Camicaces del referéndum
Mónica Blanco Guardado.- Desde antes de la Revolución Francesa, más concretamente, desde el pensador anglosajón John Locke, se entiende (o rescata de la “politiké” griega) el concepto de “soberanía” como el de “democracia”. En la antigua Grecia, la “eklessia” era entendida como la forma de acuerdo ordinaria y extraordinaria , como la asamblea masiva con derecho a sufragio (eso sí, según poder adquisitivo y, por ende, de posibilidad de participación en los conflictos bélicos, no obstante: sufragio censitario, pero sufragio).
Ahora resulta que “referéndum” significa “re-te den”: el voto, catalán, y , al resto de España, nada de nada, como si de un sufragio censitario conservador y rancio se tratase.
Cuando lo que “allí” se debate –legalmente, legítimamente o no- es la autosoberanía (que no la soberanía, y valga la redundancia, catalana), resulta irrisorio el medio de ejercicio democrático: de una parte, se convoca a los ciudadanos catalanes, pero por parte de sólo un sector radical de los mismos, los “no-españoles” por generación espontánea; de otra, los trucajes del 1 de octubre han sido más bastos que aquellos de los que se servía la Restauración, en el siglo XIX, para garantizar la continuidad y previsibilidad de resultados (pucherazo, caciquismo….). Si las urnas no han reventado con diez mil papeletas en poblaciones de dos mil ciudadanos con derecho a voto es porque la Fortuna no ha querido.
De todas maneras, catalanes todos, unos radicales, otros centralistas, unos secesionistas, otros españolistas, las últimas generaciones, lindando educativamente hasta los de hoy cuarenta años, son producto expreso de un yijadismo catalanista con cultura de mezquita desde la más tierna infancia. Resultado: conviven los que votan desde “el Ebro es un río nacido en tierra extraña” con los que rezan que “desemboca en costas catalanas”.
¿Yo he hablado de sectas? ¡Qué va! A los secesionistas no lers molestan los maceteros urbanos antibombas, sino sólo el mapa español. Pero el Ebro es de todos. Y es que algunos confunden el centralismo con la Guerra Santa medieval. Pobres catalanes, de los cuales una buena parte, a la sazón, se me dibuja como un puñado de contendientes ingrávidos abandonados por <<Moisés de Mont>>en una patera, en alta mar y a plena plea.
!Bien dicho!
ESTÁ GENIAL!!
La Unidad de España ni se vota, ni se negocia; se defiende.
“El separatismo es un crimen que no perdonaremos”.
Obvio, de sentido común. Tanta parafernalia de urnitas pagadas por los españoles del resto de las CCAA
Y se defiende por Tierra, Mar y Aire.