Nigromancia
F. Sánchez-Dragó.- Qué necesidad había, señor Sánchez? Dice usted, o dicen los suyos, que exhuman a Franco por respeto hacia las víctimas. Digo yo, llevándoles la contra, que profanar una tumba, quienquiera que repose en ella, es siempre, sea cual sea el argumento esgrimido, una falta de respeto. Es curioso que para enterrar a Franco por segunda vez recurran ustedes a una estratagema digna de la persona que desentierran: gobernar por decreto sin que nada lo justifique es un recurso propio de dictadores. Los franquistas deberían estarle agradecidos: usted ha resucitado a su líder, lo ha devuelto a la calle, a los cafés, a la primera página de los periódicos, al imaginario colectivo, a la memoria de quienes ya no lo recordaban y a la curiosidad de quienes apenas habían oído hablar de él.
El culatazo puede ser de aúpa. Se entierran los cadáveres, pero no lo que éstos simbolizan. Los ladrones de tumbas buscaban los supuestos tesoros sepultados en ellas. Su móvil, señor Sánchez, es idéntico, aunque usted no busca oro, sino seguidores. ¿De verdad cree que alguien le votará por lo que acaba de hacer? No sea cándido. La gente vota por otras cosas. Más fácil es en este caso perder algún voto de quienes ya le votan que ganarlo entre quienes no lo hacen.
Mientras Napoleón, Lenin, Ataturk, Mao y el Tío Ho ¡menudos pájaros! siguen en sus mausoleos, la España cainita escupe sobre su historia. Si verdad es que medio país odiaba al Caudillo, no menos cierto es que el otro medio lo veneraba. Hablo del 36, porque cuarenta años más tarde, esa proporción se había roto y eran ya muchos más sus partidarios que sus detractores. La editorial Renacimiento acaba de publicar un interesante libro escrito al empezar la guerra por una observadora australiana: Eleonora Tennant (Viaje por España). En él se lee: “La técnica comunista era casi idéntica en cada ciudad y pueblo (…). 1. Se saqueaban y quemaban las iglesias. 2. Se torturaba y asesinaba a las monjas y los curas. 3. Se saqueaban y quemaban las casas. 4. Se robaba o asesinaba (o ambos) a la gente por las siguientes razones: a) por pertenecer a la clase alta; b) por ir a la iglesias; c) por ser anticomunista o por no ser lo suficientemente pro comunista. Esas espantosas condiciones imperaban en todos los lugares hasta que las tropas de Franco tomaron la localidad”. Media España, como mínimo, lo sabía y apoyó al Caudillo. No es memoria, señor Sánchez. Es historia. Respétela.
*Articulista de El Mundo
Tiene toda la razón.
El que no respeta, no merece ser respetado…