Rusia, Cataluña y… conversiones
Antonio Ríos Rojas.- Qué aburridos y anodinos me parecen los hombres que mantienen las mismas ideas desde que nacen hasta que se mueren. Hacen gala de dos virtudes muy apreciadas hoy en día: son consecuentes y son transparentes. Pero entender así a un hombre es vaciarlo de sangre y de alma. Siento más aprecio por aquellos hombres que, despiertos, en combate con los demás y consigo mismos, cambian, giran, vuelven hacia atrás, a revisar un camino, unas ideas, a depurarse, limpiarse. Los conversos –igual cual sea la dirección de la conversión- son la sangre y la sal del mundo. Ellos hacen creer que no somos ni transparentes ni consecuentes robots, que algo falla en lo planeado desde la cuna, que algo se cura, sana, cicatriza y que algo nace y se robustece. Un hombre que, como Don Quijote, se vence a sí mismo, es un hombre de mi agrado. Y como los individuos, también los países suelen verse sometidos a estas conversiones. Ahora bien, cada época ofrece al ser humano una dirección más bella que otra de vencerse a sí mismo y a una poderosa circunstancia dada.
En siglos pasados, por ejemplo, resultaba más doloroso y heroico levantarse contra una fe inquebrantable en la vida eterna y abrazar al ateísmo. Hoy resulta más doloroso y heroico levantarse contra una progresía mamada desde la cuna, desde las escuelas y desde el televisor y volverse conservador. Es más doloroso porque uno suele quedarse sólo y sentir un profundo desarraigo con el mundo, y es heroico porque combatiendo a la progresía no se combate sólo a un cuento de hadas, sino a una fuerza política destructiva letal, cuyos tentáculos son más devastadores que los de la Iglesia católica en sus días de mayores glorias. En realidad, volverse algo conservador fue “cosa de la edad”; pero hoy, cuando cincuentones y sesentones tienen la misma vaciedad que un adolescente, convertirse a tradicionalista, volverse conservador, es una tarea bella y heroica. Pero estrictamente un conservador, un tradicionalista, no se convierte, sino que se “reconvierte”, vuelve, retorna al hogar y en ese retorno puede llegar a sentir a la patria como hogar, nunca perfecto, pero un hogar que nos ha dado un modo de pensar, una esencia, un lenguaje, una literatura, un arte que está profundamente dentro de nosotros. Estrictamente, pasar de ser progre a conservador no es convertirse, es retornar. Se trata de algo mucho más difícil hoy en día -sobre todo en el país de estultos en que se ha convertido España-, que cualquier conversión pura.
Vladimir Putin es un converso de este cuño, un retornante, uno de los que se ha atrevido a girar, a mirar atrás, a buscar el vientre materno, sabiendo que lo que el mundo actual da a luz bajo el nombre de “individuo” es un monstruo. Del ateísmo comunista, tan impropio del alma rusa, Putin ha retornado al seno del cristianismo ortodoxo ruso, pero tuvo más fácil retornar que un español de a pie, pues Putin no tuvo que dar el gran salto a la noche oscura sanadora que es la que se requiere para pasar del progresismo al conservadurismo. Como miembro de la KGB y convencido comunista tenía más a mano el tradicionalismo imperialista que ahora profesa –pues el comunismo fue todo menos “progre”-. Así que Putin sólo tuvo que quitar la mala cizaña y la ira de la venganza para hacer resucitar a Rusia.
Yo me tengo por un semiconverso español. Un retornante a medias. Fui creyente y progre, y ahora ateo y conservador, y por eso, por ese “semi”, por no tener una ceguera de converso, quisiera mirar con cautela algún aspecto de la realidad rusa. La conversión o semiconversión no ha de estar reñida del todo con someter las ideas tan duramente ganadas a una realidad que siempre es compleja, para pasar de la ideología a un mínimo de filosofía, trayendo así una tesis, contrastándola con una antítesis, para obtener finalmente una síntesis. Eso haré en este caso acerca de Putin. Así, a fin de aclárame a mí mismo, quizás pueda aclarar a algún lector.
