El anarquista que luchó contra las matanzas de la República: “Asesinaban a los presos nacionales para robarles”
En sus cuatro décadas como escritor, José Luis Olaizola siempre ha guardado un lugar especial para la novela histórica. Un tipo de obra que, como afirma, le lleva mucho tiempo escribir. No en vano primero tiene que documentarse sobre el hecho en sí y, posteriormente, crear una trama de ficción a su alrededor con el mismo rigor que podría tener un académico. Por eso, sus escritos son una fuente datos y de entretenimiento. Ejemplo de ello es el último libro que ha sacado al mercado: «El anarquista indómito» (LibrosLibres, 2017).
Esta es una biografía novelada del anarquista Melchor Rodríguez, más conocido por su apodo, el «Angel Rojo». Sobrenombre que se ganó al enfrentarse al gobierno republicano y a Santiago Carrillo salvando a miles de prisioneros nacionales de las crueles sacas (las matanzas indiscriminadas de reos falangistas para «robarles todo lo que llevaban encima», según el propio autor) y las no menos temibles «checas» (edificios en los que, de forma clandestina, se sometía a perversos juicios a los enemigos del gobierno para, después, acabar con su vida).
«Melchor tenía un gran corazón. Para él no había falangistas o nacionales, había personas». Esta es la frase que más repite Olaizola durante la entrevista. Según parece, es la mejor forma de definir al «Ángel rojo»: como una persona que entendió que ni uno ni otro bando debían cometer excesos y que todos los que participaban en la Guerra Civil eran españoles y hermanos.
«Si hubiera habido durante la contienda más personas como Melchor no se habría generalizado la barbarie», añade el autor. No le falta razón. Y es que, este anarquista (sumamente popular entre los republicanos tras haber pisado la cárcel por defender sus ideas) aprovechó sus contactos para ser nombrado Director General de Prisiones después de ver las matanzas de nacionales en Paracuellos del Jarama.
Una vez en el cargo, luchó personalmente para que ningún reo fuese sacado en mitad de la noche a la calle para ser fusilado. A su vez, fundó su propia «checa» en Madrid. Edificio en el que acogió en secreto a decenas de enemigos de la República (y de Carrillo, su gran adversario) para evitar que fueran ejecutados. «Entre ellos había monjas, un sacerdote o falangistas», sentencia el escritor.
Su mentalidad y su lucha contra la barbarie de algunos republicanos le hizo ganarse el odio de personajes como Santiago Carrillo (un «comunista muy peligroso», según Olaizola) y José Cazorla. Sin embargo, su convicción le permitió también acabar con las sacas y salvar la vida, directa e indirectamente, a miles y miles de personas. «Siempre que preguntan a cuántas personas libró de la muerte digo que, oficialmente, entre 7.000 y 12.000. Pero extraoficialmente igual fueron 100.000 porque logró que acabar con la costumbre de las sacas», determina el autor.
Entre las personalidades a las que sacó del patíbulo destacaron el reconocido falangista Raimundo Fernández Cuesta o el general Agustín Muñoz Grandes (el mismo que partiría después a la URRS al mando de la División Azul). El entierro del «Ángel rojo» fue una auténtica amalgama de contrastes pues, por un lado, se rezaron las oraciones propias de un funeral cristiano (algo insólito en la inhumación de una persona con sus ideas -Melchor murió convencido de su anarquismo-), pero también se cantó «A las barricadas».
1-¿Cómo fue la infancia de Melchor Rodríguez?
Dura. Fue un chaval que se quedó huérfano de padre muy joven. Vivía casi en una situación de indigencia familiar con una madre a la que le habían dado una indemnización paupérrima por un accidente que había sufrido su esposo. Su familia tenía que robar para poder sobrevivir.
