Rivera y Garicano.

AD.- Lo de estos farsantes de Ciudadanos supera todo lo imaginable. Su núcleo mayor lo componen políticos sin moral ni convicciones, entusiastas del camaleonismo político dependiendo de las circunstancias, gente que sin demostrar nada en la vida privada pretenden ahora redimir al país desde la esfera pública. Manejan un discurso simplista lleno de lugares comunes y cargado de rancios tópicos neoliberales. Ciudadanos combina el marxismo cultural y la defensa de los intereses de los grandes lobbys económicos. Representa el recambio natural de un Sistema que necesita caras nuevas para continuar su implacable proceso para la devastación moral y la reversión demográfica de Europa.

La invitación a las reuniones del club Bilderberg confirma cuál es su papel en esta comedia de enredo. Concretamente, el invitado a participar en la 64ª edición de Bilderberg, el club globalista por excelencia, fue el responsable de Economía y Empleo de Ciudadanos, Luis Garicano. Al menos hay que reconocerle que haga suyo el principio de servir a Mammón antes que a Dios, al dinero antes que a los ideales inmutables, sin caretas ni disfraces.

En medio del fervor hacia la Semana Santa de millones de españoles, Luis Garicano pidió a la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, que dejase de “hacer el ridículo” por defender las banderas de España a media asta, un año más, con motivo de la Semana Santa. Además, Garicano ha criticado a la ministra por, en su opinión, “romper” la separación “crucial” entre religión y Estado.

Así lo manifestó el jueves 29 de marzo el de la formación naranja a través de su cuenta de Twitter, donde también señaló que España “no es un Estado confesional”.

Existe un amplio debate sobre el tema desde que estos liberales de pacotilla, en estrecha unión con la izquierda radical, definieron su teoría sobre el laicismo, que no es otra cosa que negar al Cristianismo la importancia cenital en el desarrollo histórico, social, político, moral y hasta económico de la sociedad española. Los dirigentes de Ciudadanos, lacayos del dinero como fórmula reglada de vida, apoyan la pretensión relativista de imponer su propio modelo a un espacio cultural y social que rechaza toda verdad absoluta y declara que la verdad, o mejor dicho, la validez del juicio depende de las condiciones. Es decir, Ciudadanos defiende la tendencia ética que hace el bien y el mal dependientes de las circunstancias. Este entendimiento del relativismo choca frontalmente con el código de valores y principios de la civilización cristiana. Y más en concreto, de la Iglesia católica, a cuya influencia y destrucción se encamina el NOM, a través de sucursales como Bilderberg, que ha elevado el relativismo a la categoría de religión mundial absoluta en la que el bien, sea individual o colectivo, no tiene cabida si condiciona u obstruye el triunfo del mal.

No es extraño en este punto que al satánico Luis Garitano le parezca ridícula la decisión de una ministra católica de oficializar el luto por la muerte del Hijo de Dios. Nada hubiese objetado el gusano naranja si las banderas a media asta hubiesen sido en honor de Mandela, Rockefeller o John Lennon. Nunca habría tenido el valor de afearle el gesto a sus seguidores. El mamarracho tampoco hubiese refutado nunca a la ministra Cospedal si se hubiese presentado en la mezquita de la M-30 a cantarle al imán la palinodia. El esperpento, en cambio, sí se atreve a tachar de ridícula la iniciativa de honrar al que murió por nuestra salvación, lo que para cualquier cristiano no debería ser nunca objeto de revisión ni de negociación política.

Cuestiones como la legalización del aborto y de la eutanasia, la libertad de abortar para las menores de 16 años sin permiso paterno, la libre dispensa de la píldora postcoital, el feminismo a ultranza, la ideología de género y tantas otras, en especial la cristianofobia, son consecuencias inseparables del relativismo moral que defiende Ciudadanos.

Sin negar que Garicano es un ignorante, además de un miserable irrecuperable, nos preguntamos si su incapacidad de discernimiento no es producto en buena medida de un empacho de relativismo mal digerido. Lo suyo son los sueños de la sinrazón, siempre frente al bien, sea cual sea su adjetivación. Su entorno político lo conforma una reducida minoría influyente y anclada en un enconado odio hacia todo lo que nos libere de la influencia tóxica de la globalización económica.

De la poca o nula fiabilidad de Ciudadanos ya deberían saber mucho los lectores de este medio. Se puso de manifiesto al apoyar la ley socialista que castigaría con hasta dos años de cárcel a quien hable bien de la España de Franco. O endurececiendo su posición sobre la prisión permanente revisable luego de abogar, en la página 56 de su acuerdo de investidura con Pedro Sánchez, por la “derogación inmediata de la prisión permanente revisable incluida hoy en el Código Penal”.

Dijeron los de Ciudadanos que la regeneración política solo podrían traerla las personas que habían nacido en democracia. Jóvenes como Garicano, por así decirlo. Nada de atenerse a criterios de razón, de eficacia o de sentido político, sino solo de edad mental. Hay muchas posibilidades de que estando en la edad siniestra de la juventud y militando en la perversión banal del adanismo, uno proyecte alguna fe en ese vidrioso concepto de la regeneración. El reset regeneracionista es la pura reacción.

Ciudadanos es la exégesis actual del viejo y fracasado CDS creado por Adolfo Suárez tras hacer añicos el proyecto de Unión de Centro Democrático. Como buen titalevitas (débil con los poderosos y altanero con los débiles), a Garicano le parece ridículo las banderas españolas a media asta para honrar a Dios, y en cambio considera de lo más normal y pulcro la exhibición de banderas arco iris en las manifestaciones del orgullo gay en las que con tanto entusiasmo participa cada año.

Como su vacuo partido, Garicano no tiene ideología ni doctrina ni ideales. Personajes con tan débiles pertrechos morales y con unas convicciones ideológicas tan escurridizas no podrían ser tomados en serio en otra sociedad que no estuviese tan moralmente corrompida como la española. Hoy pueden defender la fiesta brava y aparecer mañana como feroces antitaurinos. Pueden jurar en arameo que no apoyarán la candidatura de Pedro Sánchez y mantener a la semana siguiente un incestuoso concubinato con el líder socialista. Pueden ir de progres con Susana Díaz y de cantamañanas con Cifuentes. Pueden pactar con el PP en Málaga capital y con Podemos en Torremolinos, a tan sólo doce kilómetros. Pueden criticar la inmersión lingüística en Cataluña y defender al mismo tiempo el marco autonómico que la hace posible. Pueden oponerse al 155 y reclamar al mes siguiente a Rajoy medidas más severas contra los separatistas. En definitiva, pueden cambiar de opinión al dictado de quienes los financian y promocionan.

Ahora han llegado a la cima de su impostura moral al reducir el episodio que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad al nivel de las cotizaciones del Ibex.

No fue por tanto un error de los organizadores de la última reunión de Bilderberg la invitación que efectuaron al líder de Ciudadanos para que asistiera a dicho evento. Por razón estratégica, prefirió no acudir y en su representación envío a Garicano. Bilderberg no paga traidores. La democracia española, sí.