Mis ideas conservadoras, por ejemplo, me llevarían –y lo hacen realmente- a tener como tesis una simpatía incuestionable hacia Vladimir Putin: freno a la inmigración descontrolada, sentido tradicional de la familia, mecenas de grandes artistas y deportistas (Putin ama de verdad la música clásica, la ópera y practica con éxito muchos deportes), recuperación de valores cristianos, etc. Sin embargo, como he dicho antes, hay que presentar una antítesis. Esta, me la han traído algunos artículos recientemente aparecidos en la prensa española, que resaltan el supuesto hecho de que Rusia parece decantarse por el derecho de los catalanes a la independencia. Con esta antítesis no puede tener la tesis de mi simpatía hacia Putin un desgarro mayor. Uno de esos artículos, de Jorge Martín, aparecido en este mismo periódico, aunque alertaba sobre Rusia, enfocaba más el problema en la defensa que Letonia y Ucrania parecen hacer del independentismo catalán. Otros artículos, aparecidos en el Diario El País a finales de septiembre (25 de septiembre de David Alandete y 30 de septiembre de Pilar Bonet) alertaban de una red de propaganda incendiaria a favor de Cataluña cuyo responsable último sería Rusia, y cómo no, Putin. Una debilitación de la UE beneficiaría a los intereses de Rusia (de esto se viene hablando desde hace años). Alertaban especialmente estos articulistas contra Julian Assange y sus twitts a favor de Cataluña y contra la represión “franquista española”. Y avisaban que Assange es un incendiario al servicio de Putin y de los intereses económicos rusos.
Así, contrastando la realidad de mi simpatía hacia Putin con estas noticias, realmente plausibles, luchando tesis contra antítesis, he de buscar necesariamente una síntesis. Pero antes de ello hay que aplicar cierta fenomenología e ir a las palabras de Putin. Putin mismo no ha hecho ninguna declaración fuera de tono sobre Cataluña. Dos han sido sus declaraciones. Las primeras muy correctas. Espera –dijo- que la situación se reestablezca, e insiste en que es asunto interno del gobierno de España el reestablecer la situación. Las segundas declaraciones (más recientes) han culpado a la UE de blanda y de facilitar la independencia de Cataluña habiendo facilitado la de Kosovo. Su amigo y consejero, el filósofo y politólogo Alexander Duguin –otro día hablaremos de él con más detenimiento- se ha mordido menos la lengua: España fracasa –afirma- porque no existe una fuerza de derechas patriótica que haga revivir “al gran espíritu español”.
En el artículo de El País arriba citado, Pilar Bonet -aunque no menciona a Duguin- afirma que esa es más o menos la posición de los medios de comunicación rusos, que apuntan al fracaso de Europa en general, más que al de España en particular. Evidentemente, es de suponer que aunque Putin se expresara con más prudencia, su pensamiento no dista mucho del de Duguin, y desde luego, ambos distan muchísimo del pensamiento adolescente del tonto de Assange. Duguin ha sacado el tema de una derecha patriótica y esto nos da pistas para enfocar la postura real de Rusia ante Cataluña. La síntesis buscada se va formando. Pero vayamos por partes. Primero, veamos a la derecha europea que Putin-Duguin defiende, y después miremos a Cataluña.
La pregunta está servida: ¿no habría que matizar y decir que Putin no quiere debilitar a Europa, sino a esa realidad antieuropea que es la Unión Europea? Quizás un paso económico hacia atrás que suponga cien pasos morales hacia delante nos ayude también a dar con el tiempo cinco pasos económicos hacia delante. La esperanza de los que votan a la derecha europea es también económica, de clases medias desangradas que ven favorecidos a inmigrantes frente a sus propios hijos. Putin y Rusia nos hacen un regalo. Están dispuestos a mostrarnos cómo ellos han recuperado el camino tras ochenta años de comunismo, sabiendo inspirarse en la gran historia de Rusia y en el recuperado cristianismo ortodoxo, del que se sienten orgullosos. Putin nos indica un camino, el suyo, pero el que ha de recorrer Europa es más arduo, pues Europa debe limpiarse primero de la hediondez del pensamiento progre. Ya lo hemos dicho arriba hablando de las conversiones.
Sin duda, puede que Putin-Duguin alienten a la llamada extrema derecha europea -la misma que curiosamente dicen temer Podemos y los independentistas, con lo que ya nos vamos aclarando mucho más-. Pero Putin y Duguin se pueden permitir alentar a esa derecha europea, pues ésta no tiene aspiraciones imperiales como las tiene Rusia, y además, a Putin –listísimo en matar dos pájaros de un tiro- esa derecha le protege por el sur del integrismo democrático que acoge en el seno de Europa a hordas musulmanas que amenazan con destruir la identidad occidental.