Un ejemplo de ello es que, un día, a su hermano pequeño le denunciaron por robar fruta. Era verdad, pero lo hacía por hambre, y no por capricho. Con su madre pasaba algo parecido. Ella trabajaba en la Real Fábrica de Tabaco de Sevilla y se quedaba con cigarrillos para venderlos.
2-¿Luchó por obtener dinero para su familia?
Él había contemplado el penoso espectáculo de la indigencia que había en su casa de Sevilla. Se encontró con una situación en la que su madre, a la que adoraba, se veía obligada a robar tacos de cigarrillos para ganar algo de dinero. Y otro tanto le pasaba a su hermano. Entendió que eso no podía ser y que él tenía que hacer algo. Por eso decidió hacerse novillero.
3-¿Novillero? ¿Cómo es posible?
Su padre era muy aficionado a la tauromaquia y le había infiltrado la afición al toreo. Pero lo cierto es que, más que vocación, su único objetivo era llevar dinero a casa. Fue novillero durante algún tiempo. Se hizo amigo de Dominguín y creó su cuadrilla. Parece ser que era muy bueno con la capa, pero no lo era tanto matando. Posteriormente tuvo una cogida importante y no le quedó más remedio que retirarse.
4-¿Era ducho en las letras?
Sí. A pesar de que tuvo que dejar de estudiar, contaba con una gran disposición para las letras. Aprendió a leer sin haber sido instruido. La suerte que tuvo es que estuvo respaldado por un maestro, Don Antonio, que le dio clases particulares. Este profesor, uno de los fundadores de la UGT, fue quien le introdujo un poco en los temas de justicia social.
Curiosamente, Melchor se enamoró de su mujer, que era guapísima. Pero era muy honrado en cuestión de faldas. Incluso cuando se hizo anarquista apostaba por el amor libre, pero con sentido. Por ejemplo, no pisó un prostíbulo nunca porque le parecía una indignidad.
5-Al final, entró en política por la puerta grande…
Bueno, fue uno de los fundadores de la FAI, la Federación Anarquista Ibérica, el movimiento anarquísta más destacado. Como representante de la FAI participo en el Pacto de San Sebastián, en el que se estructuró la República. También le tocó tomar parte en los fusilamientos de Fermín Galán y García Hernández.
Melchor era anarquista, y los anarquistas tenían una fama penosa. La razón fue que, durante la guerra, todos los delincuentes comunes se apuntaron a la FAI. Pero la FAI en su origen era un movimiento muy humanista.
6-¿Cómo veía a la República?
A él la República le parecía un movimiento burgués. No estaba muy de acuerdo con ella, pero comprendía que era un paso adelante con respecto a lo que, para él, era un régimen opresor: la monarquía.
«A Melchor no le pareció mal el estallido de la guerra»
7-¿Y la llegada de la Guerra Civil?
A Melchor no le pareció mal el estallido de la guerra. Creía que podría aprovechar esa coyuntura para hacer la verdadera revolución social. Pero ya no le parecieron tan bien hechos como los sucedidos en el Cuartel de la Montaña. Allí se refugiaron los nacionales y fueron asaltados por los “rojos”, que los masacraron y los fusilaron.
No entendió eso. No concebía que los “rojos” hubieran entrado y asesinado a un montón de personas que se habían rendido. En ese punto vio que la revolución no iba por buen camino. Luego, cuando vio que se crearon “checas” en las que, sin juicio previo, se fusilaba a prisioneros, se quedó horrorizado. Pero no renegó de sus principios anarquistas.
8-¿Cuál fue su primer contacto directo con las barbaridades que estaban llevando a cabo algunos dirigentes de la República?
Lo que le produjo verdadero impacto fue la matanza de Paracuellos del Jarama. Cuando le informaron de que habían sacado en autobuses de dos pisos a miles de prisioneros y les habían asesinado sin juicio, no se lo creyó. Dudó y se fue a la zona para verlo por él mismo. Se quedó horrorizado cuando vio el campo lleno de cadáveres a medio enterrar por todas partes.
