Agresiones, bengalas y caídas provocadas: algo huele mal en el Tour de Francia
«Irrespirable». Así resumió la portada de ‘L’Equipe’ la etapa del Alpe d’Huez. Irrespirable por el humo de la bengalas que cegó a Nibali y provocó su enganchón con un aficionado y su retirada, e irrespirable por el mal ambiente que genera el dominio del equipo Sky, que tiene a Geraint Thomas y a Chris Froome al mando de la ronda gala. Se ha desatado una ola crítica en torno a Froome, cuestionado por parte del público pese a quedar absuelto de su caso de dopaje en la pasada Vuelta. Un espectador le empujó durante la subida a Alpe d’Huez. Fue detenido. El Tour no respira bien desde el caso del ‘Ventolín’. «La organización de la carrera tiene que protegernos», pide Froome.
Desde la primera etapa, el equipo británico ha sentido la presión popular. A los gregarios de Froome les han arrojado tequila a la cara. Y a Thomas, el líder de la carrera, le pitan en cuanto sube al podio. El galés paga la animadversión que despierta en Francia Froome, un ciclista que jamás ha tenido un mal gesto con el público. «Hay que respetar a los campeones del Tour», reclamó ayer el director de la ronda, Christiam Prudhomme. Lo pasó mal en las 21 curvas de Alpe d’Huez. Aunque había menos gente que otros años, resultó una tarde peligrosa, descontrolada. “Fue una subida muy dolorosa”, reconoce Prudhomme. Y lo fue por el mal ambiente en torno al Sky y por la caída de Vincenzo Nibali provocada por un espectador «excitado», según el patrón de la ronda gala. El Tour pierde a Nibali, que era el cuarto en la general, por una rotura vertebral. Con él se va uno de los pocos que se atreve contra el Sky.
Bourg d’Oisans era el punto de salida de la etapa. Suele serlo después de la jornada de Alpe d’Huez. En verano es un pueblo ciclista. Tiendas con maillots, talleres de alquiler de bicicletas… Vive del mito de esta montaña. Sólo una vez fue meta del Tour, cuando en 1966 ganó allí el guipuzcoano Luis Otaño. El autobús del Bahrain, el equipo de Nibali, se recuperaba del golge. Gorka y Jon Izagirre vinieron al Tour para escoltar al siciliano. Ahora, sin esa misión, tendrán más libertad para salir a la caza de una etapa en los Pirineos.
Pero la baja de Nibali estaba demasiado reciente para pensar en lo que viene. «Hemos estado con él por la mañana. Vincenzo es de pocas palabras. Se lo notaba dolorido, pero tiene un carácter fuerte. Lo ha aceptado», contó Ion Izagirre. Su hermano Gorka añadió: «Vincenzo tenía buenas piernas. Después de la caída casi cogió a los primeros. Yo iba escuchando la emisora interna y antes del accidente pensaba en atacar en el tramo final».
El Tour le partió a Jon una vértebra en el prólogo del año pasado. Tuvo que pasar por el quirófano «y la rehabilitación fue larga». Nibali ha tenido más fortuna. Estará dos semanas en reposo, sin necesidad del bisturí.
Después comenzará a hacer ejercicios en la piscina. Su objetivo es estar en Málaga el 25 de agosto para el inicio de la Vuelta. «Tiene un 60% de posibilidades de hacerlo», calculan en su equipo. Para Nibali, la meta de 2018 es el Mundial de Salzburgo, a finales de septiembre. Por eso, necesita recuperar la forma en la Vuelta. En el Barhain dan casi por hecho que cumplirá el plan. «Está acostumbrado a ganar y a perder», apuntó uno de sus directores, Goraz Stangelj.
Nibali fue víctima del terremoto del Alpe d’Huez. Exceso de euforia, salpimentada con brotes de odio. Al ciclismo llegan modos de las aficiones de los equipos de fútbol, incluidas la bengalas, que tuvieron un papel clave en la caída de Nibali. También las padeció Mikel Landa. «El humo se te mete en la garganta, y eso es muy molesto cuando vas a tope», señaló el alavés. Nadie traga las bengalas. «No tienen sentido en una carrera ciclista. Dan un olor nauseabundo. En el Alpe d’Huez no se veía nada. Tampoco Nibali pudo ver», protestó Prudhomme. Y ahí, bajo esa nube artificial y con los espectadores al borde de la piel de los ciclistas, se produjo el enganchón entre la correa de la cámara fotográfica de un espectador y el manillar de Nibali. Mal golpe. Cayó torcido. Y se fracturó la vértebra que le ha sacado del Tour.
«Confiábamos mucho en Nibali de cara a la tercera semana», aseguró Ion Izagirre. «Es la peor baja que podíamos tener porque lo iba a hacer bien en los Pirineos», se sumó Gorka. Ahora, esa cordillera tan cercana a su casa es para los hermanos de Ormaiztegi. «Todavía no hemos hablado sobre la táctica, pero imagino que iremos a por una etapa para dedicársela a Vincenzo», dijo Gorka. Las cunetas de los Pirineos ya se preparan para recibir otra oleada de aficionados. El Tour les pide «respeto» a los ciclistas. Y sin bengalas.
*ABC