunvoluciones cerebrales abundantes, acusadas y en condiciones, que den cumplida respuesta a las inquietudes de tantos y tan buenos ciudadanos y fieles, como hay en España y en Europa y que se merecen un trato de excelencia, que es perfectamente posible. Creo que nos sorprendería cómo están capacitados para soportar mucho más voltaje del que se les aplica. Digo.
Magnífico como siempre, Señor Pelayo (¡que profundas reminiscencias el nombre!; quizás habrá que reestudiar la biografía del primer Pelayo histórico) .
Muy de acuerdo con lo de la la mili para sacar de la eterna infancia a los jóvenes.
Y con la justa alabanza, una observación: tiene que haberse leído mucho para comprender algunas de sus frases; no están al alcance de cualquiera. Desgraciadamente, la juventud (la que más necesita de sus comentarios), no suele leer mucho, por lo que, creo, debe (para ellos, lo jóvenes) emplearse palabras no tan rebuscadas.
Cordiales saludos:
Daniel Iglesias