Los cinco jóvenes sevillanos que están siendo juzgados.

AR.- Cinco jóvenes sevillanos están siendo juzgados en Pamplona por violar presuntamente  a una chica de 18 años durante los Sanfermines de 2016. Difícil lo tienen. El feminismo militante que campea a sus anchas por las tertulias televisivas, ya ha dictado sentencia. Las abogadas feministas, especialmente activas en redes sociales, también lo han hecho. Las feministas han convocado a través de las redes una protesta este viernes en Madrid con el objetivo inconfesado de disuadir al juez de un veredicto absolutorio..

El testimonio de la presuntamente violada no puede ser refutado ni tampoco discutido. Durante largos años el feminismo, como otras ideologías, ha explotado un victimismo, ante el que era difícil la defensa, porque criticarlo sonaba a injusticia y defensa de opresiones reales o inventadas. En nuestra reciente historia democrática hemos asistido a notorios asuntos judiciales que en los medios de comunicación han sido objeto de un juicio paralelo. El de la presunta violación en los Sanfermines es uno de ellos.

La presunta agresión sexual tuvo lugar el 7 de julio de 2016, a eso de las tres de la madrugada, en el pasillo de acceso al cuarto de contadores de un portal de la calle de Paulino Caballero de Pamplona. La joven, que acudió junto a un amigo desde Madrid hasta Pamplona para vivir los Sanfermines, contaba 18 años entonces. Previamente, la joven había conocido a uno de los integrantes del grupo. Imágenes captadas la identifican paseando junto al grupo y besándose con uno de ellos.

En el juicio ha sido aportado un vídeo con las imágenes de la supuesta violación que entregaron los detenidos y que grabaron con sus móviles: más allá de las valoraciones morales que del vídeo se pudieran hacer, no se aprecia en forma alguna violencia sobre la denunciante. Pero es solo mi opinión.

La defensa de los acusados ha mantenido que el vídeo del móvil se aportó para demostrar que “la relación sexual fue consentida”, que era una grabación privada y que no se iba a difundir.

Los abogados esgrimen que la chica que denunció la violación señala de forma permanente y constante a “cuatro chicos”, a los que se encontró en la Plaza del Castillo y que, posteriormente, tras acompañarla hacia su coche, la introdujeron en un portal para la violación denunciada.

Mantienen las defensas que la chica manifestó, preguntada por la policía, que no le habían agredido. Además señalan que no es cierto que en las declaraciones la joven señalara que le taparon la boca mientras que le indicaban que no gritara, algo que sí recoge el auto del juzgado.

Suponen las defensas que los hechos ocurrieron en un lugar que no estaba aislado de la fiesta y que en un portal se hubiera alertado el vecindario por los gritos, el forcejeo y la resistencia.

Las organizaciones y abogadas feministas han puesto el grito en el cielo por un informe de detectives privados encargado por las defensas sobre la vida de la víctima días después del suceso. La investigación concluye que la joven siguió haciendo vida normal y no quedó “traumatizada”. Como no soy psicólogo, me ahorro opinar acerca de si es normal o no mantener una actividad social intensa tras sufrir una experiencia tan traumática como una supuesta violación múltiple.

Más allá de los hechos, habría que preguntarse qué tipo de sociedad hemos creado para que San Fermín se haya convertido en un polo de atracción para adolescentes y jóvenes de toda España. Qué tipo de responsabilidad tienen los padres en los hechos que se juzgan. Habría que contextualizar el relato en el entorno donde se produjeron. Las fiestas de la capital navarra no son, en cualquier caso, el lugar al que dejaría ir a mi hija de 18 años. El desparrame etílico y las grotescas exhibiciones en sus calles revelan hasta qué punto una parte inquietantemente amplia de la juventud española carece del mínimo sentido de la estética y la dignidad.

Me sorprende que los tribunales paralelos que proliferan estos días, quieran ignorar que lo que se juzga en un tribunal de Pamplona ha sido el resultado de una población degenerada, infame, materialista, despreciable y sin ningún sentido del comedimiento y menos del deber. El suceso que se juzga es el mejor escaparate del éxito que han tenido los planes de ingeniería social para la metabolización moral de la población española.

Durante estos años de buenrollismo democrático, de laxitud allí donde antes prevalecía el deber y la exigencia, crecieron y se multiplicaron y echaron ramas frondodísimas con el abono natural de la Democracia, que es el sistema político que en cualquiera de sus traducciones o adaptaciones mayor cantidad de mierda produce. Ociosos y vagos crónicos la mayoría, descreídos y sin mayor ideal trascendente que tatuarse el cuerpo, cuando se les ve a uno le viene a la memoria la cita de Dostoievski, el autor ruso que mejor supo comprender el alma humana: “Una paz prolongada siempre engendra crueldad, cobardía y un burdo egoísmo (…)”.

Las grotescas imágenes en las calles de la capital navarra de miles de jóvenes y no tan jóvenes, ebrios, drogados y ruidosos, como aquella mala gente del verso de Machado, nos muestran en toda su crudeza la verdadera cara de la hediondez de España, la implantación sin freno de la estulticia y el exceso, siempre que el exceso no guarde parentezco con el trabajo, que han echado raíces en nuestra desgraciada nación.

Llama a reflexión esa aceptación, por parte de la franja más decaída y degenerada de la población, de este derrumbe civilizacional, de esta enfermiza alabanza por parte de los progres del hedonismo sin límite que exhala sus pestilencias como un contenedor de basura en pleno julio, pero lo más increíble es sin duda el rechazo masivo de los españoles y europeos a ver la realidad de frente. No queremos ver para no tener que actuar.

¿Qué sociedad, que país se puede construir con semejantes materiales? No es necesario esforzarse mucho para imaginárselo. ¿Qué podemos esperar de quienes nunca han salido de las formas más hedonistas de vida humana? ¿Es razonable esperar que personas sin valor vital acudan al auxilio de una civilización que hace aguas por todos lados?

La promiscuidad actual, creciente, promocionada y participada públicamente, se compadece mal con muchos de los testimonios que escuchamos estos días?

Cinco jóvenes sevillanos están siendo juzgados por unos hechos que en absoluto tengo claro. Si la relación sexual fue consentida o no, se entremezclaría con un cúmulo de circunstancias de las que no son ajenos los responsables de construir una sociedad con la dignidad de un lagarto. Por eso me sorprende tanto que progres y feministas se atrevan a lanzar la primera piedra.