El sexo, ¿sagrado o instrumental?
Tiempo hubo en que la barrera entre el lícito sexual y el ilícito sexual era meridiana. Es que el sexo, igual que en la naturaleza (¡vaya rareza!) era reproductivo. Y en virtud de esa característica, era sagrado. Sí, era un sacramento social, igual que es un sacramento natural. El sexo era tan determinista como la vista o el tacto o los pies. No quedaba en el ámbito del albedrío determinar cuál había de ser el uso de los ojos o de los pies. Ni el del sexo. Cada cosa era para lo que era.
Por eso, porque el sexo era para la reproducción, era sagrado. Porque la práctica sexual podía conducir a la mujer a la maternidad, estaba sometida a regulación y a restricciones rigurosísimas. Porque la maternidad era sagrada y porque el hijo era sagrado, la mujer lo era también. La mujer era tratada como sagrada: era inviolable, bajo pena de muerte. La ley de Moisés (y la mayoría de las antiguas leyes de los pueblos civilizados) castigaba la violación con la muerte. Y castigaba también con la muerte (por lapidación) a la mujer que pusiera en riesgo consintiéndolo, la sacralidad de su vientre. El sexo era para la vida. Hasta el sexo de la mujer esclava era para la vida. Eso es lo que explica que exista una moral sexual en todas las civilizaciones: absolutamente en todas.
¿Que hoy somos capaces de separar tan absolutamente el sexo de la reproducción, y que nos han educado para que no nos duela en absoluto desembarazarnos de los embarazos, es decir de la criatura que se está formando en el vientre de la mujer? Pero eso no le sale gratis a la colectividad. De momento ya tenemos resuelto en todo el mundo desarrollado el principio legal de la eliminación de viejos y enfermos mediante la eutanasia que, como el aborto, se irá ampliando y generalizando (¡es el progreso!). Manga cada vez más ancha para la eliminación de los que estorban. Simultáneamente se está legislando en la línea de convertir a los animales en sujetos de derecho. No está mal, porque así algún día les llegarán a los niños no nacidos (algunos muy creciditos) iguales derechos que a los animales y será obligatorio primero, motivar su eliminación; y además, administrarles un anestesiante para poder matarlos humanitariamente.
Y como no paran de crecer los daños colaterales de ese bien tan inmenso e irrenunciable de la liberación sexual de la mujer, resulta que se ha abierto la veda de la crítica y la pulverización del invento. Un invento que ha desbaratado cosas que parece que estaban funcionando y ahora ya no funcionan. Una sociedad que se ha propuesto pegarle un buen tajo a la reproducción, está sintiendo ya las dentelladas de la fiera desatada: como si fuese posible poner patas arriba el sistema reproductivo, que casualmente se asienta en el sexo, sin que tuviéramos que pagar por ello un alto precio.
La sociedad ha aprendido a sentirse cómoda y a tener muy buena conciencia con todo el sistema anticonceptivo, en su inmensa mayor parte a costa de la salud de la mujer, para convertir en ilimitada su disponibilidad sexual: llevada hasta la servidumbre por un extremo y hasta el desmadre por otro. Nuestra sociedad ha aprendido a sentirse hasta virtuosa con la inclusión del aborto como redondeo del sistema anticonceptivo. Es el gran regalo de la sociedad moderna a la mujer moderna. Y como es ella la que mayoritariamente carga con los ancianos y los enfermos, la sociedad le ha regalado también la eutanasia. Sí, es la más beneficiada de ese gran avance social. He ahí las grandes ventajas sociales del feminismo.
Y todo para ampliar su disponibilidad sexual. ¿Habrá que recortar esa disponibilidad sólo porque alguna vez le sienta mal que dispongan de ella forzando poco o mucho su consentimiento o su resignación? Eso jamás: porque pondría en evidencia cuantísimo de ese voluntarismo sexual de la mujer no es más que resignación y fatalismo. Si todas las mujeres tuvieran que denunciar el sexo más o menos forzado, fruto de un acoso más o menos insistente, y si decidieran denunciar también el sexo resignado (consentido de mala gana), no habría tribunales suficientes para tanto juicio. Pero siendo ése su diseño sexual, ¿qué puede hacer la mujer para oponerse? La han educado para ser sexy, para ser deseada, para ser lanzada, para ofrecerse, para fingir que todo es maravilloso: es el rol que le corresponde a la mujer nueva en este mundo nuevo.
