Nosotros, los nietos de los que ganaron la Guerra
S. Sostres.-Con la exhumación de los restos de Franco, Pedro Sánchez no sólo busca contentar a los suyos sino avergonzar a los que tuvieron un pasado franquista.
Cualquier Estado y cualquier democracia y cualquier libertad está construida sobre una guerra que se ganó, y las victorias militares y la celebración de la Pascua son el gran vigor del mundo.
Se dice como un insulto que tú eres hijo o nieto de los que ganaron la Guerra. Nuestra Guerra Civil, se entiende. ¿Por qué es un insulto ganar una guerra? En cualquier caso tendría que ser insultante haberla perdido, y de aquella manera, y con aquellas siniestras banderas.
Es preferible que no haya guerras, pero fue una suerte que la nuestra no la ganaran los que quemaban iglesias, los de las checas, los del tiro en la nunca en las cunetas, los que falsificaron las últimas elecciones republicanas para dar un golpe de Estado -del que nunca se habla- y ocupar ilegítimamente el poder.
¿Por qué se toma como un insulto que te digan que eres heredero de los que ganaron la Guerra? ¿Por qué es mejor ser familiar de los que por suerte la perdieron y por más suerte todavía no pudieron poner a España bajo la influencia del Pacto de Varsovia?
Cuando todavía era presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, para defender a Lluís Lach de sus declaraciones sobre los funcionarios, le afeó al PP ser el partido de Rodolfo Martín Villa. ¿Quién hizo más por la democracia y por la libertad? ¿Llach o Martín Villa? ¿Puigdemont o Torcuato? ¿Quién es, Puigdemont, por cierto?
Fueron los políticos de la Transición y no los cantantes los que nos aseguraron nuestro actual sistema de libertades. Fue el franquismo quien trajo la democracia a España, y no la Resistencia, articulada mayormente alrededor del Partido Comunista, mucho más totalitario que el Régimen.
Los políticos de la derecha tendrían que curarse del complejo antifranquista. La clase política del franquismo fue brillante y seguramente la más culta y preparada que hemos tenido en siglos. Nadie tiene que avergonzarse de haber sido ministro de Franco, o de que su padre o su abuelo lo fueran, todo lo contrario que aquellas deprimentes ministrillas de Zapatero, que parecían salidas de un anuncio de detergente.
Cualquier Estado y cualquier democracia y cualquier libertad está construida sobre una guerra que se ganó, y las victorias militares y la celebración de la Pascua son el gran vigor del mundo. Aquí en la Tierra no existe lo perfecto, pero sí existe lo peor, que es de lo que en el 36 nos libramos. Mejor que no haya guerras, pero si las hay, que nunca las ganen los comunistas.
A nuestros padres, a los padres de nuestros padres, honor para siempre…
Se puede decir más alto, pero no más claro.