El “racista” ahora es el socio
Álvaro Martínez.- «La elección del señor Joaquim Torra ha destapado las vergüenzas racistas del secesionismo. Cataluña necesita un presidente que gobierne, no un racista al frente de la Generalitat. No es ni más ni menos que el Le Pen de la política española». La reflexión no tiene dos semanas (era 21 de mayo) y el autor de la misma no era por entonces presidente del Gobierno y, por tanto, muy probablemente aún no sabía lo trascendental que para él –que en aquella fecha no era ni diputado– sería la facción política de ese «racista» apellidado Torra, pues sin sus votos no estaría ahora mismo en La Moncloa. Para ello, Pedro Sánchez hubo de zamparse, también «con patatas», todas esas presuntas vergüenzas que le despertaba Torra, pues sin Torra, no hay Moncloa, ni poder y el secretario general del PSOE seguiría siendo un líder sin escaño.
Un día después, el 22 de mayo, el PSC suscribía punto por punto las palabras de Sánchez. Más aún, al «racista» y al «Le Pen de la política española» le adobaban los socialistas catalanes el remoquete de «supremacista». Para ello cifraba en más de 400 los textos escritos por Torra en los que se mostraba «racista y supremacista», insistían.
Suma y sigue. El 23 de mayo, dale Perico al fuelle… Otra vez Pedro Sánchez volvía a criticar públicamente la «xenofobia» y el «racismo» del presidente de la Generalitat, que a su juicio, seguía siendo «un supremacista que ahoga la identidad de la mitad de los catalanes». Embalado en esas mismas declaraciones confesaba sentirse decepcionado con ERC por «haber antepuesto ideas racistas y supremacistas» –y dale– por permitir que Torra sea presidente.
Pero llegó el día 25 y la sentencia de la Gürtel. Y de inmediato, la moción de censura y las chiribitas en los ojos. Y entonces de la boca de ese Sánchez tan enérgico y locuaz en fechas anteriores fue desapareciendo todo el «racismo», el «supremacismo», la «xenofobia» y el «Le Pen de la política española» para referirse a Torra. Porque Torra y el resto de la banda del lacito amarillo fueron esenciales (además de un puñado de votos proetarras) para que él llegase al poder al formar parte del frente político salido de la moción de censura. Porque –repetimos– sin el «racista» no hay Moncloa.