Patriotismo. Nacionalismo. Independentismo
La ausencia de conceptos estrictos en materia de “ismos” referentes a nuestros deberes éticos para con el mapa geográfico que habitamos, trae la confusión moral a la hora de cumplir el individuo en su colectividad con las naturales obligaciones de todo ciudadano.
El patriotismo implica el deber de justicia, derivado del cuarto Mandamiento, como virtud cristiana, de honrar a los padres y a la patria, como principios secundarios de nuestro ser y gobernación (el primario es Dios). Eso es la piedad como hábito sobrenatural que nos inclinan a tributar el respeto a los símbolos representativos de esa patria con la que debemos colaborar como seres sociales, a la justicia pública, por la que preferimos antes a los compatriotas que a los extranjeros en igualdad de circunstancias; además, el tercer deber patrio, es la gratitud por todos los bienes recibidos del patrimonio de fe religiosa, cultura, educación y gobierno. Así, el patriotismo bien entendido es verdadera virtud católica y no mero sentimentalismo excluyente de otras patrias. Es fortaleza en la unión con esa gran familia milenaria, progreso moral y material en continuo crecimiento integral.
El exceso de patriotismo sería el nacionalismo, que desprecia con palabras u obras a todas las demás naciones, excluyéndose de sus deberes históricos y legales, en una endogamia soberbia y un complejo de superioridad idolatrando sus fronteras como ombligo del mundo, en ingrata contribución a sus raíces de principios secundarios en su ser y gobernación. Esta postura ingrata, deriva a otro “ismo” aún más anárquico como es el cosmopolitismo de los sin patria, que tienen por santo y seña el viejo adagio de los paganos: “Ubi bene, idi patria” (donde estoy a gusto, allí mi patria), pues “soy ciudadano del mundo”.
Estas dos posturas anticristianas y ateas las condenó el gran Pío XII en su encíclica “Humani Feneris” (1950).
El independentismo es enemigo del patriotismo y conecta mejor con el nacionalismo, pero no por amor a sus fronteras ni tradición histórica, sino por puro egoísmo de ventajas económicas y desprecio cuando no odio al resto de sus regiones patrias. Ingratitud, soberbia por complejo de superioridad inventada, manejismo de medios sociales engañosos, falseadores de sus orígenes históricos, deformadores de nuevas generaciones a las que envenenan con mitos del pasado y usan toda clase de efectos victimistas justificadores de tales posturas anticristianas y antisociales.
En este caso, ni qué decir tiene que no existe la unidad (de los integrantes del nacionalismo) y divide a la región (manejada por cuatro dictadores de pacotilla) en patriotas y antipatriotas, puesto que no se trata de buscar la liberación de un yugo colonial, al pertenecer ya a una patria común milenaria. Así, acaba por convertir esa región en una gulag ruso, donde las mismas familias sufren el calvario de las disensiones internas. Es el colmo de la estupidez etiquetada con el eufemismo de la libertad democrática y el falso derecho a la libertad de expresión que sólo expresa la mentira y el odio babeante.
El independentista es el caso del hijo pródigo, que al fin ha de volver a casa aunque sea con la cabeza rota y sus andrajos.
Si el patriotismo ama a los suyos y los defiende con uñas y dientes, heroicamente y con el martirio, el nacionalismo desprecia todo lo que no es suyo y el independentismo odia el concepto patrio y rechaza sus fronteras. Según esto, al patriotismo le caracteriza un mejor sistema político: la Monarquía (monos-arges-un sólo pincipio)
Al nacionalismo le caracteriza la oligarquía (oligos, excaso) o la tiranía repartida entre pocos. Al independentismo le caracteriza la anarquía (an.arges) o sin principio del comunismo que no tiene patria y lleva adosada la masonería disolvente de patrias, religiones y familias. “Cuando no somos esclavos de la ley, somos esclavos de otros” (Cicerón).
Solo se puede dar gracias por hacernos crecer en el conocimiento y acercarnos al mensaje de Nuestro Señor Jesús, un artículo suyo son como 100 clases de universidad , pasa lo mismo Con D. Cesar Vidal, cualquier texto o conferencia vale más que 1000 misas y 100 horas de universidad. Si me hago con un libro suyo padre.
La voz clara y contundente DE UN MUY DIGNO SACERDOTE.
¡Qué diferentes de oros cursas que “pululan” por los medios de comunicación, y no se sabe si sirven a Dios o al Diablo…