Prontuario de hagiografías para meditar: Santiago Casares Quiroga (XX)
Nacido en al Coruña en 1884 en el seno de una familia de elevada posición social y fortuna. Abogado, republicano acérrimo, anticlerical y galleguista, forma parte del Pacto de San Sebastián de 1930 para derrocar a la monarquía mediante la insurrección.
Al proclamarse la República -diputado del 31 al 39 y Presidente del congreso en alguna ocasión- entró a formar parte del gobierno provisional como ministro de Marina y luego en el de 1931-1933 primero como ministro de Gobernación y después de Justicia. En el de febrero del 36 de Obras Públicas hasta mayo y de Gobernación de nuevo y Presidente del Gobierno y ministro de la Guerra de mayo a julio del 36. ¡Este hombre valía para todo! No en vano era amiguísimo de Azaña. Huele a que en el pacto no elevado a acta, en la conjura de San Sebastián, se había formado un grupo de republicanos radicales endogámico, una familia unida que ríete de la mafia calabresa y que no se salía nadie del guión ni del grupito de cabeza.
En junio del 36 mantuvo un duro debate con Calvo Sotelo en el que le responsabilizó “de cualquier cosa que pudiera suceder”. Si esto no es una amenaza, tipo Pasionaria, que venga Dios y lo vea. Era el único que quería fusilar a Sanjurjo y evidentemente proletarísta. La razón que se airea para su destitución es que no quiso entregar las armas a los sindicatos, según le ordenaba Azaña.
A Casares se le ha llamado cobarde, timorato, tísico, histriónico, liberal, mecenas y eso de que no quería armar a las masas está en duda. Parece que el que gobernaría era Azaña por persona interpuesta, porque siempre se mostró fiel cumplidor de las órdenes de su amigo Azaña. Presidente de la República y del Gobierno, puro absolutismo. Casares no dejó memorias. Su hija y su nieta fueron retenidas en la Coruña durante la guerra, pero eso no era razón para no escribir esas memorias en el exilio, como muchos de los perdedores que lo hicieron, incluso transcurridos un montón de años.
Una frase célebre suya parece que se produjo cuando le comunicaron los chicos de la prensa el levantamiento de los africanistas, que le retrata:
-Pues si ellos se han levantado, yo me voy a acostar.
Ya había metido la pata con los mártires de la República Galán y García Hernández en Jaca –los golpistas contra la monarquía- por desidia y por lo que fue a la cárcel y en los primeros meses del 33 con lo de Casas Viejas, dando unas órdenes brutales.
para acabar con el Seisdedos y su familia. De cobarde y pusilánime le tacha Ricardo de la Cierva. Un señorito gallego que no supo estar a la altura de las circunstancias. Ramón Tamames dice de él que no supo contener los excesos de los izquierdistas ni la insurrección militar. Al iniciarse la guerra de los 986 días dimitió siendo sustituido por Martínez Barrio con un gobierno que no llegó a tomar posesión siquiera y luego por Giral. Durante la guerra no volvió a ocupar ningún cargo sino el de diputado y tras la caída de Cataluña se largó a Francia con Azaña y Martínez Barrio. Murió en 1950, en Paris con 66 años.
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