El Atlético Madrid no falla y se impuso al Leicester por la mínima (1-0)
El Leicester comprobó por qué la Champions es la obsesión del Atlético, que termina con sonrisa cada duelo de la competición de las estrellas después de un ejercicio de fe y sufrimiento. Desde 2014 cada cita en el Calderón provoca un aumento generalizado de la adrenalina. Son dos horas de una mística especial y, dependiendo de la magnitud del rival, el porcentaje de dolor y alegría varía. La mezcla, ideada por el Cholo, no termina saliendo igual cada noche aunque, normalmente, el sabor siempre es el mismo: satisfactorio. El conjunto inglés, que vive un sueño inesperado similar al rojiblanco, aportó más dosis de competitividad de lo que muchos pudieron pensar cuando se sortearon los cuartos.
La presumible ‘penúltima’ -esa expresión tan recurrente en los bares para convencerse de que lo bueno se acaba- cita europea del Calderón llegaba en un día que miles de personas tomaban la carretera, tratando de aprovechar los días festivos de la Semana Santa. En el Manzanares, por contra, no cabía ni un alma más. Nadie faltó, aunque estar en el estadio supusiese retrasar el inicio de las vacaciones. Aunque rápidamente se olvidan los malos tiempos, en general nadie olvida que hace muy poquito no imaginaba ver al Atleti en una así. Vacaciones hay cada año, pensaban los más agoreros y amantes del ‘carpe diem’ pese a que el antiguo ‘Pupas’ que lleva un lustro pisando los cuartos de manera sistemática.
La primera hora inicial fue fantástica, encontró la debilidad del Leicester entre líneas y vivió en campo ajeno, dominando y rematando hasta diez veces a un rival que aculó. Los ‘foxes’ tenían a Vardy para correr, en ocasiones Mahrez asustaba a Filipe cuando buscaba jugar por dentro para generar espacios por fuera y buscó hacerse fuerte en torno a Schmeichel, que cada día que pasa se parece más a su padre. Por gestos, vestimenta, jerarquía bajo palos.
El centro del campo lo gobernaban tres de esos que antes estuvieron en la grada, viviendo esa montaña rusa de emociones que provocan los que pisan el césped con la rojiblanca. Pusieron muchos balones al área y lideraron la presión de los locales. Koke tenía claro el plan del Cholo y soltó dos zapatazos preciosos, uno de los cuales se estrelló en el poste. Menos certeros estuvieron Carrasco o Griezmann, que viendo lo acogotado que vivía en el arranque el Leicester lo que originó que lanzaran de lejos. Los ingleses se acercaban con bolas laterales hasta Oblak. Y entonces, justo cuando los visitantes achuchaban más, en un contragolpe llegó el penalti decisivo. La acción de Griezmann con Albrighton empezó fuera y terminó dentro, pero Eriksson -que después se tragó un derribo de Ndidi a Saúl, consideró que era penalti. Asumió la responsabilidad Grizzi, que olvidó por un momento sus malos precedentes y engañó a un Schmeichel que venía de detener dos penas máximas al Sevilla en octavos. El gol calmó el hambre rojiblanca y se llegó de modo más pausado al descanso.
Duelo táctico tras el 1-0
El intervalo entre ambos tiempos es un ritual curioso en el Calderón. Normalmente se usa para recuperar fuerzas, si bien esta vez el personal entró en fase de silencio tras escuchar por la radio que Vidal fallaba un penalti en el ‘otro’ partido del día. Luego, por los videomarcadores revivió el anotado por Griezmann, celebró el anotado al vecino por el chileno y gritó ‘oooh’ cuando visualizó el ensayo que hizo en el Allianz desde los once metros. Hay rivalidad capitalina, pero también muy pocas ganas de volverse a topar con el vecino en el torneo porque, como aún recuerda Simeone, aún hay dolor cuando suena la música de la Champions. La cabeza recuerda Lisboa y Milán, aunque el corazón de los rojiblancos ve cerca Cardiff.
Apareció King en el campo por Okazaki y el Leicester se estiró más y por momentos la dinámica cambió. Era el Atlético el que tenía espacios, el que podía correr tras recuperar. Así se presentó Torres delante de Schmeichel pero su disparo se fue a la grada. Se fue sustituido por Thomas y se llevó la ovación de la grada, aunque a algunos, de esos con menor memoria histórica, les llegó a desesperar. Cholo le felicitó mientras él rodeaba el escudo del Atlético grabado en el césped para seguir las recomendaciones de su querido sabio de Hortaleza.
Se quedó el ‘Niño’ sin jugar los últimos minutos, esos en los que las emociones se disparan; en los que la grada tan pronto ve cerca el segundo -casi llega en dos acciones de Correa dentro del área- como se coloca la cabeza entre las manos temiendo un angustioso empate. El botín se mantuvo en un gol. Si mantiene su gen competitivo en Inglaterra, donde hace tres años certificó su billete para Lisboa, volverá al Calderón para disputar el último ejercicio de fe, sufrimiento y disfrute europeo