Después de ello, y valiéndose de sus múltiples amistades, logró que el ministro de justicia le nombrase Inspector General de Prisiones (Director General de Prisiones). A partir de entonces, un hombre que había sido muy presumido y siempre había andado por Madrid con corbata, se vistió de miliciano (con el mono, la camisa y la pistola -que nunca usó-), se fue a la Cárcel Modelo, y exigió que se acabaran aquellas matanzas.
9-¿Qué implicaba aquello?
Era algo sumamente peligroso. Se jugó la vida porque las Brigadas del Amanecer, de Agapito García Atadell, habían adquirido mucho poder. Eran milicianos que mataban a los presos para depredarlos y robarles todo lo que pudieran (los relojes, las cadenas…) Fue una cosa vergonzosa. Melchor tuvo un par de narices.
10-¿Paracuellos le llevó a enfrentarse con Carrillo?
Paracuellos provocó controversias con Carrillo y con su propio partido. Cuando él empezó a denunciar ante los jefes de la FAI las atrocidades que estaban cometiendo los comunistas, le dijeron que había que hacer la vista gorda porque el otro bando había bombardeado Madrid. Intentaron justificarse. Y para él no había justificación esa aquella matanza indiscriminada. El problema es que rápidamente se pusieron en su contra Cazorla, Carrillo y demás.
11-¿Qué opinión le merecía Carrillo?
Nunca habló bien de él. Por el contrario, siempre habló bien de la Pasionaria. Pero Carrillo no. Carrillo era un comunista peligrosísimo. Ambos solían tener enfrentamientos verbales.
12-¿No intentó Carrillo socavar su poder?
Carrillo no era tonto y sabía que Melchor tenía un gran prestigio en la República. Se le respetaba mucho porque antes de la guerra había estado varios años en la cárcel por defender el anarquismo. Además tenía un verbo muy fluido y participaba en todos los mítines. Era muy conocido.
Carrillo sabía que tenía que respetarle. Si le podía matar sin levantar sospechas bien, pero no podía enfrentarse directamente con él porque tenía las de perder. Le tenía miedo. La figura de Carrillo no era simpática, la de Melchor sí. Mantenían las distancias. Tuvo enfrentamientos con Carrillo, pero él hacía su guerra a parte.
13-¿No estaba bien visto?
No. A Carrillo se le ha hecho simpático ahora, pero no lo era, depuraba a todo el que se oponía a sus fines.
14-Dedica una parte de su libro a las sacas. Es decir, a las matanzas indiscriminadas de presos nacionales por parte de la República.
Las sacas son una de las mayores vergüenzas de la República junto con lo deplorable que fue que hubiera “checas” en las que, sin magistrados, se llevaron a cabo juicios ficticios y se fusilaron a cientos de personas por su ideología política o por el mero hecho de llevar un escapulario…
Era algo perpetrado por mero odio. Agapito Atadell, de las Brigadas del Amanecer, fue un ejemplo de barbarie. Sacaba a la gente de la cárcel, los mataba y les robaba. En aquella época todo el que tenía algo lo llevaba encima por si acaso, ya fuera una sortija o un crucifijo. Él les mataba para quitarles todo y despojarle de todos sus bienes.
Yo viví estas barbaridades en mi calle. Teníamos la cárcel al lado y, con diez años, veía habitualmente cómo dejaban cadáveres en la acera por la noche. Era un horror, me dejaba espantado. No había respeto a la vida.
15-¿Cómo luchó contra las sacas?
Él, viendo las atrocidades que se estaban cometiendo en las sacas con destino a Valencia, empezó a dirigir los convoyes personalmente. Conducía la expedición y así evitaba que fuesen asesinados. Además, se enfrentó en varias ocasiones a milicianos que acudían a prisión para asesinar a los reos nacionales.
16-¿Arriesgaba con ello la vida?
