Los hiperactivos y el Nuevo Orden Mundial
Carlos X. Blanco*.- Algo extraño está pasando con los móviles y las nuevas tecnologías. Algo que se pretende ocultar o, cuando menos, minimizar. En los centros escolares son cada vez más abundantes las categorías nosológicas (es decir, etiquetas médicas) nuevas para aplicar a alumnos “difíciles”. Abundan los niños “hiperactivos”, los “TDH”, “déficits de atención”. Tal parece como si la especie humana hubiera mutado y, de pronto, por causa de la contaminación, los rayos cósmicos o el cambio climático, una nueva raza de alumnos incapaces de estarse quietos, incapaces de aprender, inútiles del todo a la hora de retener conceptos o de escuchar al profesor, se extiende entre las nuevas generaciones.
El problema es real, y no es asunto para tomárselo a broma, pero las preguntas deberían hacerse. Los docentes debemos mostrar siempre un espíritu crítico ante estas nuevas realidades sobrevenidas. A mí, personalmente, me asaltan estas dudas: estos diagnósticos ¿están hechos con rigor científico? ¿Son adecuados? ¿Cuándo poseen una base neuropsicológica real y cuándo, por el contrario, se deben a una pésima educación de la voluntad? ¿No hay algo de moda, de manía, de vicio exculpatorio?
No me cabe duda: la atención es una función mental que se educa, como cualquier otra tarea, física o intelectual, y esta requiere esfuerzo sostenido, concentración, corrección temprana (un sopapo a tiempo, por ejemplo). La sobreabundancia de niños “hiperactivos” y “te-de-haches” en nuestros centros escolares tiene hoy todos los visos de una epidemia, una moda, una inflación. Hay muchos, demasiados. En mis tiempos colegiales este conjunto de síndromes no se daba. Había niños inquietos, traviesos, algunos gamberros, y poco más. Las correcciones de su indisciplina y falta de concentración podrán parecernos un tanto drásticas hoy, pero eran efectivas. Y en cualquier caso, el sopapo a tiempo siempre era preferible a la medicalización. Lamentablemente hoy vivimos en un mundo hipermedicalizado debido, fundamentalmente, a un abandono por parte de los padres de su deber natural: educar, corregir.
Lo que unos padres dimisionarios han generado, niños malcriados e incapaces de atender y escuchar, con mentes dispersas, queda como terreno abonado para la medicalización. El poder posee una especie de horror vacui. El miedo al vacío creado por la desintegración de las estructuras familiares y de la autoridad paterna. Al crearse un vacío de poder, otro poder, esta vez el médico (y psicopedagógico) y no el familiar, lo ocupa a sus anchas y sienta sus reales, averiado a su vez con otro virus letal para nuestra civilización. El virus de los móviles e Internet.
Unos padres que no atienden a los niños son unos padres que se encontrarán con niños sufriendo deficiencias graves en su capacidad de atención. Para que se estén quietos en la sala de espera de los médicos, dales un móvil o una consola, y verás cómo te dejan en paz. Para que puedas seguir de charla en una terraza con tus amigos, dales a los niños una maquinita y tú vivirás el momento. Pero estas conductas, a la larga, se pagan. Luego vienen los problemas en el colegio, el fracaso escolar en el instituto, la frustración en la juventud y en la vida adulta, las conductas anti-sociales y la falta de preparación.
El poder médico (y psico-pedagógico) junto con el poder tecnológico se alían y se complementan perfectamente en este proceso gradual de destrucción de nuestra juventud. Un poder que diagnostica y “se muestra imprescindible” a la hora de ayudar, tardía y artificiosamente, a unos niños a los que antes hemos abandonado en su matriz existencial, en su nido: el hogar. Démosles pastillas y terapias psicológicas cuando deberían haber recibido muchos besos, abrazos, caricias, ayuda en los deberes, compañía en los juegos, experiencias compartidas… y algún que otro correctivo. La psicofarmacología y la modificación de conductas han sustituido a la más cariñosa de las bofetadas, a la más amorosa de las reprimendas.
Mi hipótesis personal es que, excepto algunos pocos casos debidos a causas genéticas y desarreglos neuropsicológicos bien claros, la mayor parte de estos “enfermos” son producto de un desvanecimiento de la institución familiar y de una intromisión precoz y feroz de la tecnología en sus vidas. Y a nivel personal puedo observar que, una vez inmersos en esta medicalización y psicologización de los problemas escolares y atencionales, ya no escasean los padres que tratan de obtener una máxima rentabilidad de la labor de etiquetado hecha por neurólogos y “profesionales psi”: adaptaciones curriculares, exámenes más fáciles o en condiciones ventajosas, mayor “comprensión” de sus conductas disruptivas, etc. Esto es el colmo. La dejación de los padres, la descomposición de la autoridad paterna traslada la patata caliente a unos centros escolares, igualmente carentes de autoridad, cada día más intervenidos por diagnósticos realizados por profesionales externos. Profesionales que, como locos, se ponen a etiquetar y a diagnosticar síndromes en niños y adolescentes, masivamente, como si cobraran una comisión dineraria por ello.
Pero me falta hablar de los móviles y Tic’s (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Los mismos muchachos que no pueden fijar su atención en las lecciones, los mismos que no “se centran” en clase y, por ende, enredan y molestan, esos reservan todas sus energías atencionales a un maldito aparatito que, inventado por Satán, concentra todo el universo en escasos centímetros de pantalla. Allí lo tiene todo el monstruo postmoderno con aspecto de niño: amigos, juegos, conversaciones, sociedad, música, vídeos. Bueno, no lo tiene de verdad. En realidad es un micromundo virtual, falso, en el que unas grandes multinacionales han tendido cepos, trampas, jaulas, prisiones, ergástulos para acabar con la Civilización. El nuevo orden mundial era esto: lograr que la humanidad sea un hormiguero y nadie escuche a nadie, nadie atienda a nadie, nada sepa nada. Una nueva raza de hombres, con el cerebro perfectamente podrido y alterado, con el “síndrome” incorporado en los circuitos nerviosos destartalados. Ese nuevo orden está llegando a ser una realidad.
Destruye familias, retira autoridad a padres y maestros, haz que los niños sean incapaces de escuchar y atender, esclavízalos con maquinitas que crean dependencia, diagnostícalos como enfermos y hazlos enfermar después de veras… Haz estas cosas y así tendrás el nuevo orden mundial.
*La Tribuna del País Vasco
El autor del artículo acierta en algunos de los motivos por los que estos niños “hiperactivos” parecen haber aparecido en masa casi de repente. Yo estoy convencido que se debe a causas de origen biológicas, alimenticias y sociológicas. CAUSAS BIOLÓGICAS: Las vacunas atacan al cerebro. El sistema inmune no reacciona a las inyecciones víricas directas a la sangre pues no es un proceso que exista en la Naturaleza. Nuestro sistema inmune no espera que una jeringa inyecte directa a la sangre millones de virus en menos de un cm3. Sólo está entrenado para defenderse de los virus y bacterias por… Leer más »
Una civilización, o se perfecciona o se desmorona. La nuestra lleva ya unos cinco siglos
(el hombre es la medida de todas las cosas) sufriendo un ataque creciente a sus cimientos, y como es natural, el derrumbe va a ser de órdago. Desde hace dos siglos se siente el tambaleo y el resquebrajamiento del edificio, y aunque los nuevos arquitectos aseguran que están creando el más maravilloso de los edificios de dentro de la ruina occidental, la verdad es que el colapso será total.
Que hombres del futuro heredarán la tierra?
Visto lo visto, los podemitas y sus seguidores..