Las Ventas: primavera de Puerta Grande de Álvaro Lorenzo
Abril para soñar. Abril para torear. Abril para embestir. ¡Y cómo embistieron algunos de El Torero! Lola Domecq envió a Madrid una corrida con movilidad, variada, con interesantes y rítmicas notas. Y fue un matador en el abril de su vida el que aprovechó los cartuchos del mejor lote y triunfó a lo grande con tres orejas. Álvaro Lorenzo, cosecha del 95, sintonizó ya con la frecuencia ganadora en el tercero, un toro pronto y de alegre primer galope. El joven toledano, que había mecido el capote en un par de verónicas, brindó una bella apertura por bajo. Ya erguido, el animal le lanzó una miradita nada agradable, pero no se amilanó. Aunque de viaje algo descompuesto a veces -sobre todo si tocaba las telas-, este «Miliciano» se arrancaba con prontitud y la dispuesta faena, cimentada a izquierdas, transmitió. Hubo muletazos con gusto y con el sello clásico y castellano de su maestro, Pablo Lozano. Sabedor de que el premio estaba cerca, se ciñó por bernadinas, algo atropelladas, pero que conectaron. La estocada supuso el pasaporte definitivo a la oreja.
Sabedor de que tenía media Puerta Grande abierta, Lorenzo dirigió su mirada al sexto, fenomenalmente lidiado por Sergio Aguilar, que enseñó los caminos al sensacional toro. La majestuosidad de los estatuarios descorchó la ilusionante faena. El clasicismo, el temple y una importante dosis de torería arroparon la sentida y medida obra. Hubo una ligada ronda diestra y naturales de glorioso trazo, muletazos con la mano de contar los billetes que guiaban la fantástica embestida de «Viscoso». Perfumó la actuación con pintureras trincherillas y un pase de pecho largo como un navío de guerra. A más la obra, con el de Toledo crecidísimo mientras se doblaba con sabor. Diez mil almas se asomaban a la ventana de los tendidos, expectantes mientras se perfilaba para matar. La emoción ya se había desbocado con la plaza vestida de anuncio de detergente. Flameaban los pañuelos: dos blancos y uno azul asomaron por el palco. Dos orejas para Lorenzo y los honores de la vuelta al ruedo en el arrastre para el bravo «Viscoso».
Este último puso la guinda al pastel del buen conjunto de El Torero, que echó para abrir boca uno que apuntó calidad desde el saludo de David Mora. Pero esa clase se sostenía en una justa fortaleza, cuestión que se acusó en varas. Protestó un sector, pero la estupenda lidia de Carretero y los dos soberanos pares de Otero levantaron la esperanza. Como su nombre, «Volován», con hechuras para embestir, era un pastelillo de rico hojaldre para gozar. Requería un trato sutil y David Mora, con tanta baraka en los sorteos que le embestiría la mismísima cabra de la Legión, lo hizo solo por momentos. Con todas las de la ley fue la suerte suprema: se tiró y «Volován» le lanzó un feo recado, pero por fortuna salió ileso. El torero oyó palmas con un toro que «sirvió» para algo más. También embistió el manso cuarto, pese a huir con descaro hasta de su sombra. Mora emprendió una persecución para sujetarlo y entre las rayas dejó naturales estimables. No paraba de moverse el nobilísimo animal, que humillaba aunque era complicado hilvanar las series al salir suelto de cada pase. Lo cazó con habilidad y la gente quiso recompensar su entrega, pero todo quedó en vuelta al ruedo.
Silencio en filas para Daniel Luque, con el dúo más deslucido e irregular, especialmente un quinto de brusco viaje. Para colmo, en plan pinchaúvas, no tuvo su tarde con el acero.
Quien sí la tuvo de principio a fin fue Álvaro Lorenzo, en un primero de abril que superó incluso sus sueños más florecientes en una corrida de El Torero para recordar. Primavera de Puerta Grande un Domingo de Resurrección.