Estando caliente todavía la sangre vertida por Víctor Lainez, español vilmente asesinado por un despreciable chileno, claro referente de lo más nauseabundo de la clase política que parasita y asesina en España, otro extranjero, también con pedigree de asesino, en este caso proveniente de Serbia, tras un breve receso en Italia, segaba la vida en la provincia de Teruel de dos guardias civiles, Víctor Romero Pérez, natural de Calanda y el gaditano Víctor Jesús Caballero Espinosa, y de un valiente y noble aragonés nieto del “Pastor de Andorra”, llamado José Luis Iranzo.

Reciban mi más sentido pésame y mi abrazo fraternal familiares, amigos, vecinos y conocidos de todos ellos. Del mismo modo, mi deseo de una pronta recuperación a los dos vecinos de Albalate del Arzobispo, ambos de nombre Manuel, que también resultaron heridos por los disparos efectuados por este inmigrante serbio de profesión asesino.

La historia se repite, pero ya la conocen. Un perro sarnoso nacido para asesinar, venido de la Europa del Este, entra felizmente en España como Pedro por su casa, no con la intención de trabajar y contribuir al sostenimiento de la nación, no. Traspasa nuestras fronteras porque así lo han dispuesto las leyes europeas, y, tras teñir de sangre inocente tierras italianas, se planta en la provincia de Teruel, ocupa una propiedad privada sin previo aviso armado hasta los dientes, y provoca diez terribles días de pánico entre los vecinos de una provincia española, donde hasta ahora siempre había reinado la paz, la tranquilidad y el sosiego.

Y todo ello, gracias al buenismo y la solidaridad de una clase dirigente acomodada en el Parlamento español de la mano de unos partidos políticos, que saben jugar como nadie al “buen samaritano” con el dinero de los demás, y que por si acaso, ponen a sus hijos, sus vidas y sus haciendas a buen recaudo, bajo la vigilancia y la protección que les pagamos todos los españoles.

Pues bien, de esta triste historia quiero resaltar dos observaciones que son a mi juicio de suma importancia. La primera de ellas referente a la Guardia Civil. Pero, no a esa Guardia Civil de la imagen, la que por motivos de secesionismo y de corrupción ocupa todos los días los telediarios y los medios informativos, no. Me quiero referir muy humildemente a la Guardia Civil olvidada, la genuina, la impagable, la que presta su servicio en los pueblos más recónditos y apartados, la que vive en las casas cuartel de los Puestos rurales, la más cercana al ciudadano pero que a su vez, es la Guardia Civil que salvo las gentes de esos pueblos muchas veces olvidados, nadie se acuerda porque no salen en la “tele”, y, lo que no sale en la “tele”, como todos ustedes saben, no existe.

Resulta muy triste que tengan que darse casos como el triple asesinato que acaba de tener lugar en la provincia de Teruel, para que los medios informativos presten atención a la labor que desarrollan unos guardias civiles que, en zonas casi despobladas, se tienen que enfrentar a pecho descubierto a individuos muy peligrosos que aparecen por la demarcación de la noche a la mañana dispuestos a arrasarlo todo. Guardias civiles que tienen como misión velar por la seguridad y protección de los vecinos de pueblos muy pequeños y diseminados por extensas zonas rurales, que se encuentran a merced de cualquiera que quiera asaltarles, agredirles, robarles, y hasta arrebatarles la vida.

Por eso este humilde pero sentido homenaje, para que se valore mucho más su labor y se reconozca su gran responsabilidad. Es necesario que la gente sepa, y tome conciencia de ello, que la base fundamental, lo más grande y valioso, lo más genuino, y las mayores glorias que atesora este benemérito Instituto, son sin ninguna duda fruto de los servicios realizados por guardias civiles en las zonas rurales.

La segunda observación que quiero resaltar, y con esto temrino, es sin duda el gesto de José Luis Iranzo. Hoy que en España nadie quiere ser testigo de nada porque el miedo, el hastío, la abulia, el aburrimiento, y el egoísmo se han apoderado de los españoles; cuando además se han perdido valores inherentes a la condición humana como la mutua ayuda y protección entre vecinos de una misma comunidad; y cuando los principios básicos de convivencia y amor a la Patria han sido excluidos de los centros de enseñanza por motivos politicos, resulta que entonces, aparece en escena un aragonés, que se siente español hasta el tuétano de sus huesos, y, en un alarde de educación basada en el servició al bien común y el amor a su Patria, se pone desinteresadamente al servicio de la Guardia Civil para intentar localizar e identificar al autor de los disparos que rompieron la paz y la tranquilidad de su pueblo. Por eso mi admiración y respeto a José Luis Iranzo, un humilde trabajador español que con el ejemplo de su vida y de su muerte, ha escrito con su sangre su nombre en lo más alto del orgullo patrio, que no es otro que el baluarte sagrado del antiguo Reino de Aragón.

Que este supremo sacrificio nos estimule, en estos momentos del odio separatista y complicidad o cobardía de nuestra clase dirigente, a ser más españoles que nunca.