(A Evolucionista, culto forista de AD). El Concilio Vaticano I (1870), entre otros dogmas, definió que todo ser normal detecta por sí mismo la existencia de un Ser superior. Es lógico: nacemos con el sentido del bien o del mal, como ley natural que está por encima de toda ley civil, convencional, egoísta o parcial. Por eso hasta el más salvaje tiene sentido de culpa o de honradez merecida y adora a ese dios representado en las potencias indomables de la naturaleza (terremotos, tsunamis, huracanes…) o fabrica una imagen en un tronco. De ahí que será juzgado por el uso que haya hecho de su conciencia natural sin pedirle conocimientos de revelación divina si nada de esto ha llegado a conocer.

Consecuencia: no puede existir el ateísmo científico, teórico, porque es indemostrable la inexistencia divina; mientras que tenemos cinco vías de demostración racional del teísmo. Por tanto: todo el que diga que es ateo miente. Hay dos clases de mentirosos en este tema. El agnóstico (teoría filosófica que dice que la mente humana no puede demostrar esa existencia) y el ateo a secas. La diferencia está en que el agnóstico, no es que no crea en Dios, sino que prefiere ser ateo para vivir sin responsabilidades morales, mientras que el ateo-ateo, no es que no crea en Dios, sino que lo combate, le odia y por eso desearía que Dios no existiese, para carecer de toda relación con la vida religiosa ordenada al culto y obediencia a las leyes divinas. Contradicción del ateo es que presume de su increencia. Yo no conozco a nadie que vaya presumiendo de no creer en fantasmas; porque no le preocupan. Si Dios no existiese, todo estaría permitido, pero ellos respetan el orden natural como imperativo de una conciencia discernidora del bien y del mal. ¿Por qué lo hacen? Ya dijo Unamuno que el ateo es ateo en país de creyentes, pero sería creyente en país de ateos. La cosa es llevar la contraria por un pedantesco intelectualismo huero. Son ciegos por odio a la Verdad y a sus exigencias lógicas. Es el peor pecado por soberbia pura y diabólica de rebelión. Todos los demás pecados incurren en egoísmos sin negar a Dios. Por eso el pecado de los ángeles es el peor de todos, por odiar al primer principio creador.

En los humanos, el ateísmo institucional es peor porque intenta cimentar un sistema político e imponerlo a los demás (Marx, el positivismo de John Stuart Mill, el liberalismo actual, etcétera) para justificar la lejanía de las leyes divino-positivas del decálogo y poder legislar contra ellas (aborto, divorcio, homosexualismo…), lo cual conduce a la idea de que este mundo es el único paraíso posible y desprecia todo lo que viene de arriba. El otro ateísmo de presuntos teóricos, como Sartre, Hegel, Nietzsche, Kant, Rousseau, Freud, entre otros, es más individual y antifilosófico, ya que no pasaron de intentar negar la existencia divina sin dar argumentos racionales, sino sentimentales (problema del dolor, de la restricción de libertad…) en buena parte por falta de una mínima formación e información religiosa.

Los ateos se hacen los sordos, los ciegos y los mal dispuestos.