Y además subyace a todo esto un tremendo problema social de comprensión, que se ha hecho patente en los grandes juicios que se están instruyendo sobre abusos sexuales. En el desventurado caso de Diana Quer, un afamado periodista de una gran cadena llegó a escribir sobre los chicos que le gustaban a la víctima. ¿Y eso? Es que el público adicto a ese periodismo se recrea, ¡y mucho!, juzgando a la víctima de los abusos. Es que ese es un periodismo que tiene muchísimo gancho. La sociedad consumidora de programas de ese género está ávida por conocer al detalle cómo es que les pasa eso a algunas mujeres y las características y comportamientos especiales de las mujeres a las que les ocurren esas cosas. Y los periodistas lo saben. Por eso se recrean en examinar (o juzgar, vaya usted a saber) también a la víctima… Saben perfectamente que aunque de boquilla todos digan que haga lo que haga la mujer al final es intocable, sus oyentes piensan que si el cántaro no para de ir a la fuente, y no muy bien llevado sino incluso a rastras, tampoco es una enorme sorpresa que acabe rompiéndose.
Lo estamos viendo en La Manada, que es la que ha abierto la veda. Y ahora aparecen unos videos dicen que muy normales (es decir, de amplio consentimiento) de la menor que estuvo con los futbolistas, y encima resulta que ya no eran tres, sino cuatro. Y lo de las preferencias amorosas de la pobre Diana… Vamos, que el panorama está muy raro. Y los medios, que saben muy bien lo que se hacen (saben lo que da audiencia y dinero) se han instalado confortablemente en este registro. Está claro que el desmadre afecta no sólo a las conductas, sino también a las mentes, que no han acabado de entrar en la nueva filosofía sexual.
Y al final, reputados psiquiatras acabarán diciendo que los presuntos abusadores no son enfermos mentales sino que tienen trastocado su sistema de valores. ¡Pero si desde el poder político se ha trastocado ese sistema de valores por otro absolutamente pervertido! Se quejan de las consecuencias, pero nunca entrarán en sus causas: familias destruidas o nunca constituidas, anticoncepción y aborto subvencionado, pornografía insaciable al alcance de cualquiera. La destrucción de la virtud cristiana en la sociedad y el desprecio de los mandamientos de Dios, tiene siempre nefastas consecuencias…
A la vista de todo esto, se me hace presente el capítulo 7 de la primera carta de San Pablo a los Corintios: En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer. Pero por causa de las fornicaciones, cada uno tenga su esposa, y cada una tenga su marido. El marido cumpla con la esposa el deber conyugal, y asimismo la esposa con el marido. Y sigue el apóstol escandalosamente claro: La esposa no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco el marido tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la esposa. Ni sexo forzado ni resignado: No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en el ayuno y la oración; luego, volved a estar juntos, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra falta de dominio propio.
Y la pregunta pertinente es: ¿Acaso esta doctrina no resolvía los problemas de relación mejor que la actualmente en vigor? ¿Seguro que las doctrinas en que se educa hoy a la mujer, contribuyen a su seguridad y a su felicidad más que las que propone san Pablo? Rotundamente no, el yugo de Cristo (yugo al fin y al cabo) es infinitamente más ligero y suave (cf. Mateo 11,30) que la disponibilidad absoluta de una mujer forzada a ser objeto sexual de un varón que ve en cada mujer no una esposa o una madre, sino una muñeca hinchable para satisfacer unos deseos que, sin el freno de la moral cristiana, ya se han hecho irrefrenables.
Esa frase de del apóstol San Pablo a los Corintios en el penúltimo párrafo sobre la propiedad del cuerpo del cónyugue es profunda…, de una sociología antropológica genial muy trabajada, auténtica filosofía evolutiva, desde mi punto de vista. Me quedo perplejo hasta qué punto ha trabajado la religión católica los principios morales y sociológicos. Veo que los profesionales de la fe habían encontrado soluciones filosóficas de entendimiento pacificadores con un pensamiento divergente muy notable. Me quedo maravillado.
la pornografia tan al alcance en la curva del aprendizaje de las personas jóvenes incluso , adultas infantiles trae estas consecuencias, el fenómeno de la TV y las nuevas tecnologías aporta consecuencias muy graves , el ser notorio da una cierta legitimidad, el demonio convive y hay que derrotarlo con la moralidad severa mosaica, si no te abstienes de todo que está permitido pronto harás lo que está prohibido, la TV es la ventana por donde entra el mal hoy en día, solo hay que ver los personajes que incitan al pecado mortal. Más confesión , acto de contrición y… Leer más »
Nuestra sociedad, parece ser un péndulo, permitimos que nos balanceen de un extremo al otro, nos dejamos arrastrar, no usamos la razón, la sensatez y la firmeza, tanto como deberíamos. En los extremos, no hay virtud. Ésta, se encuentra en algún punto intermedio, pero no permiten que lo encontremos, No conviene a quienes se sirven de nosotros. Antes, era el temor, el miedo a Dios, ahora, es la burla y la negación a Dios, incluso (como Calígula) proclamarse Dios. ¿por qué no encontramos el equilibrio, ejerciendo el amor a Dios? No es que sea fácil, pero ¿es mas fácil vivir… Leer más »