Sí. Un ejemplo es que, en una de esas expediciones en las que dirigía el convoy de presos, le ametrallaron. Afortunadamente salió con vida. Él decía que no creía en Dios, pero sí en el ángel de la guarda. Su padre, que había sido legionario en África, le solía decir que sino hubiera sido por el ángel de la guarda no habría sobrevivido a los combates. Tenía, en definitiva, una mezcla de tipo religioso bastante curiosa. Siempre dijo que era agnóstico, pero no lo era.
17-¿Quién pudo haber ordenado que disparasen contra él?
No se sabe, pero quizá Carrillo o Cazorla.
18-¿Tuvo que enfrentarse directamente a los milicianos para evitar las matanzas de presos?
Sí. En Alcalá de Henares, por ejemplo, los nacionales habían acabado con mucha gente en la plaza, y el pueblo estaba absolutamente indignado. Muchas personas fueron a la cárcel, donde había falangistas tan conocidos como Raimundo Fernández Cuesta, Muñoz Grandes y otros tantos. Iban a por ellos, a matarles.
Melchor, cuando recibió la noticia, acudió allí. Estuvo horas enfrentándose verbalmente contra la multitud y dijo que tendrían que pasar sobre su cadáver para acabar con los presos. Lo cierto es que estaban dispuestos a hacerlo, pero él encontró a un provocador que estaba excitando a la gente y le redujo. Al final todo terminó sin que murieran reos.
Cuando terminó el asalto a la cárcel de Alcalá los prisioneros, que habían sido trasladados a un sótano por su seguridad, dieron las gracias a Melchor. Raimundo Fernández Cuesta, falangista, le pidió permiso para darle un abrazo. Él aceptó, Muchos le preguntaron por qué se abrazaba con un falangista, y él dijo que los falangistas eran seres humanos.
19-¿A qué reos destacables salvó a lo largo de su estancia en Madrid?
A la personalidad más curiosa que logró salvar fue al general Muñoz Grandes. Fue el que luego acudió a Rusia al frente de la División Azul. Había sido compañero de promoción de Francisco Franco. Melchor le salvó la vida porque él no discriminaba. Muñoz Grandes no olvidó jamás aquello.
20-¿Ayudó realmente a terminar con las sacas?
Hay un dato histórico que recoge Ramón Salas Larrazábal, un famoso general que documentó muy bien toda la guerra, y que afirma que, a partir de noviembre del 37, se terminaron las sacas indiscriminadas. Las verdaderas matanzas fueron en los meses primeros del Alzamiento. Después, Melchor les puso punto y final. La gente no se da cuenta del inmenso bien que hizo este hombre. Directamente salvó a unas 12.000 personas, pero indirectamente a 100.000. ¿Por qué? Porque de no ser por él las sacas habrían continuado. Él logró terminar con las sacas y con las “checas”. Fue una figura gloriosa que desconozco el por qué ha caído en el olvido.
21-¿Cómo pudo enfrentarse a ese peligroso entramado?
Él era íntimo amigo de un magistrado que le dio un consejo muy sabio. Le dijo que se rodease de Guardias de Asalto antiguos. Gente seria y formal. Él hizo entonces un equipo de Guardias de Asalto que no estaba formado por los milicianos desarrapados habituales. Eran soldados profesionales. Hizo un equipo muy potente que le apoyaba y le protegía. Él solo no habría podido. A estos combatientes les tenían pavor los milicianos.
22-¿Por qué fundó su propia “checa”?
Por lo sucedido en el Cuartel de La Montaña. En principio su idea era que se refugiaran en ella sus íntimos amigos, los comediógrafos y hermanos Álvarez Quintero, pero al final acogió a muchísimo refugiados nacionales. También influyeron otros factores. Por ejemplo, el que empezaron a proliferar las “checas” en Madrid, antros de iniquidad en los que se fusilaba a gente.
23-¿Dónde la fundó?
