Urge reconstruir el Estado nacional (III)
Entre los defensores a ultranza de la partitocracia y de las autonomías políticas -cáncer de nuestra patria-, se encuentra el Partido Popular. Una organización política que en concubinato con el socialismo, no solo ha llevado a la nación hasta el capítulo doloroso del que hoy nos lamentamos de corrupción y latrocinio, sino que ahora está vitaminando también desde la sombra al marxismo en estado puro, Podemos. Marxismo criminal que explota el hambre, la injusticia y la miseria para levantar a las masas, y después esclaviza a todo un pueblo y lo priva de libertad, como está sucediendo actualmente en Venezuela.
Un marxismo auspiciado desde las universidades públicas, y al que están dando voz las veinticuatro del día los medios de comunicación que todos conocemos, es tratado con toda exquisitez, delicadeza y esmero. Un marxismo con una mochila a sus espaldas de cien millones de seres humanos asesinados, del que la democracia no habla, ni tampoco se explica actualmente en las escuelas españolas, pero que muchos de nosotros conocemos perfectamente porque significa la senda del hambre, de la miseria, de la sangre y del terror. Un marxismo del que hizo gala la Europa del Este -la extinta URSS y sus países satélites-, y que fue abolido definitivamente gracias al levantamiento de los propios trabajadores oprimidos en aquellas naciones.
Por eso, cuando tenemos esta lección sobre el marxismo todavía viva; lección elocuente y de hoy, del porqué y cómo fueron los propios trabajadores víctimas de aquellos dirigentes marxistas que en principio los incitaban a la revuelta, hay que decirles alto y claro a los trabajadores españoles, que no se dejen engañar por los podemitas que los quieren utilizar como vehículos torpes e inútiles de la subversión y el desastre a escala internacional, porque lo único que persiguen es arrancarles de cuajo su espiritualidad, su patriotismo y su libertad.
Hay que decirle a los trabajadores españoles lo siguiente: “los primeros nacionalistas españoles tenéis que ser vosotros, porque tenéis como patrimonio vuestra dignidad y vuestro suelo”. Por lo tanto, nada de lucha de clases, y sí reconstruir un Estado nacional al servicio del bien común que evite las injusticias que provoca esa lucha de clases; un rearme moral que nacionalice a los trabajadores españoles; y un Estado que defienda la propiedad privada como muestra inequívoca de libertad.
Es tarea del marxismo, empleando argumentos demagógicos fáciles de expresar pero difíciles de cumplir, hablar contra la propiedad privada. La propiedad privada es el último de los eslabones que debe romperse si queremos conservar nuestra propia libertad. La propiedad privada debe ser el fruto del trabajo, del esfuerzo y del sacrificio, y sirve para diferenciar al parásito, al vago y al holgazán, de aquel que con su esfuerzo y sacrificio ha conseguido su propio patrimonio por pequeño y minúsculo que éste sea. Por lo tanto, el que atenta contra ese patrimonio y esa propiedad desde unos postulados marxistas, una de dos, o es un holgazán y un envidioso, o lo que busca es medrar en la política a través de las filas de un partido, para no trabajar y vivir parasitando a costa del esfuerzo de los demás como desgraciadamente ocurre actualmente en España.
Cuando se implanta un estado socialista, en el puro y estricto sentido de la palabra; cuando queda abolida la propiedad particular como ocurre ahora mismo en Cuba o Venezuela; cuando nadie es propietario de nada sino que todo son concesionarios del Estado, entonces, no existe libertad de ningún tipo, somos todos funcionarios, mercenarios, gentes que perciben y cobran del Estado, mientras el Estado compra nuestro sometimiento político y ético arrancándonos ese espíritu de superación y sacrificio que distingue, metafóricamente hablando, a la hormiga laboriosa, emprendedora y trabajadora, de la cigarra cómoda, floja, vaga y holgazana. La propiedad privada, a la que se oponen radicalmente los podemitas y sus mareas, es la última salvaguardia de la libertad de cada ciudadano dispuesto a luchar por mantener su dignidad.
Cuando los hombres de un pueblo carecen de propiedad privada, son absolutamente esclavos del poder dictatorial del Estado. Es verdad que hay abusos en la propiedad privada, como existen abusos en el consumo del alcohol y no por eso se clausuran las bodegas o se arrancan los viñedos. Será el Estado con medidas ejemplarizantes y por justicia, quien tendrá que vigilar y legislar para evitar los abusos sobre la propiedad privada, evitando que esa propiedad, de forma ilícita o mediante la corrupción, se acumule solamente en manos de unos pocos, o que el poder económico de unos pocos transforme políticamente la nación.
(Continuará)
He leído las tres entregas que de momento se han publicado del mismo título, y tengo que decir que me ha gustado la exposición y el análisis. El fondo es en síntesis lo que este país necesita, una España unida, con justicia y orden. Espero la próxima entrega.