El Real Madrid, a un solo punto de proclamarse campeón de la Liga (1-4)
Salvo hecatombre en La Rosaleda frente a un Málaga de Míchel que repetiría el histórico papel que protagonizó el Tenerife de Valdano, el Real Madrid se coronará justó campeón el domingo próximo y levantará su primer trofeo de Liga en cinco años. Mucho más allá de polémicas arbitrales, que las hubo en Balaídos, y de desaciertos del valenciano Martínez Munuera, a favor del poderoso, el equipo de Zidane se impuso al Celta porque sus futbolistas tienen mucha más calidad, se jugaban mucho más que el orgullo, la profesionalidad y quién sabe si alguna prima, y su estado físico y anímico es muy superior a estas alturas que el de un equipo vigués que ha perdido sus seis últimos choques ligueros y aún se lame las heridas provocadas por la eliminación ante el Manchester United en puertas de la final de la Liga Europa.
No fue un Madrid deslumbrante pero tiró de oficio y del soberbio momento de Cristiano, autor de otros dos golazos determinantes en este tramo final de temporada ya suma 13 en los últimos 10 partidos– para imponerse a un grupo de Berizzo roto de principio a fin. Podrán quejarse los gallegos, y también los culés, de que Aspas no se mereció la segunda amarilla en una acción que hasta pudo ser penalti, de que en el primer tiempo el juez no vio una mano de Varane, eso sí fuera del área, y que Casemiro quizá pudo ser expulsado una jornada más, pero la sensación es que el Real Madrid hubiese aprovechado igual este comodín o bola extra que le dejó el calendario. La expulsión del mejor jugador local llegó ya con 0-2 en el marcador. Acortó distancias poco después Guidetti, pero fue un espejismo porque Sergio evitó una goleada mucho más amplia al final.
Su histórica racha de encuentros viendo puerta (63) permiten a este pletórico Real Madrid actuar con enorme seguridad en sus posibilidades. Si el rival se les encierra, sus jugadores saben que tarde o temprano le descerrajarán. Y si el enemigo quiere el ida y vuelta, como le ocurre a este vistoso, osado y desquilibrado Celta de Berizzo, el líder acepta encantado el envite porque entiende que su pegada es infinitamente mayor. No ha sido precisamente un prodigio defensivo el equipo de Zidane este curso, pero supera este problema gracias a su tremenda capacidad para ver puerta.
Salieron los campeones continentales a toda mecha, deseosos de hallar pronto el camino de la victoria. El Celta es muy superior al Deportivo y al Granada, a los que el Real Madrid tumbó casi desde los vestuarios, pero la consigna era parecida. Entrar bien el partido es uno de los mandamientos del deporte rey y una obsesión para el técnico francés. Y mucho más si, como ocurrió en Balaídos, hay más de media Liga en juego. Nada de especular a partir del 0-0 y de pensar que incluso ese empate a nada podría servir si el domingo el Madrid ganaba en La Rosaleda. Ese tipo de cálculos son contrarios a la filosofía ganadora del Real Madrid, al ADN de sus estrellas.
Avisó el Madrid en un par de acciones, la segunda tras otra genialidad de Benzema juntó a la raya de fondo, aunque ni por asomo fue comparable con la de la semifinal de Champions en el Calderón, y marcó en su tercera aproximación. Isco percutió, rechazó Roncaglia y el balón le llegó a Cristiano. El luso estaba vigilado desde bastante lejos y se se la da tiempo para parar el balón, colocárselo y golpear, es letal. Lanzó un obús con la zurda que ni vio Sergio porque pasó, además, entre las piernas de un defensor.
El Celta lo intentaba de todas las maneras, tocaba incluso más el balón que su adversario, pero apenas inquietaba a Keylor. Le falta colmillo a este equipo, y eso que Berizzo situó a Jozabed, sustituto del lesionado Radoja, por delante de Wass y de ‘Tucu’ Hernández. Hasta que Iago Aspas no apareció más entre las líneas visitantes, los locales no dieron sensación de peligro. Dispuso de un par de opciones el mejor delantero español de este curso antes del descanso, pero no acertó ni con la portería del portero tico. No aprovecharon los celestes ni una falta por entrada a destiempo de Casemiro cerca de la frontal del área, que además le costó una amarilla inquietante al brasileño con una hora de juego por delante, ni un grave error de Ramos en la salida de balón.
Sin pausa
Zidane gesticulaba una y otra vez junto a su banquillo. Reclamaba a sus jugadores algo más de pausa, ya con el resultado a favor. Y a Keylor le insistía en que buscase las bandas cuando sacaba en largo. Ciertamente, el Madrid no gobernaba la situación a partir de largas posesiones, pero eso preocupaba mucho más a su entrenador que a sus jugadores, felices de poder disfrutar de espacios para contragolpear. Era como si asumieran que más pronto que tarde, volverían a sorprender al Celta en un contragolpe. Y que incluso si les marcaban, ellos les golpearían todavía más.
El inicio de la segunda mitad mostró las enormes diferencias entre los contendientes. La tuvo primero el Celta para empatar, pero Guidetti, que desgraciadamente para él será recordado por el gol que erró ante el Manchester United, se entretuvo y no acertó a disparar. Y en la jugada siguiente, Isco condujo, asistió a Cristiano con precisión de cirujano y el luso dejó patente que se encuentra en estado de gracia. Sin pararla, vio el hueco que le dejó Sergio en su tímida salida, y se la puso junto al palo.
Aunque el gol de Guidetti mantenía la incertidumbre tras la expulsión de Aspas, que vio la segunda amarilla después frenarse para provocar que Ramos le tocase dentro del área, el Madrid ya no podría dejar escapar tanta ventaja. Marcó pronto Benzema, otro de los destacados, y se acabó la emoción. Cristiano falló después uno de los goles más fáciles de su vida, con Sergio ya batido, pero esa acción no era clave. Kroos, ya cerca del final, puso la guinda. La Liga se tiñe todavía más de blanco.