La creó en el Palacio de Viana, y lo hizo con gran respeto. El Marqués de Viana estaba en el exilio. Cuando llegó todos los empleados le dijeron que se iban a marchar. Él se negó, les permitió quedarse y prestar sus servicios allí. Mantuvo la organización. Además, se propuso no depredar nada. Hizo un inventario de todo lo que había para que, en el momento en que abandonaran el edifico, lo devolviesen tal y como lo habían encontrado. Era un hombre muy justo. Al final se trasladó allí a vivir con su esposa Francisquita y con su hija Amapola.
24-¿Cómo era la vida en la “checa”?
Muy curiosa, porque entre aquellos que entraron había un cura que celebraba misa en el sótano. Melchor hacía como que no se enteraba, pero lo sabía perfectamente. También llegó posteriormente una pareja de novios falangistas. Su mujer le avisó de que tendrían que hacer algo porque, si esperaban mucho tiempo, se iban a terminar acostando. Francisquita le dijo que lo mejor era que se casasen. Y se celebró al final una boda religiosa en la “checa”. Melchor les buscó incluso una habitación para que celebrasen su luna de miel. A mi, personalmente, lo de la “checa” me divirtió muchísimo. Cuando iban a celebrar misa, o cuando iba a pasar algo que sabía que no le iba a gustar, él se limitaba a marcharse y hacer como que no se enteraba de nada.
25-¿También acogió monjas?
Si. La Pasionaria le pidió que acogiera y escondiera en su “checa” a seis monjas. Ella se había criado en un colegio de monjas y tenía un buen concepto de ellas. Incluso se cree que murió en el seno de la iglesia.
26-¿Cómo es posible que la República no se enterara de la existencia de esta “checa”?
Lo sabían perfectamente, pero se limitaban a mirar para otro lado. Decían que eran “cosas de Melchor”. Él era tan respetado que no le ponían trabas.
27-¿Cómo acabó siendo alcalde de Madrid?
Sucedió cuando la República abandonó completamente la ciudad a su suerte ante el empuje de los nacionales. El coronel que estaba al mando, antes de marcharse, instó a Melchor a que dejara Madrid. Pero él se negó. Dijo que había que saber perder las guerras. Al final, le pidieron que -ya que se quedaba- aceptase ser alcalde de la ciudad durante unos días. Justo el tiempo que tardarían los nacionales en acceder. Él aceptó.
28-¿Por qué no huyó?
Lo hizo porque no estaba dispuesto a consentir que la ciudad quedase desamparada. Entregó Madrid con un orden para que, entre otras cosas, no se asesinase a los presos que todavía quedaban en las cárceles. Sabía que si no había gobierno habría muchos milicianos dispuestos a acabar con los reos de las prisiones.
29-¿Qué le sucedió tras entregar Madrid?
Franco le puso pena de muerte. Era normal entonces. Había entregado Madrid como alcalde (la ciudad en la que se habían cometido todo tipo de tropelías contra los nacionales) y anarquista. Cuando le condenaron se produjo un movimiento de solidaridad promovido por la cantidad de gente a la que había salvado la vida.
30-¿Se cumplió esa pena de muerte?
No. Muñoz Grandes le dijo a Franco que él le debía la vida, y que no le podía fusilar. Franco, en un gesto de benevolencia, consintió que se le conmutara la pena por 20 años de cárcel.
Cuando le comunicaron a Melchor que la pena de muerte había sido conmutada por 20 años de prisión en un penal, dijo que prefería la muerte. Él sabía como eran los penales tras la guerra. Pero tuvo suerte.
31-Se dice que disfrutaba escribiendo desde la cárcel.
Efectivamente. Javier Martín Artajo, el capitoste de la editorial católica, que entonces editaba el “Ya”, le permitió escribir artículos desde prisión. Era un hombre muy católico y que tenía gran amistad con Melchor. Cuando se terminó la guerra, desde la cárcel el “Ángel Rojo” era feliz escribiendo artículos que le publicaban en el “Ya” y en el “Dígame” (una revista fundamentalmente taurina).
