La maldición de Colau
Joan Ferran.- Desde que Ada Colau favoreció y permitió la expulsión de los socialistas del gobierno municipal una extraña maldición, a lo Jacques de Molay, se cierne sobre el equipo de la alcaldesa de Barcelona. Los problemas se multiplican, las soluciones no llegan y los despropósitos están a la orden del día. Narco pisos, Top-Manta, inseguridad ciudadana, prostitución callejera… Todo lo indeseable parece crecer en la capital catalana. Los ciudadanos son conscientes del deterioro de su ciudad y de la ausencia de respuestas adecuadas al creciente caos.
Esta vez el cabreo del personal no viene fabricado gracias a la lupa mal intencionada de algunos medios de comunicación -eso le pasó al hoy añorado Jordi Hereu- sino que es fruto de la observación de lo que acontece, del día a día. La armonía barcelonesa se agrieta mientras la sensación de desgobierno se hace evidente. A los de Colau les falta oxígeno e ideas.
No me entretendré en los asuntos delicados y escabrosos de la ciudad, no. Concejales suficientes tiene el municipio para pleitear por los temas. Pero sí que, quizás por deformación profesional, me apetece alzar la voz ante el postureo y el revisionismo histórico que han impuesto Pisarello y Colau en Barcelona. La última perla al respecto ha sido insultar la memoria y enviar al desguace la figura del sacrificado, entonces y ahora, almirante Pascual Cervera Topete. Craso error marca de la casa. Revisionismo histórico cutre, soledad política, mala gestión y postureo son las señas de identidad, los rasgos definitorios, del equipo de gobierno de la señora Colau.
Puestos a manosear el nomenclátor, permítanme una ‘boutade’ antes de concluir este artículo. Los doctos concejales al servicio de la alcaldesa podrían, por ejemplo, repasar el nombre de algunos espacios urbanos susceptibles de provocar sarpullidos entre los demócratas. Que un personaje xenófobo y racista, como Sabino Arana, tenga dedicada una calle debería hacer reflexionar al más ‘Pisarello’ de turno. Y qué me dicen ustedes de aquellos mercedarios, los almogávares, que sembraron el pánico en el Egeo al grito de: Desperta Ferro. Matem, matem! En Grecia aún amedrantan a los niños invocando la venganza catalana. Cambiar el nombre de la calle dedicada a esos soldados de oficio podría ser una sugerencia para los amantes del postureo pijoprogre. Lo mismo digo respecto a quien los capitaneaba, Berenguer de Entenza… Pero claro, como dijo Franklin D Roosevelt: “Son nuestros hijos de puta” y, a esos, ni mentarlos.
El revisionismo cutre colauita posibilita que, en un futuro no muy lejano, otros gobiernos puedan tener la tentación de eliminar discrecionalmente nombres de plazas y calles que hoy recuerdan a personalidades como Karl Marx, Pablo Iglesias, Buenaventura Durruti o Ángel Pestaña… ¿Jugamos a eso, a los turnos?
Que la maldición caiga sobre el equipo de Ada Colau me trae sin cuidado. Lo que realmente me preocupa es que sus efectos colaterales repercutan negativamente sobre la ciudad. Barcelona está mal gobernada; la gestión municipal es cada vez más deficiente, los problemas se enquistan y el funcionariado se desmotiva ante tanta frivolidad. Ahora bien, no se preocupen ustedes en exceso, todo ello se solventa votando sin trampa ni cartón. Mientras tanto: santa paciencia con los narco pisos, el top-manta, las peleas a machete, la participación ‘ful’ y mil cosas más…
Esta pobre imbécil, que se vaya despidiendo de la Alcaldía de Barcelona.
Como mucho podrá seguir tetando de la vaca pública como una simple concejal, y eso en el mejor de los casos.
¿Cómo es posible que una persona tan inútil haya llegado a tanto…, y una ex gran ciudad como Barcelona, a estar en manos de esta gentuza…?