¿Hasta cuándo, Cataluña, abusarás de nuestra paciencia? (la conspiración de los catilinos)
Laureano Benítez Grande-Caballero.- Después de 30 libros publicados, hace poco más de dos años sentí una llamada al mundo periodístico, y me aventuré a escribir artículos para la prensa digital.
Todo empezó aquel día en el que —entre vaharadas de azufre— vi al Turrión de las estepas, al Nosferatu boliviano, al Rasputín del Palacio de Invierno, y me dije que ahí había tomate, pues percibí claramente en él el «perfectus detritus» de los Bellidos Dolfos que en España han sido.
Así que no tuve dudas, me pinté la cara de rojigualda, y, con mi pluma como mosquetón, me eché al monte del periodismo en un maquis incontenible, convertido en guerrillero antimameluko, en martillo de rojos, en requeté de los invencibles tercios de Cristo.
Después de más de dos años de lucha, mis lectores habrán percibido que mi mantra favorito se puede resumir en dos palabras: ¡Despierta, España! Porque todo mi esfuerzo ha ido encaminado a poner al descubierto la siniestra conspiración con la que los poderes globalistas —comandados por el Señor de las Moscas— quieren destruir nuestra Patria, promoviendo el anticatolicismo y el antiespañolismo.
En muchos artículos he desarrollado verdaderas arengas a mis compatriotas para que, en primer lugar, tomasen conciencia de los perversos planes de las fuerzas del Mal contra nuestra amada España, para después conminarles e invitarles con verdaderas catilinarias a que combatiesen con decisión y valentía el Mal que nos asedia, defendiendo nuestros solares ciudad por ciudad, calle por calle, casa por casa, metro a metro, corazón a corazón.
Como fondo, he denunciado con frecuencia —muchas veces con crudeza— el «infierno de cobardes» al que nos había llevado nuestra pusilanimidad, el estado catatónico y lobotomizado en el que había sumido a nuestro pueblo la indiferencia ante la extrema gravedad de este asedio a nuestro país. Ante la España en llamas, quise sacudir a los españoles para que recuperaran el espíritu de Covadonga, del 2 de mayo, del 18 de julio, el espíritu de Ermua, incitándole a la movilización contra sus enemigos, recuperando los valores de gallardía y patriotismo que hicieron legendaria nuestra raza.
Hasta que llegó el glorioso 8-O, fecha que quedará en los anales de nuestra historia, pues supuso la comprobación de que España, por fin, se ha sacudido la letargia y el miedo, echándose a la calle en una estampida patriótica como no se recuerda otra, en una marea de españolidad que marcará un antes y un después en nuestro devenir como pueblo. Y que, además, tuvo lugar el día de mi cumpleaños, por lo cual acepté esa gigantesca demostración de españolía como el mejor regalo que jamás me hayan hecho para mi onomástica.
Fue un 2 de mayo incruento, un levantamiento pacífico que atravesó el Rubicón de 40 años de fascismo nacionalista, que empuñó nuestra bandera como letal arma de destrucción masiva, que uniformó a los redivivos tercios que conquistaron el mundo.
Si el Armageddón secesionista da a España un ambiente macabramente gótico, de aquelarre jalouinesco, donde cabalgan desbocados «sleepy hollows», y donde sobrevuelan nuestros cielos rojigualdas las brujas brujeras de la conspiración catalanita, la desbordante manifestación derrotó el terror separatista con su aire goyesco, de majos y majas desafiando con valentía a los mamelucos vendepatrias, asaltando con banderas y canciones a sus caballos de Troya, a sus «segadors» perroflautados, a sus enlogiados líderes.
Y también vencimos al jálouin catalanita con la ventana que abrimos a la Roma andaluza —que diría Lorca—, ya que con el aura luminosa del 😯 perfumamos España de un aroma clasicista y humanista que exorcizó tanto demonio desatado más allá del Ebro, pues el grito que España lanzó al mundo en aquella gloriosa jornada puede expresarse con la famosa frase de Cicerón: «¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» ?«¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?»—.
Ésa exclamación ciceroniana —cambiando paronomásicamente Catilina por Cataluña— es bastante parecida a la frase que suelo usar en mis artículos para expresar mi hartazgo de nuestra clase política, sometida inicua y esclavizadamente a los dictados de Soros y compañía: «Damas y caballeros, estoy muy harto y no puedo soportarlo más».
La famosa frase ?perteneciente a la primera «Catilinaria»? la pronunció Cicerón ante el Senado el 8 de noviembre del 63 a.C., en el Templo de Júpiter capitolino, con el fin de denunciar la conjura contra la República del senador Lucio Sergio Catilina (108-62), felón que tramó una conspiración —que incluía maquinaciones «manu militari» para asesinar a Cicerón y a numerosos senadores—, obsesionado por su ambición dictatorial de poder, ante sus repetidos fracasos para acceder al cargo de cónsul. Su carrera política se basaba en el soborno y el populismo, pues se hizo con el favor de la plebe prometiendo la condonación de las deudas y el ofrecimiento de privilegios a los veteranos de Sila.