La derecha que surge en Europa, y que Putin y Duguin, sin duda alientan, no es de carácter fascista-ofensivo, es de carácter netamente populista-defensivo (sobre esto indagaba más Esteban Hernández en un excelente artículo aparecido el 15 de octubre en El Confidencial), es decir, esa derecha es más nacional de lo que lo fue el fascismo, pues el nacional socialismo alemán –pese al nombre- fue ante todo imperialista, y hasta lo fue el de Mussolini. Sólo el español fue nacional, porque en realidad no fue fascismo. Así que al carecer de impulso imperial y tener más impulso defensivo, la derecha populista europea –que de gobernar sólo podrá hacerlo con alianzas socialdemócratas o liberales-, no perjudica a la grandeza económica rusa, más bien Rusia saca tajada de ella. Putin actuaría como un Mefistófeles vuelto del revés, ofreciendo alma a los países europeos a cambio de pan, y no quitándoles el alma a cambio de una falsa juventud. En esto entiendo bien a Putin y le justifico.
Pero volvamos de nuevo a Cataluña. Putin y Duguin no alientan a los independentistas catalanes como alientan a la derecha populista europea. Ni Putin ni Duguin escriben imbecilidades como Assange; Duguin sólo ha dicho que la actuación de la policía española no vale para nada, porque el PP nada tiene que ofrecer, es decir, Duguin está clamando por una derecha real española. Sólo un tonto integral como Assange se atreve a criticar la “crueldad” española frente a un “pueblo libre y democrático catalán”. Aquí no es Assange marioneta de Putin, aquí lo es de la tontez contemporánea –que diría Luis del Val-. No hay que pensar que todos los hilos están trazados. En el mundo hay muchos hilos sueltos, demasiados, y muchos tornillos también.
Pero ofrezco también una reflexión para los muy rebuscados y amigos de confabulaciones: si Rusia defiende a Cataluña, sólo lo haría con la intención de destrozarla –más de lo que ella se está destrozando a sí misma-, pues en el caso de dar crédito a esos avisos que hizo el diario El País, si Rusia apoyara a Cataluña, haría surgir en España ese espíritu de la derecha dormido del que habla Duguin, con lo que el independentismo catalán tendría sus días contados. Esta vía es demasiado fabulista pero es la única que podría dar sentido a un apoyo de Rusia a Cataluña, pues si Rusia tiene que sacar tajada no la va a sacar de Cataluña, que quiere separarse para ser más rica, más europeísta, y que se mueve al son de “refugies welcome”.
Trayendo, pues, como tesis mi correspondencia ideológica con Putin y como antítesis las noticias y las sospechas, mi síntesis es clara, y es que somos más bien los españoles los que podemos sacar tajada de Rusia y de los anhelos de Duguin: “que despierte el gran espíritu de la unidad española”. Y si por despertarnos el alma, Rusia saca tajada económica, justo es que lo haga. ¿Acaso no son ellos los que están dando la cara contra la barbarie del DAESH mientras que la España de la Reconquista duerme en los laureles? Sí. Rusia ha vuelto a beber de las fuentes que le dieron grandeza. España duerme como un lirón y en las escuelas no se enseña sino a soñar al modo de Zapatero, así como al modo catalán, vasco, andaluz, gallego, canario. Y por eso, España debe mirar a Rusia, y de paso hacer escala en Hungría.
Rusia, Hungría y España fueron los países europeos que tuvieron que desangrarse, defendiendo al centro de Europa de ser hoy un sultanato. Mientras que en muchas óperas de Mozart y Rossini se permitían el lujo de ver al turco como un bárbaro cómico (¿qué fueron los dos sitios de Viena comparados con ocho siglos de invasión islámica?), en España, como en Rusia y Hungría, sabíamos de la tragedia. A España se le fue olvidando, porque eso le quedaba muy atrás y porque se había tragado entera su leyenda negra. Pero sí, la ilustración, el humanismo, el idealismo, todo lo que es Europa, son productos de lujo de franceses y alemanes, posibilitados por la sangre derramada de España, Rusia y Hungría.
