La población y el nacionalismo vasco, catalán y gallego (VI)
Conclusiones de aspecto doctrinal: El individualismo, creemos, sigue siendo la filosofía moral y política dominante que inspira la historia en general y particularmente la que fundamenta y legitima un sistema económico basado en el respeto de la libertad individual y de la competitividad, aunque pueda ser tachado por algunos intelectuales como insolidario.
Los desafueros y horrores cometidos en nombre de determinados derechos colectivos[19], ayer y todavía hoy, son base suficiente y razonable para cuestionar el sentido de esta clase de derechos.
A pesar de esta superficial defensa de los derechos individuales a ultranza, lo que si es absolutamente cierto es que en el s. XXI, el mundo esta dominado por organizaciones y poderes económicos transnacionales, organizaciones internacionales no gubernamentales, entidades colectivas de la más diversa índole con poderes que van más allá de los individuos concretos. A pesar de que todo se haga en nombre de una defensa del individualismo, lo cierto es que muy pocas organizaciones dejan que los individuos actúen en igualdad en su constitución y funcionamiento.
El individualismo no ignora los roles tan importantes que juegan los entes colectivos como instrumentos de mantener intactos los derechos individuales. En este sentido J. Stuart Mill manifiesta en su ensayo “Sobre la Libertad” que la sociedad tiene sus derechos: “El objeto de este ensayo no es el llamado libre arbitrio, sino la libertad social o civil, es decir, la naturaleza y los limites del poder que puede ejercer legítimamente la sociedad sobre el individuo”. Es decir, estamos hablando de la violencia legítima que la sociedad puede y tiene derecho a ejercer sobre los individuos o sobre otros colectivos de su seno que no respeten estos derechos.
Para reconocer y fijar los derechos y las responsabilidades (deberes) del hombre como ser social, es preciso que determinemos, primero, la naturaleza, organismo y condiciones de la sociedad a que puede pertenecer. Varias son estas sociedades aunque en este trabajo solamente vamos a tratar de la pública o civil, que viene a ser el elemento mas importante en los Estados democráticos.
En España, y en otras Naciones del entorno, estamos viviendo la reivindicación de un presunto derecho colectivo: el derecho a la autodeterminación de los pueblos y a su soberanía: los nacionalismos. Nacionalismos que dentro de nuestro entorno se materializan en Las Provincias Vascongadas, de forma virulenta, en Cataluña y en Galicia pero que han tenido su máxima expresión en los antiguos Países del Este con la desaparición de las dictaduras comunistas. Las “cuestiones nacionales” son el centro de atención y preocupación de la política mundial de nuestros días. De manera extremadamente virulenta sobresalen los problemas de nacionalidad de irlandeses, vascos, kurdos, albano-kosovares y palestinos entre otros muchos.
El presunto derecho de autodeterminación, al contrario que el principio de las nacionalidades, surgió desprovisto de toda connotación étnica, hecho que obvian los nacionalismos excluyentes que sostienen tesis basadas en diferencias étnicas y culturales.
Las Naciones Unidas han reconocido el derecho de determinación desde 1945 hasta nuestros días para aplicarse a los pueblos bajo dominación colonial o víctimas de discriminación en Estados no democráticos, racistas o fundamentalistas, siendo la interpretación de la O.N.U en la práctica, mucho más reducida.
Lo que sostiene a una nación unida son las creencias, pero éstas creencias sólo pueden transmitirse a través de medios y artefactos culturales, como dice Miller, puestos a disposición de los grupos de interés. Éste es el fundamento de la afirmación de Benedict Anderson de que las naciones son “comunidades imaginadas” y entiende por esto que no sean invenciones completamente espurias, sino que dependen de actos colectivos de imaginación que encuentran su expresión a través de los medios de comunicación.
Conclusiones fácticas
En el caso concreto de España ha quedado reflejada una inusual homogeneidad étnica derivada de las migraciones interiores que han sido generalizadas en los llamados territorios históricos de Vascongadas.
La heterogamia a lo largo de los siglos XIX y XX, comparada con otras Naciones del entorno excluyendo Portugal, descalifica el “mito” de la existencia de “pueblos” diferenciados en los llamados “territorios históricos”, que ha quedado demostrado anteriormente, diferenciándose una Nación heterogama en el norte y homogama en el sur.
Existe una población diluida en los territorios llamados históricos por los factores antes mencionados que incitan a pensar que la “raza vasca” no existe ya como tal, o por lo menos no en los territorios en los que actualmente se dice que habitan, Vascongadas.
Para analizar estas conclusiones desde el punto de vista de los otros factores citados por Gellner, Hobsbawm y Smith en sus respectivos trabajos, parece se deben analizar las diferentes Comunidades donde se ha dado en España el fenómeno del nacionalismo excluyente siguiendo el método histórico, en el que podremos ver la importancia de las corrientes Carlistas en la fundamentación de los nacionalismos Vasco, Catalán y Gallego.
*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca
Admirable, como siempre, el esfuerzo impagable del Tte. Coronel Area Sacristán por descazurrar a los parroquianos sospechosos habituales.
El individualismo excluyente que fundamenta el liberalismo es un golem creado por la herejía reformista con fuerte carácter talmúdico, donde el “yo en tanto que elegido de Dios” se erige en centro del universo, y de los negocios, contra ese mundo católico impulsor de un mercantilismo racionalista y moral. Ese feroz movimiento depredador e iconoclasta donde el máximo beneficio entendido como divina providencia que constituye el único principio para alcanzar el máximo poder se alza contra los valores de universalidad y de integración transmitidos por el mensaje de Cristo a través de la España evangelizadora surgida de la Reconquista. Oirán… Leer más »
Excelente artículo. Efectivamente, y si es que se hubiese podido hablar de razas, más bien de pueblos, en un momento dado , desde luego que ya no tiene sentido reivindicarlas como argumento de peso histórico de los nacionalismos por usted citados.