España, un Mundial para llorar
Enrique Yunta. – El diario del Mundial, el diario de este triste Mundial, tiene su punto de inflexión en el 12 de junio, aquella tarde de locos en donde un comunicado con el escudo del Real Madrid lanzó por los aires cualquier preparación para la conquista de la segunda estrella. Hasta ahí, todo eran risas en España, principal favorita porque su fase de clasificación fue estupenda y porque meses antes le plantó cara a Alemania a domicilio y goleó a Argentina en el Wanda, sin que inquietara demasiado el triste amistoso contra Suiza en el Estadio de la Cerámica ni la pírrica victoria ante Túnez ya en Krasnodar. Eran, sin embargo, avisos de que el equipo no andaba muy alegre, pero se pasaron por alto al tratarse de bolos de preparación. España se podía decir, sin miedo a equivocarse, estaba feliz.
Fueron unas jornadas de convivencia en Las Rozas muy tranquilas, con más movimiento en los despachos que en el propio césped porque el triunfo de Luis Rubiales derivó en cambios internos de los que tampoco toca hablar. No se debatía sobre la portería, Piqué ya era querido por todos y la pelota había vuelto a rodar con gracia, ingredientes más que suficientes para cocinar algo bueno en el Mundial. Además, el presidente entrante apostó por la continuidad y renovó a Lopetegui hasta 2022 en un acto austero, pero que servía para evidenciar la confianza en un proyecto. Una fiesta, España estaba en el cielo.
Pero había ganado el Madrid la Champions, Zidane dijo poco después que dejaba Chamartín y al club blanco no le quedó otra que rastrear en el mercado para llenar el enorme vacío en su banquillo. Después de alguna que otra negativa, se llegó a Lopetegui, y el resto ya se sabe. El entonces seleccionador entendió que podía compaginar su nombramiento con el Mundial, e incluso estaba convencido de que nada iba a alterar la preparación de Rusia 2018, dando por hecho que la gente comprendería perfectamente su decisión. Al mediodía del 13 de junio, consumida una noche de cuchillos largos, Rubiales despachaba al seleccionador. A 48 horas del debut ante Portugal, España se quedaba huérfana y Fernando Hierro, casi por obligación después de ciertos recelos, se ponía al frente de la nave.
Hubo conjura, mensajes de unión, fotos de alegría y frases bonitas para llenar las redes sociales de los futbolistas, que consideraron también que era mejor estar calladitos y remar en una sola dirección. Pese a todo, el trabajo ya estaba hecho, supuestamente, y la alegría del Mundial seguía intacta. Pese a todo.
A los cuatro minutos de empezar a competir, la selección ya estaba contra las cuerdas porque Cristiano Ronaldo rompió a Nacho y el portugués acertó desde el punto de penalti. Enrabietado, al equipo se le activó un ataque de orgullo y fue incluso capaz de levantarse también después del increíble cante de De Gea, que será recordado para siempre. Hubo momentos dignos en los que España se pareció a España, pero una falta de Cristiano a la escuadra sobre la bocina frenó el subidón.
Con todo, se encendió una corriente positiva por la buena respuesta del combinado nacional ante una situación más que complicada y Hierro trataba de enfatizar con el personal vendiendo un discurso de optimismo que, si se analiza con perspectiva, estaba algo impostado. Muy mal se tendría que dar para no seguir creciendo ante rivales como Irán o Marruecos, pero sí, efectivamente se dio fatal y únicamente se pudo ganar de rebote ante los persas y se empató de chiripa y gracias al VAR ante los africanos. Sin saber cómo, España terminaba como primera de grupo y no era consciente de la oportunidad histórica que se le presentaba al caer por un cuadro mucho más amable de lo que pudo haber sido. A la postre, se perdió en los penaltis contra Rusia, el conjunto con el peor ranking FIFA (72) de los 32 que empezaron el torneo.
Sin fútbol, sin físico
En lo deportivo, a España se le pueden encontrar mil defectos. Por mil veces que se haya hablado del tema, si es necesario se hace otra vez y se confirma que el Mundial de David de Gea ha sido calamitoso. Y ya no es solo por esa acción ya escrita, la de Ronaldo. Nervioso, inseguro, sin salir de su área pequeña, contagiando a sus zagueros, incapaz de imponer sus más de 190 centímetros. Fatal de principio a fin y sin aciertos en la tanda de penaltis.
Entre los nombres propios, quedan señalados veteranos como Silva, del que nada se puede decir más allá de calificar su actuación con un suspenso sin reparos. Otros tampoco han estado mucho más allá, valga el ejemplo de Ramos, Piqué o Iniesta, pero es especialmente llamativo el apagón del canario.
Y, más allá de fútbol, faltó físico, con el equipo tieso y sin energía. Se escogió Krasnodar y ahí, con los terribles calores, se derritieron, cambiando las sesiones matinales a la tarde (Lopetegui prefería a las 11 horas, con Hierro han sido sobre las 18).
No hay excusas para justificar el descalabro, que lo es en todos los sentidos porque el Mundial ha sido para llorar.
(ABC)