No es por señalar, pero… ¿a qué personaje les recuerda Catilina? Para completar el cuadro y ofrecerles más pistas, veamos la descripción que hace Cicerón del personaje catilinario, un «perfectus detritus» de la República: «Su espíritu era temerario, pérfido, veleidoso, simulador y disimulador de lo que le apetecía, ávido de lo ajeno, despilfarrador de lo propio, fogoso en las pasiones; mucha su elocuencia, su saber menguado. Su espíritu insaciable siempre deseaba cosas desmedidas, increíbles, fuera de su alcance. A este hombre, después de la dictadura de Sila, le había asaltado un deseo irreprimible de hacerse dueño del Estado y no tenía escrúpulos sobre los medios con los que lo conseguiría con tal de procurarse el poder […]». Un poco más adelante, da el estoconazo definitivo, cuando Cicerón alaba el excelente estado de la república de los antepasados, «y cuán grande la dejaron para que poco a poco se transformase de la más hermosa y excelente en la peor y más infame».
Sí, podría ser Puigdemont, o Junqueras… Catilina podría ser, incluso, Cataluña en pleno. Sin embargo, si tenemos amplitud de miras, Catilina constituye el perfecto retrato de casi todos los políticos, muchos de los cuales son capaces de traicionar a su pueblo y a sus electores con tal de acceder a los terciopelos y moquetas del poder. Porque, ¿qué podemos esperar de un contubernio de políticos que han vendido su alma a los dictados del mundialismo bilderbergiano? La gran mayoría de los políticos descollantes han sido programados en los pesebres del globalismo vendepatrias, y desde allí diseñan al alimón sus malignas conspiraciones, los devastadores jalouines con las pretenden llevarnos a ser carne de cañón en el futuro gobierno mundial.
Y así, podríamos adjudicar la denuncia de Cicerón tanto a Rajoy como a Sánchez, a Rivera tanto como al Turrión… y, por supuesto, a la pléyade de los sediciosos catalanitas, puesto que todos son catilinos, conjurados para el mismo fin.
¿Hasta cuándo, Rajoy, abusarás de nuestra paciencia, proclamando la puerta abierta de la negociación con los separatistas para premiarles su sedición con más dinero y más prebendas? ¿Hasta cuándo, Pedro, tendremos que soportar que las pocas veces que defiendes a España no se deban a tu amor a la Patria, sino al miedo a perder votos? ¿Hasta cuándo, Riverita, tendremos que aguantar tu progresismo globalista, que quiere entregar nuestra soberanía a la Europa de Bilderberg? ¿Hasta cuándo, Turrión catilino, abusarás de la ignorancia de los que te votan, de los medios de comunicación que tanto te inciensan, de los sueldazos que te paga la Patria a la que quieres desguazar? ¿Hasta cuándo, catilinos de la estelada, tendremos que aguantar vuestro «Himalaya» de mentiras, vuestro lavado de cerebro goebbeliano, vuestra amenaza de la Repúblika orwelliana, regida por el «Gran Segador»?
A todos estos traidores y conspiradores se les podrían dedicar las sabias palabras de la «catilinaria» ciceroniana, solamente pasándolas al plural:
«¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía juguete de tu furor? ¿Dónde se detendrán los arrebatos de tu desenfrenado atrevimiento? ¿No has comprendido, no estáis viendo que ha sido descubierta la conjuración? ¿No ves que tu conspiración no es para nadie un secreto y que ya la tiene todo el mundo por encadenada?
¿Creerás aún, Catilina, en el secreto de tu conjuración, cuando ni la noche encubre con sus tinieblas tus culpables conciliábulos? Cambia de pensamiento, créeme, Catilina: abandona tus proyectos de incendio y asesinato. Lo sabemos todo: la luz del día no es para nosotros tan clara como tus culpas.
¡Oh dioses inmortales! ¿Dónde estamos? ¿En qué país vivimos? ¿Qué gobierno es éste? Aquí, padres conscritos, aquí mismo, entre nosotros, en el seno de esta corporación, la más santa y augusta del universo, toman asiento unos hombres que premeditan mi muerte, y la vuestra, y la destrucción de Roma; ¿qué digo?: ¡el fin del mundo!»
PD: Damas y caballeros, estoy muy harto y no puedo soportarlo más.
Gracias, Laureano
Es muy evidente que el gobierno español nos ha traicionado.
Tenemos que seguir presionando, cada vez con más fuerza.
Para conspiradores de aquella época, el infame Marco Licinio Craso. Se le considera el creador de las brigadas de bomberos sólo que él sólo accedía a apagar el fuego si el propietario se avenía a vender su propiedad por una fracción de su precio. De ahí a encarrilar a Espartaco en su sangrienta huída hacia Roma (contra su voluntad) para provocar el terror de la población y ser nombrado pretor. Tras aplastar la revuelta de gladiadores (pese a que los honores fueron para Pompeyo) fue nombrado cónsul y Roma perdía así su gobierno republicano para ser sometida a continuación por… Leer más »
Don Laureano Benítez Grande-Caballero, somos muchos los que como usted estamos muy hartos y no podemos soportarlo más. Aunque con retraso muchas felicidades.
Un saludo muy cordial
El puchgi es a Catilina lo que una china del zapato a júpiter. Todos sabemos que era el tonto útil de los otros hijos de puta, todos sabemos que no manda una mierda. Hay que hablar para el resto, y hay que hablar deteniéndolos y encarcelándolos, ya está bien.
Aunque con retraso, como es lógico, quiero desearle feliz cumpleaños, D. Laureano. Le agradecezco al mismo tiempo su prosa y su poesía, hermosas y comprometidas con los valores de nuestra nación que tan desinteresadamente comparte Ud. con los lectores AD. La pluma, como el fusil, son armas de las que nuestra Patria está muy necesitada.