Cui prodest
Cui prodest scelus, is fecit, decía en su día y para bien de la fiscalía -allá por los primerísimos años de la era cristiana- nada menos que el senador moralista cordobés, y algo más, Lucio Anneo Séneca, conocido por el Joven, para que no le confundieran con su padre Marco, orador de tronío.
Senador –no refugee en el senado, tras una pifia, que es cosa muy distinta- en gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón -que no eran mancos- y de este último, consejero y tutor, nada más ni nada menos, supo erigirse, estoico por excelencia -esto es, fuerte, ecuánime y sereno- (ahora algún gilí diría resiliente) en paladín de la difícil y ardua tarea de defender los valores y la moralidad perdidos en la república (en la romana, no en la idílica del 31, por Dios).
Combatió esa amoralidad, puterío, falta de transparencia y trinque por el trinque, que se traían los “boquicas” y “pernales”de entonces –que no hay nada nuevo bajo el sol- y que llevó a Roma a la debacle y a la invasión de los bárbaros de entonces, que no se suicidaban para joder, no iban de refugiados, ni atacaban con camiones a los paseantes, sino a mano airada, muy machos ellos, y saltando las bardas. Léase esto entre líneas, en círculos concéntricos o transversalmente, como se guste, que al final da lo mismo.
Y cuánta razón tenía el andaluz, cuán dotado para levantar muertos y señalar con el meñique, según tomaba el té, al golfante de turno que se creía el rey de todo el mundo y que era incapaz de perdonar, pero que ante él la había cagado, porque los veía venir, de lejos, aunque se desubicasen a contraluz y al tresbolillo en paraísos fiscales o en despachos de pan llevar.
– ¿Quién ha sido, don Lucio?
-Dime, Catón, bonito ¿quién se lo lleva calentito y repeinado él, con carita de monja?
-Ese, el que tira para el monte con una bolsa, don Lucio.
-Pues, hale, a por él.
-Canalla, ¡anda a la ergástula, que te vas a enterar!
Y día a día, la calle se limpiaba de personajes indecentes y trapaceros, de trujimanes y trileros, que venían de buenos y benéficos para con el pueblo romano, el del senatus populusque, el del SPQR del lábaro, cual si de simones bolívares se trataran, tomándolos a título de inventario. Luego se regaba con la manga riega, que casi siempre llegaba hasta allí, todo se quedaba fresco y bienoliente, y daba gusto pasear amarraditos los dos, a lo boulevardier, saludando acá y allá, tocando levemente el ala de mi sombrero mejor.
-Adiós, don Emiliano. Saludos en casa.
-Buenos días tenga usted, doña Mº Jesús. ¡Cuán bello su pañuelo de Hermès!
-Vaya con Dios, don Javier. Esa barriga, hay que bajarla.
De puertas adentro, se decían hombres de provecho, porque se aprovechaban con denuedo, para que sus pobres madres, que tanto habían pasado en el franquismo, el día de mañana –u hoy mismo por la tarde, a primera hora- pudieran asar vacas e incluso bisontes, si hubiérede lugar a ello y se terciase. ¿Qué había de malo, siendo tan listos por su casa?
Pues bien, amigos, además de eso, Esopo, Iriarte, La Fontaine, Samaniego, Perrault, Trediakovski y tantos fabulistas de siempre, por bien de la moral y del medio ambiente, desde hace tantos años, se han esforzado en ponernos en guardia, en prevenirnos ante los zorros, los cigüeños, los ratas, los parásitos, los leones y los listillos salva territorios -habitados o inhabitados, tanto da- aprovechaditos, que van de elegidos por la plebe, cuando lo han sido por el amiguete del círculo y ya han sodomizado a quién se ha dejado o pretenden sodomizar a quién no deben, con sus conductas intachables, plenas de apariencia, pero preñadas de ambición desmedida, sentido del caciquismo y de la oportunidad y con muy poco conocimiento de la causa general, que es la que importa y se debe preservar. Escuchemos las consejas.
Maestro Pelayo Cierto es que el gran Séneca, el que se hacía llamar joven como Plinio (el joven claro, no el viejo) para que no lo confundieran con su padre, al igual que que J.R. Ewing jr. (Aunque éste dos veces junior, una por Jhon Ross y otra por junior XDXDXD), pronunció esas palabras intemporales, que como usted bien dice (muy agudo lo de la fiscalía), son casi un dogma para los forenses. Pero para ser justos, Medea, sobrina de Circe y nieta de Helios, ya las ayuntó formando esa misma frase, en los principios de los principios de los… Leer más »