Rusia y Hungría son ahora pueblos sanos y despiertos, mientras España está gravemente enferma y dormida. Ellos saben gozar de su actual salud por dos causas; primera, porque jamás se arrepintieron de haber frenado (Rusia) y expulsado (Hungría) a la barbarie musulmana; es más, hicieron de ello su seña de identidad; segunda: aprendieron a librarse de la terrible enfermedad soviética, y tras ella supieron por instinto que la democracia parlamentaria liberal podía ponerles de nuevo en manos del monstruo. Ellos, por instinto, no dejaron que la democracia ablandara del todo sus mentes y destruyera sus tradiciones, y supieron tomar lo único bueno que les dejó el comunismo: rigor consigo mismo, sacrificio, recelo hacia el progre.
Hoy no sería malo pensar como mera posibilidad que si Franco hubiera perdido la guerra y España hubiera quedado arrasada por el comunismo, quizás aquella pérdida de entonces hubiera sido nuestra salud de hoy. Viéndole la cara al monstruo comunista, en lugar de ser España hoy antiespañola, sería amante de sus tradiciones, no se avergonzaría de ser católica, y en lugar de Podemos –partido que pretende volver a la situación en la que España estuvo a punto de ser soviética-, tendríamos hoy una auténtica derecha tradicionalista. Pero tenemos lo que tenemos y en ese tener tenemos a la Rusia de hoy iluminándonos. Recelo ante el progreso y ante la modernidad, recelo ante toda democracia que antes no haya salido de un pueblo sano y no enfermo por los medios de comunicación e información de google. Progreso, pero para dedicarlo a defender nuestras fronteras y no a operaciones de cambio de sexo.
Al inicio de este escrito hablaba de conversiones. España no tuvo estrictamente que convertirse para alzarse contra el Frente Popular, tuvo simplemente que decir “basta” y reconvertirse. Demasiado privilegio para que los ingenuos lo aprovecharan en 1978. La auténtica conversión de España es de esa fecha. Y ha resultado nefasta. Es la conversión en algo que no es España, es la conversión menos heroica, la más vulgar, la conversión a la modernidad y al progresismo (ya iniciada en el franquismo), con su valor vago de tolerancia y la equiparación –por dicho valor- de la opinión del tonto con la del sabio. Hoy lo vamos viendo y más tarde o más temprano tendremos que volver a decir “basta”, a reconvertirnos, con la esperanza de que esta vez la reconversión sea más duradera y más profunda. Sólo faltan dos cosas, un Putin español –no es necesario que domine deportes y que hable siete idiomas- y un pueblo español dispuesto a sacudirse el yugo de su edulcorada, acaramelada, vacía, infantil estupidez.
Mi opinión es que sí, Putien está apoyando a los separatistas. Las declaraciones públicas de Putin no tienen por qué corresponderse con sus actos reales a través de sus servicios de inteligencia. Una superpotencia como Rusia no puede abiertamente declarar su interés en fraccionar a España, pues sería poco menos que una declaración de guerra mundial. No se olviden los soldados rusos sin insignias entrando en terreno ucarniano: no es lo mismo que entren identificados como soldados rusos que no; y no es lo mismo tramar la independencia de Cataluña que defenderla en público. En realidad las declaraciones de Putino… Leer más »
A Putin le han pillado con el carrito del helado pero le va a costar caro posiblemente la presidencia.
Artículo muy bueno y muy interesante.
El Pueblo Español, es ahora mismo, un perro cubierto de garrapatas de todos los colores. Al perro, le queda poca sangre. Si esperamos que vengan veterinarios de fuera a quitarlas, vamos dados, solo vendrán buitres a por los despojos. Tendrá que quitárselas él mismo, despacio, a dentelladas, rascando con las patas o bañándose en aceite, si quiere sobrevivir. Putin, me cae bien, creo que es bueno para Rusia pero eso, para Rusia. Aquí no parece que haya un símil de Putin que sea bueno para España. A ver si aparece alguno.
Putin no es ni demócrata, ni conservador ni nada, es un simple dictador mascada por una supuesta democracia, Rusia no es un país libre es un país sometido a los deseos de Putin, no necesitamos un Putin español, necesitamos un político que sepa enderezar este país, un Franco mejorado, sin dictadura, sin presos políticos, con libertad de expresión sin libertinaje y sin nadie más igual que otro.
¿Nos dejarán?
no, pero yo no quiero un Putin en España, uno que no mira para su pueblo y solo mira su bolsillo