El Hospital de José Ángel Meneses
El estupor suscitado en el Hospital Comarcal de Sant Celoni por la dimisión de Mn. Ignasi Fuster como vicepresidente de su Patronato, ha entrado en una nueva etapa. El Obispo de Terrassa ha nombrado nuevo párroco, y Mn. Fuster se ha incorporado a la Archidiócesis de Barcelona.
Por razón de su cargo pastoral, el párroco de Sant Martí de Sant Celoni era también vicepresidente nato del Patronato del hospital, cuya presidencia la ostenta el alcalde de la ciudad. El alcalde y el párroco nombraban los miembros del patronato: tres por la parroquia y cuatro por el Ayuntamiento. El tesorero y el secretario están también en manos de la alcaldía. Y completa la estructura orgánica un código ético que parece salido de la Gran Logia Simbólica de la calle Avinyó.
La Fundación Hospital de Sant Celoni es una fundación privada que tiene una historia que se remonta al siglo XII. Ahora es Centro de Referencia de la subcomarca del Baix Montseny. Está integrado en la Red Hospitalaria de Utilización Pública (XHUP) formada por la mayoría de hospitales públicos de Cataluña, no pertenecientes al Institut Català de la Salut (ICS). Por ello, la mayor parte de su actividad ha acabado estando concertada con el CatSalut.
Las prácticas anti-vida del hospital eran sobradamente conocidas desde hacía años. Sin embargo, fue Mn. Fuster quien puso en conocimiento de Mons. José Ángel Sáiz Meneses lo que allí sucedía. Ya en el año 2007 le presentó un primer informe que se fue ampliando sucesivamente: en el hospital se hacían vasectomías y se dispensaba la píldora “del día después” en el servicio de urgencias. También la RU-486 -para abortar durante el primer mes- amenazaba con aparecer. Las gestiones de Mn. Fuster ante el Ayuntamiento fueron constantes. Con insistencia pidió al patronato la suspensión de unas prácticas que contradecían la presencia de la Iglesia en un hospital. En una reunión con el anterior alcalde, también facultativo del hospital, éste propuso a Mn. Fuster un pacto: dejar las cosas tal como estaban -esterilizaciones y píldora- a cambio de no introducir la RU-486. Y aquí paz y después gloria. La propuesta era tan burda que fue rechazada de plano por el párroco. Desde el mismo obispado de Terrassa, se quiso llegar a un acuerdo con el alcalde para salvaguardar la presencia eclesiástica en el patronato y, a la vez, eximirla de toda responsabilidad en las actividades sanitarias. La cosa era verdaderamente complicada y no pasó de ser una entelequia. La pelota quedó finalmente en el tejado de Sáiz Meneses: estaba claro que el hospital no iba a ceder. La mayoría de los miembros del patronato no estaban por la labor. ¿Qué debía hacer entonces el párroco? ¿Quedarse y callar? ¿Quedarse y protestar, o denunciar y dimitir? Fue pasando el tiempo y no se movía ni una hoja.
Finalmente, habiendo comprobado la inutilidad de sus esfuerzos, contra el parecer del Sr. Obispo que le aconsejaba esperar tiempos mejores desde el patronato del hospital, en marzo de 2011Mn. Fuster dimitió como vicepresidente y puso el cargo de párroco a disposición del obispo de Terrassa . Mosén Fuster, en una tumultuosa reunión del Patronato tuvo que enfrentarse no al Ayuntamiento, sino a los representantes de la parroquia, nombrados por el anterior párroco -ahora vicario episcopal- Mn. Lluís Pou, que prácticamente le insultaron. En la junta le reprocharon con insolencia el abandono de una institución que -según ellos- era tan benéfica para la ciudad y que tanto bien podía hacer con el pedigrí que le ofrecía la presencia de la Iglesia. Sin embargo, a pesar de todas las presiones, Mn. Fuster en conciencia y ante la actitud de la dirección hospitalaria de continuar con las prácticas contrarias a la moral católica, se despidió y salió por la puerta grande: la del testimonio valiente y arriesgado de la verdad. Era la única salida, ya que consideraba inaceptable la connivencia institucional con el mal . Los miembros parroquiales del patronato siguieron en sus cargos en clara rebeldía ante la posición de su párroco. Desde entonces la situación quedó estancada.
