Arnaud Beltrame, ¡presente!
Mientras haya hombres de la talla de este teniente coronel de la gendarmería francesa, mientras la Humanidad sea humana y se prodiguen ejemplos de generosidad, valentía y desprendimiento como el que ha dado este gigante de 44 años, Francia, Europa, el planeta entero, se mantendrán en pie. No me cabe duda.
Bendita sea Nicole, la madre que le parió, benditos sus hermanos Damián y Cédric, bendita su mujer Mirielle y bendita Francia, la patria que le ha criado. Francia tiene un motivo más para seguir en pie hasta el fin de los tiempos y todos los hombres de bien, todos los que tenemos buena voluntad, nos sentimos orgullosos de Arnaud, nuestro hermano, al que jamás olvidaremos, porque se ha incorporado a la Legión del máximo Honor, la universal legión de hombres con valor, con sentido del deber y con la valentía sobrada para enfrentarse a la miseria del deshonor, de la cobardía vestida de odio y rencor, que ensucia de amarillo la historia de los pueblos.
La bandera de Francia puede sentirse muy feliz de envolver su cuerpo trucidado, como su familia, que ya es nuestra, pueden estar seguros de la sinceridad con la que nos pronunciamos, como lo hiciéramos con Ignacio Echeverría en su día y que vive en nosotros y en la historia, como Arnaud, hasta el final de los tiempos. Dos hermanos que no tuvieron miedo a dar el paso decisivo que dan los hombres de verdad, cuando la vida les pone en esas tesituras, los que tienen asumido que ser hombre es ser así, que ese es el papel que Dios les ha encomendado y que ha terminado sus días el 24 de marzo del 2018 y ha sido nombrado coronel a título póstumo. Le contemplo con su uniforme azul impoluto, sus galones, sus miniaturas, su aspecto aseado y elegante, su quepis calado en la más perfecta uniformidad, su aire marcial de Saint-Cyr-l’École, de la artillería paracaidista francesa y me siento orgulloso de él.
Convertido a católico practicante desde los 33 años, tras abandonar la masonería, tuvo tiempo de canjear su suerte por la de una cajera, Julie, del supermercado de Trébes en el que se sucedieron los hechos, después de tres horas de negociación con el miserable.
Una semana antes de ser víctima del islamista, Arnaud había podido enterrar a su padre, rescatado del mar tras meses de un desgraciado naufragio en el que se ahogó y con el que ahora se habrá reencontrado felizmente. A mí me consuela que haya sido así.
Sé que a los suyos no, porque de cerca debía ser mejor persona aún de lo que le vemos a distancia.
Descanse en paz en los brazos del Padre. Se lo merece.
Gracias por el artículo. Aquí otro que se solidariza ante esta lacra: ¡Presente y ni una más!