El cadáver exquisito de España beberá el vino nuevo
Se debe al poeta francés Paul Eluard (1895-1952), adscrito a las corrientes dadaísta y surrealista, aquel famoso verso que dice: «Hay otros mundos, pero están en éste; hay otras vidas, pero están en ti».
Este verso ha sido refundido y reciclado en la actualidad en España, país dadaísta y surrealista donde los haya, y nada menos que por boca del eximio poeta Pedro Sánchez, quien dijo, posiblemente inspirándose en el vate francés, aquello de: «Hay otras Españas, pero están en ésta», frase que queda mucho más elegante que aquellas indescifrables palabras transcritas del código de los indios navajos o del programa «Enigma», en las que decía eso de «nación de naciones». Es decir, que «hay otras naciones, pero están en España». Esto sí que es surrealismo puro y duro, oiga.
Y a mí se me ocurre también, parafraseando a Eluard, otro verso parecido, de sublime inspiración surrealista: «Hay otros Sáncheces, pero están en éste». El problema es que vete a saber dónde está el «éste» de marras, porque igual inaugura su cargo de secretario general del PSOE con una enorme bandera de España, que después habla de Patria plurinacional; que lo mismo pastelea con los filoterroristas e hispanófobos coletudos, que dice que apoya al Gobierno en su defensa de la legalidad vigente; que promociona una nación gallega inexistente, lo mismo que se disfraza de constitucionalista.
El caso es que, lejos de haber muchas Españas, solamente ha habido una, que además ha sido grande y libre durante muchas épocas de su historia, en especial la España de Franco, que representaba las más puras esencias genuinas de nuestra identidad.
La fatídica Transición clonó aquella España, inventándose 17, y así nos ha ido, hasta el punto de que cualquier día de estos Sánchez sorprende al dadaísmo y surrealismo mundial diciendo aquello de que «Hay muchas Cataluñas, pero están en ésta».
Y ahí tenemos una prueba más de que somos un país esperpéntico y surrealista, porque estas barrabasadas antiespañolas son votadas por 5 millones y medio de ciudadanos, que se sienten españoles, pero que apoyan a los Sáncheces que van por nuestros páramos y ciudades como caballos locos. Lo mismo cabe decir de los impresentables coletudos, buitres de Transilvania, que se alimentan de la carroña como hienas manchadas, siempre buscando camorra, siempre tocando los cojones a la Patria, siempre molestando, acusando, chinchando… otros 5 millones de votos van ahí, a los que proclaman el derecho de autodeterminación de todas las comunidades autónomas.
Si a estos dadosurrealistas le añadimos nuestro invento de una derecha socialdemócrata ?cuya consigna a lo Eluard es: «Hay un Rajoy, pero no sabemos dónde está»?, y de un centro-derecha cuyos sobacos le huelen a izquierda LGTBI al Rivera, ahí tenemos un conciliábulo antipatriótico de aquí te espero, que por unanimidad pide «diálogo» con los independentistas catalanes. Tres palabras hay en la vida que, referidas a la política, se me hacen ya insoportablemente odiosas: democracia, diálogo y negociación. La razón es muy sencilla: las tres suponen claudicar ante los delincuentes, ante los violentos, ante los separatistas, concediéndoles todo lo que piden por miedo a que se enfaden y nos den un par de collejas… o que se inventen otras Cataluñas, vete a saber. En mis tiempos, daban sopapos a los niños malos, y se enchironaba a los delincuentes: ahora resulta que se les premia. Sic transit gloria mundi.
Ese aquelarre de los cuatro partidos mayoritarios conjurados para descuartizar España igual que Seth desmembró a su hermano Osiris ?solo que España la partirán en 17 pedazos, mientras que al dios egipcio trocearon en 14?, me recuerda sobremanera un jueguecito surrealista inventado por el mismo Eluard, André Breton y otros, que ha hecho fortuna hasta nuestros días, llamado «El cadáver exquisito». No me digan que es una magnífica metáfora surrealista para describir poéticamente ?con un toque gótico, además? a España en la desdichada hora actual, porque, damas y caballeros, «aquí huele a muerto».
El juego éste consiste en que un grupo de personas construyen una frase o imagen yuxtaponiendo individualmente palabras o imágenes al azar, de manera que cada participante ignore las aportaciones de los demás, con lo cual el resultado final escapa a todo raciocinio, ya que la aleatoriedad de su construcción hace que escape a la lógica, integrándose plenamente en el absurdo del surrealismo.
Su nombre proviene de la frase «El cadáver exquisito beberá el vino nuevo», elaborada según esta técnica en 1925 por Eluard y sus colegas, que ha quedado como nombre del juego, que, dicho sea de paso, no es raro que se practique bajo el efecto de sustancias alucinógenas o experiencias hipnóticas.
Pablo Neruda y Federico García Lorca llamaron a este juego «poemas al alimón»; Nicanor Parra y Vicente Huidobro, «quebrantahuesos», nombre excelente para describir la realidad de nuestra Patria, si lo traducimos por «quebrantaEspañas», pues de eso es lo que este alucinógeno conciliábulo se propone hacer, ante la mirada alelada y bovina de un pueblo sometido a los súcubos del NOM.
El juego ha sido adaptado también para hacerse utilizando gráficas por computadora, para construir objetos surrealistas, y hasta se ha propuesto una adaptación a la arquitectura. Incluso se han hecho películas mediante esta técnica en la Universidad de Nueva York, por ejemplo.
Pues ahí los tenemos, a los cuatro surrealistas de marras, en siniestro aquelarre ?¿alucinógeno? ¿hipnótico??, reuniéndose en un tanatorio con forma de Congreso, en una pestilente Morgue, diseñando una España-Frankestein, amortajando a nuestro exquisito cadáver, mientras ellos se beben el vino nuevo de nuestras tierras… qué digo, mientras brindan con cava catalán. Porque la autopsia de esta delicatesen cadavérica no hará ninguna falta: entre todos la mataron, y ella sola se murió.
Negocia que te negocia, dialoga que te dialoga, reformarán la Constitución para dar mejor financiación y más competencias a las autonomías, metiendo de tapadillo el veneno de los referéndum pactados de autodeterminación con los que crearán un bonito cadáver, una exquisita Patria amojamada y eviscerada, paraíso de los gusanos mundialistas, en cuyo funeral las hordas catalanitas bailarán sus macabras sardanas, mientras los dantzaris cabriolearán al son de los chistus, gritando sus «¡Aurrera!». Bonito funeral.
Ya lo dice aquella frase:«Democratiza deprisa, muere joven, y tendrás un cadáver exquisito».