El escalofriante relato de dos niños adoctrinados por el Estado Islámico en Irak
Desde que irrumpieron en Irak en el verano de 2014, los terroristas del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) asesinaron a miles de hombres y reclutaron a cientos de mujeres y niños de la comunidad yazidí. Akram Rasho Khalaf, de 10 años, y Ahmed Ameen Koro, de 17, revelaron las macabras órdenes que recibía por parte de los extremistas.
Además del entrenamiento militar, los terroristas infundían su ideología asesina a los menores de edad, algunos de 7 u 8 años. Con la premisa de llegar al “paraíso” los adoctrinaban para estar preparados para “el gran día”. El día que debían “inmolarse” por la causa del grupo terrorista.
“Nos decían que eran nuestros amigos, pero los niños estaban muertos de miedo”, reconoció Akram, quien tenía sólo 7 años cuando su pueblo fue invadido por los yihadistas, según consigna Al Arabiya.
Ahmed, por su parte, recordó a los terroristas como hombres “de barba muy largas” que “parecían monstruos”. Incluso hoy, a salvo en un campo de refugiados en el norte de Irak, asegura que sigue sin poder sacarse de la cabeza el rostro de sus captores. “Aún aquí tengo mucho miedo. No puedo dormir porque los veo en mis sueños”.
El joven de 17 años contó el calvario que también sufrían las mujeres yazidíes secuestradas por ISIS. “Elegían y tomaban a las mujeres que les gustaban”.
“Recuerdo que las chicas lloraban, así como las madres, luego de ser arrancadas de los brazos de sus madres”, señaló el joven yazidí.
Ahmed relató que durante su tiempo de cautivo aprendió a disparar rifles y pistolas, y fue obligado a ver decenas de videos sobre cómo usar un cinturón explosivo para llevar a cabo atentados suicidas.
Asimismo, también practicó el uso de granadas o incluso cómo decapitar a una persona.
Akram, pese a su corta edad, recibió el mismo adiestramiento.
Estuvo cerca de la muerte cuando su familia trató de huir, pero los terroristas abrieron fuego y Akram sufrió heridas de bala en el abdomen y la mano. Tras el ataque fue llevado en ambulancia a Mosul, donde fue operado.
El menor se salvó, pero nunca volvió a oír de sus padres. Ahora vive con su tío, dos hermanos y otros parientes. Mientras estaba en manos de los terroristas, su tío recibió una foto de su sobrino vestido con traje islámico negro y una oferta para sacarlo de Raqqa por 10.500 dólares.
La familia consiguió el dinero de un pariente en Alemania, y finalmente el niño fue sacado de contrabando.