Los voluntarios catalanes
La marcha de Los Voluntarios, sin duda la más famosa de las marchas militares españolas, procede de la zarzuela homónima de Gerónimo Giménez y Bellido, el de La tempranica, La Boda de Luis Alonso, El morrongo, La gatita blanca, El golpe de estado, El grito de independencia, El gran simulacro, La última opereta, Panorama nacional y tantos otros títulos que, como estos últimos, semejan ser de plena actualidad.
Los Voluntarios, zarzuela con libreto de Fiacro Yrayzoz, estrenada en 1893, describe -que lo sepan cuantos lean la presente- el paso por un pueblo aragonés de los voluntarios catalanes -sí, catalanes y voluntarios- a su paso por un pueblo aragonés, camino de la guerra de África de 1860-61, de la que regresaron victoriosos y cubiertos de gloria, hecho que se conmemora por otra marcha posterior, “La vuelta de los voluntarios” de Alejandro Contreras Contreras. Giménez y Bellido tiene otra zarzuela que se titula casualmente “La República de Chamba” –esta ya más sangrante- con libreto, de Sinesio Delgado, que no quiero investigar mucho, pero que me hace suponer lo que ustedes piensan y está tan de actualidad. Dejémoslo ahí.
La Marcha de San Marcial, los que hicimos la mili y desfilamos con ella y con la de Los Voluntarios -con los ojos húmedos- sabemos a ciencia cierta que es la de “Catalino cásate…” y si a esto añadimos que el toque de cornetín para la puesta en marcha o arranque del desfile, desde tiempos inveterados y maricastáñicos, se cita como “Marcha de frente Ramón Catalán”, ya me dirán ustedes cuanto y cómo hay que retorcer la historia de España, de la España de hoy y de siempre y cuán mentecato y tontol’haba hay que ameritar en los tests psicotécnicos, para andar por ahí salpicando de caca al paisaje y al paisanaje de la Tarraconense y espurriar de papilla a los de al lado.
Escuchemos la habanera, compuesta por Ortega Monasterio en 1968 -havanera en catalán- El meu Avi, (mi abuelo) que habla y homenajea a la fragata El Catalá, el millor buque de guerra de la flota española de ultramar, como reza la canción, comandada junto al Montserrat por el capitán Manuel Deschamps –suena a francés- y hundida al fin, tras forzar reiteradas veces el bloqueo de Cuba, en la guerra Hispano-Estadounidense del 98 como a su nostramo, timoner y catorce marineros, que dieron su vida por España concretamente y cuyos despojos descansan en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando, Cádiz.
El meu avi va anar a Cuba
a bordo del Català,
el millor buque de guerra
de la flota d’ultramar
el timoner i nostre amo
y catorze mariners
eren nascuts a Calella
eren nascuts a Palafrugell.
Quan el Català sortia a la mar
els nois de Calella
feien un cremat,
mans a la guitarra solient cantar:
Visca Catalunya, visca el Català.
Arribaren temps de guerra
de perfidies i traïcions
i en el mar de les Antilles
retronaren els canons
i els mariners de Calella
i el meu avi enmig de tots
varen morir
varen morir a coberta,
varen morir al peu del canò.
Quan el Català sortia a la mar
cridava el meu avi:
Apa nois que és tard
pero el valents de bordo
no varen tornar,
no varen tornar,
tingueren la culpa els americans.
Quan el Català sortia a la mar
els nois de Calella
feien un cremat,
mans a la guitarra solient cantar;
Visca Catalnya, visca el Català.
Estos apuntes del natural, esbozos de la extensa y maciza historia que nos mira desde la distancia de tantos siglos, constituyen una pequeña parcela de lo que intentan enturbiar y estercolar esta cuadrilla de impresentables descuideros, anticatalanes y boquicas, amparados en la tropelía, el trinque y la puñetera ignorancia inducida –sin duda- por la grietas que se dejaron los nueve sabios constitucionalistas del 78.
Los que llevamos un montón de apellidos catalanes, con los que no han soñado la mayoría de estos charranes y macarras, y sangre gerundense por un tubo, no podemos sino avergonzarnos de tanta estupidez. ¡Que les den!
¿Estamos tontos?