Julio Anguita: La fuerza moral de los hombres íntegros y honrados los hace valientes
En los tiempos que corren, es muy común hallar personas que por ocupar cargos políticos manifiestan un desmesurado orgullo y despotismo. También es muy común, por desgracia, tropezarse con individuos mediocres que han llegado a lo más alto de la mano de un partido político, sin haber tenido tan siquiera que aportar un historial laboral ni académico, y envueltos en una lamentable vanidad.
Sin embargo, el contraste es grande con la modestia y sencillez de los grandes hombres. Ellos no alardean demasiado ni de su alta posición social ni de sus excepcionales dotes de talento. Más bien al contrario, pues nada honra tanto a quién se encuentra en posición tan privilegiada, como tratar con toda consideración y afecto a los más humildes, atenderlos desinteresadamente, ayudarles con su brillantez, y animarles con su consejo.
Nadie debería sentirse ni considerarse superior a otro, entre otras cosas, porque muchos de los grandes hombres que se han hecho célebres a lo largo de la Historia, tuvieron una niñez modesta y y humilde. Cristóbal Colón por ejemplo, fue hijo de un humilde tejedor; el fabulista Esopo sirvió como esclavo; el astrónomo Copérnico fue hijo de un modesto panadero; el padre de Franklin se ganaba la vida elaborando jabón; de Shakespeare se dice que guardaba, en su juventud, los caballos de los señores que acudían de noche al teatro. Hombres como Robert Fulton, Cervantes, Morse, Ramón y Cajal, Lincoln, Goya, y muchos otros, fueron hijos de padres extremadamente modestos.
Esta reflexión importa, si me quiero referir a la trayectoria política y personal de Julio Anguita González. Un hombre que se considera de izquierdas hasta el tuétano de sus huesos; que nunca ha dejado de ser fiel a sus ideas; que ha dado sobradas pruebas de su honestidad, integridad y coherencia, y que vive, después de haber sido alcalde de Córdoba durante siete años, de una modesta pensión como maestro jubilado.
A mi modo de ver, tres han sido los “delitos” cometidos por Julio Anguita ante los ojos del bipartidismo: el primero, no haber metido nunca la mano en la caja; el segundo, mantenerse fiel a sus principios sin cambiar de chaqueta; y, el tercero, declararse abiertamente antimonárquico.
Para llegar a esta conclusión, es necesario recordar el amancebamiento entre la corona y Felipe González, mediante el que se deja, en manos del entonces líder socialista, un poder sin límites. Todos hemos sido testigos de los múltiples casos de corrupción de su partido cuando él era secretario general, de los que salió indemne, y de su actual situación económica.
Con el partido socialista en el poder (1982), se iniciaba la puesta en marcha de un acuerdo tácito de los medios informativos para marginar a dos de los personajes más relevantes en la vida política española. En primer lugar a don Blas Piñar (DEP), un hombre inteligente, íntegro, honrado, claro defensor de la unidad de España, pero contrario a una monarquía que, según él, había traicionado su juramento. Y, en segundo lugar y mucho más tarde, sería don Julio Anguita; líder comunista al que había que asesinar, políticamente hablando, por ser otro hombre honrado, integro, respetable y fiel a sus ideas, pero, curiosamente, contrario también a la monarquía.
Y es por eso, por lo que Julio Anguita merece mi reconocimiento personal; no solo por su honradez, que también, sino porque hace falta tener la mente lúcida, el corazón limpio, y la conciencia muy tranquila, para atreverse, siendo profundamente de izquierdas, a dejar un mensaje como éste el 18 de mayo de 2011:
“Lo único que os pido es que midáis a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo, y aunque sea de la extrema derecha si es un hombre decente y los otros son unos ladrones votad al de la extrema derecha. Eso me lo manda mi inteligencia de hombre de izquierdas. Votad al honrado, al ladrón no lo votéis aunque tenga la hoz y el martillo”.
De las palabras de Julio Anguita se deduce que, por coherencia, se habrá convertido en ferviente franquista, y habrá renegado de esa “España” roja, republicana, de la memoria histérica.
Entonces, o miente, o es incoherente, o es franquista.
Gracias por este artículo!
Las personas de bien siempre se reconocerán, pese a sus diferencias ideológicas.
Julio Anguita es un gran erudito, unos de los pocos (cada vez menos) con los que se puede establecer un diálogo moral y político-filosófico. Al no ser un comunista de la Escuela Alemana pro Plan Kalergi, sino de la Francesa, las diferencias de éste con El Coletas es tremendamente notable.
En algo estoy de acuerdo con ad
En política, ser integro y honesto, en este país no cotiza. El mensaje del artículo es de un gran valor y honra, no solo a su autor, sino también al medio que lo publica. Gracias
en facebook hay una publicacion que he visto en varios idiomas ,en ella una persona va a la biblioteca y pide un libro titulado la politica honesta ,la bibliotecaria le responde mas o menos asi esta en la fila tal estante de la ciencia ficcion ,la palabra politico se ha convertido en sinonimo de ladron ,mentiroso, hipocrita, traidor .ect.