A él le gustaba mucho. Logró hacerse con una máquina de escribir Remington con la que hacía poesía. Creó himnos al anarquismo, pero también himnos a Jesús al final de su vida. Él le llamaba el gran revolucionario.
32-¿Cumplió sus 20 años en prisión?
No. Estuvo tres o cuatro años en el Penal del Sur, pero cuando nombraron Capitán General de la Primera Región Militar a Muñoz Grandes, este hizo una trampa legal y le indultó. Melchor salió así a la calle.
33-¿Qué hizo tras salir de prisión?
Cuando Muñoz Grandes consiguió el indulto, y que saliera a la calle, le dijo que trabajase donde quisiera. Le ofreció, de hecho, un empleo en los sindicatos verticales. Pero él se negó. Fue fiel a sus ideales anarquistas. Se terminó ganando bien la vida como agente de seguros. Sus últimos años fueron bastante felices.
34-En su novela deja entrever que Melchor fue cautivado por el cristianismo.
Como decía Serafían Álvarez Quintero, Melchor era un anarquista con corazón cristiano. Antes de morir, fue personalmente a la Sacramental de San Justo y compró una plaza para ser enterrado en sagrado. Algo insólito en un anarquista, que siempre eran enterrados en cementerios civiles.
Su entierro dejó claro esta idea. Acudieron desde anarquistas, hasta el general Carrasco Verde (subsecretario de interior con Franco). Este militar, agradecido porque Melchor le hubiese salvado la vida, fue el que organizó el funeral (que fue religioso) y consintió que fueran los anarquistas. En el evento, a su vez, se rezaron las oraciones propias de un funeral católico y se cantó el himno “A las barricadas”.
35-¿Ha sido difícil dar forma a este personaje como protagonista de una novela histórica?
Este tipo de novelas me requieren casi un año de documentación e información para crear el personaje y humanizarlo. Esa es siempre mi obsesión: humanizar. Si no, parece que están troquelados en una especie de éter.
Melchor Rodríguez, por ejemplo, tiene un aspecto humano muy interesante más allá de lo que se conoce. Eso es lo que me interesaba resaltar en la novela. Por eso me baso en una documentación muy rigurosa para procurar ser lo más exacto posible en lo que cuento, pero no dejo de novelar. Lo mio son novelas. Yo no escribo ensayo.
36-¿Qué dificultades le plantea la novela histórica que no aparecen en el ensayo?
Hacer novela histórica no es fácil. Cuando gané el premio Planeta con “La guerra del general Escobar”, por ejemplo, obtuve mucha documentación en vivo de personajes que todavía existían y habían coincidido con él. Sobrinos suyos, un camarero que le había servido en la cárcel… Esa documentación es ingente, pero como luego no la estructures bien, no le des un aire novelístico, y no selecciones lo que verdaderamente es literario, lo que te sale es un tostón de libro. El secreto está en aproximarse al público lector.
37-¿Cuáles son sus siguientes proyectos?
Bueno, este es mi libro número 79. Mi maestro y paisano en la distancia (Pío Baroja) escribió 80, y me gustaría llegar a ese número. Igualarme con él sería un honor.
Fuente: ABC
Sí, ese hombre anarquista o ateo, o lo que fuera, era un santo.
Pues sí que es raro… no dicen nada sobre el tema muchos de los sesudos historiadores. Ni en libros, ni en documentales, ni en TV… Y la verdad, ya es hora de que estos “insignificantes” detalles siempre obviados cuando se habla de la dichosa memoria histórica, salgan a la luz y sean conocidos por el aborregado medio.
Apuntar que estas y otras barbaridades eran el pan nuestro de cada día en la checas rojas y anarquistas. Y el que me lo contó no era un historiador a sueldo. Lo vio con sus propios ojos.