Si Sáiz Meneses removía al párroco y nombraba a otro, debía tomar una decisión: volver al patronato con el nuevo sacerdote o mantener la postura de Mn. Fuster, es decir, continuar fuera del hospital como protesta. Removerlo rápidamente hubiese parecido o un castigo al valiente sacerdote o su desautorización, lo cual no era muy conveniente para el prestigio de la recientemente creada diócesis de Terrassa. El tema era lo suficientemente grave como para actuar con cautela.
El Obispo buscó consejo y desde la Congregación para la Doctrina de la Fe llegó un “Parecer sobre las preguntas planteadas por S.E.R. José Ángel Sáiz Meneses, obispo de Terrassa”. El Sr. Obispo se agarró a este “parecer” como a un clavo ardiendo, haciéndolo pasar como “dictamen” y afirmó que la Santa Sede le daba permiso para permanecer en los patronatos de los Hospitales de Sant Celoni y Granollers a la espera de resolver lo de las prácticas abortivas. La crisis se resolvió en falso y, a día de hoy, todo continúa igual: el aborto estancado cual agua pútrida.
El paso del tiempo demostró que la situación creada en el hospital con la dimisión del vicepresidente era insostenible: sin la presencia del párroco, el patronato cojeaba. Sáiz Meneses lo tenía difícil. Prolongar la situación significaba poner una pica en Flandes que le enfrentaba al Ayuntamiento y al resto del patronato. Sostener con la ausencia del párroco esa actitud de denuncia y protesta, era demasiado arriesgado… Pero la trigonometría pastoral del obispo de Terrassa ha encontrado la solución: cambiar los estatutos de la entidad. El vicepresidente ya no será el párroco, sino un laico nombrado por la Iglesia. La segunda parte de la solución es sacudirse al incómodo párroco y proveer de nuevo la parroquia de Sant Celoni y su hospital. A partir de ahora todo será más sencillo. Un sacerdote con arrestos siempre puede plantar cara a su obispo, si tiene la verdad de su parte. Un laico “escogido”, difícilmente lo hará… Mn. Ignasi se va de la parroquia y de la diócesis, y se abre en ésta una nueva etapa de armónico colaboracionismo con el hospital y el Ayuntamiento: porque está claro que el nuevo párroco ya no podrá aducir ningún problema de conciencia, puesto que en la vicepresidencia del patronato ya no estará el cura, sino un hombre de paja del Sr. Obispo de Terrassa.
En el Hospital General de Granollers, cuya estructura es similar a la del Hospital de Sant Celoni, tras un tímido intento de acabar con los abortos por parte del obispado de Terrassa -cosa que le honra- y de la negativa del hospital, todo quedó sobreseído. Todos en sus puestos -el vicepresidente laico nombrado por la Iglesia- y, desde hace ya tres años, el silencio más absoluto: píldoras, esterilizaciones, abortos -los eugenésicos son su especialidad- y ¡a callar todos! Todos, menos una docena de militantes Pro Vida que desde hace seis meses se manifiestan cada día 25 frente al hospital. Porque el Hospital de Sant Celoni no pasa de ser un caniche frente al mastín del Hospital General de Granollers.
Es forzoso reconocer que Mons. José Angel Sáiz Meneses lo tiene difícil. Tan difícil como Jesucristo con el endemoniado de Gerasa (cf. Mc 5,1-20). Cuando el Señor lo liberó de la legión de demonios que lo dominaban, los envió a una piara de cerdos que se ahogaron lanzándose al lago. Luego vinieron los porquerizos y suplicaron a Jesús… ¡que se fuera! Resulta que esos dos hospitales son esa piara que puede perderse con el exorcismo y por eso piensan que es mejor expulsar definitivamente a Jesús. Aquella gente de Gerasa prefería soportar la compañía del endemoniado, que andaba día y noche por cerros y tumbas gritando y lastimándose, que renunciar a los sabrosos jamones de los cerdos. El daño colateral, el precio que se paga por el servicio hospitalario, son esos abortos e inmoralidades que casi todos parecen dispuestos a soportar con resignación, al igual que los porquerizos con el endemoniado. El precio del exorcismo fue la expulsión de Jesucristo de aquel territorio. Y es que al final hay que elegir: o el miedo de los porquerizos, o la libertad de Cristo.