“El auténtico político no es el que pone su vela al viento de la opinión pública sino el que es capaz de decirle al pueblo: No tienes razón”. Luis Jiménez de Asúa

Pedro Sánchez ha iniciado su singular “cruzada” en favor de la soberanía del militante olvidándose de muchas cosas. En primer lugar, se ha olvidado de sus dos derrotas electorales consecutivas, pero también de otras acciones que no sólo a él -también a algunos que antaño fueron sus amigos mediáticos (PRISA)- no le conviene desenterrar. Me refiero al golpe de mano que Pedro Sánchez y PRISA ejecutaron sobre el PSOE madrileño antes de las elecciones autonómicas y municipales, cerrando la sede –cerrajeros mediante-, poniendo una gestora y eliminando de un plumazo al Secretario general y candidato. Pero no fue aquella la única medida de fuerza que hizo Sánchez, quien, cuando le hicieron abandonar la Secretaría general, dejó la estructura interna del PSOE regada de gestoras, que ahora maldice, simplemente porque han dejado de serle propicias.

¿Y cuáles son las ideas con las que Sánchez pretende recuperar la Secretaría general del PSOE? No hay que darle demasiadas vueltas para llegar a la conclusión de que esas “ideas” de ahora son un calco de las que otrora él decía detestar: las del populismo de Podemos.

Dentro de éstas, fijaré la atención en la más anticonstitucional de todas, esa que asegura que “España es una nación de naciones”, propuesta que pretende cargarse de un solo golpe un puñado de artículos de la Constitución española que la dejarían irreconocible, empezando por el artículo 1 (“La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”), siguiendo por el artículo 2 (“la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”), el artículo 3 (“El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla”), el 14, el 27, el 132, el 138, el 139, el 150, el 155…

En otras palabras, esa “nación de naciones” implica la desaparición de la única nación actualmente existente, España, que ha generado un Estado democrático, legal y legítimamente constituido. Por otro lado, no existe ningún ejemplo en el mundo de una “nación de naciones”. Una nación no se puede dividir en “naciones” y seguir siéndolo. O la nación de origen desaparece, o las nuevas naciones no podrían ser naciones independientes.

Semejante destrozo, que incluye, sin decirlo, el derecho de autodeterminación de esas supuestas “naciones”, ¿para qué se propone? Simplemente para darles gusto, en primer lugar, al PSC, luego a Podemos y finalmente a los separatistas catalanes. Una amalgama ininteligible con la que este orate político pretende formar un Gobierno “que saque, de una vez, al PP del poder”. Ése es el único objetivo (más personal que político) que este obsesivo personaje parece tener en la cabeza: presidir un Gobierno ingobernable.

Este hombre nunca ha sabido distinguir entre el adversario (el que te quiere ganar) y el enemigo (el que te quiere matar), por eso busca meterse en la cama con los enemigos, que no son otros que Podemos y los separatistas, y rechaza como si fuera su enemigo a un partido de derechas, sí, pero constitucionalista y democrático como es el PP. Una actitud demagógica que sólo puede florecer en un partido intelectualmente pobre y sectarizado al límite. ¿Es éste el PSOE de hoy? Pronto lo sabremos. Si Sánchez gana las primarias, la respuesta será sí.

Y es que en el ámbito partidario se ha ido creando una “profesionalización” que tiende a sofocar la vida interna. Profesionalización que se usa para saltar desde los cargos burocráticos internos a la vida pública, constituyendo así una endogamia detestable. Burócratas orgánicos y cargos públicos son hoy indistinguibles, pues pasan de una categoría la otra con suma facilidad.

Mientras no se separen las escalas y las funciones, haciéndolas estancas, es decir, impidiendo el paso de burócratas a representantes políticos, la endogamia irá creciendo. Un entramado arrasador para las ideas y propiciador del clientelismo.

Uno tiene la sensación, tras oír a Sánchez dirigirse a sus parciales, de que este hombre está subido en el alféizar de su ventana y está dispuesto a tirarse desde allí –y tras él arrojar al vacío a todo el PSOE- estrellándose y estrellándolo contra el duro suelo de una realidad social y política que no necesita de aventuras populistas y extremistas, sean de derechas o sean de izquierdas

La única explicación lógica de la actitud política de Sánchez es de carácter personal. Busca salvarse (y vengarse) él, y lo demás le importa muy poco.

Los militantes podrán votar a quien deseen, pero deben saber que votar a Sánchez es llevar al PSOE al suicidio… y no a largo plazo. Si ganara Sánchez, el Grupo parlamentario se uniría a los populismos de Podemos y de los separatistas catalanes para hacerle la vida imposible al Gobierno, y a Rajoy no le quedaría otra salida que convocar elecciones generales. Y en esas elecciones, el socialismo, con Sánchez al frente, estaría destinado a la irrelevancia política. Una irrelevancia, eso sí, muy de izquierdas y agarrada a las dos brochas populistas ya citadas: la de Podemos y la de los separatistas catalanes.

*Ex presidente de la Comunidad de Madrid.