Lo mismo da Leyre Pajín que Magdalena Alvarez, Carmen Montón que Bibiana Aido. Todas son de la misma ralea. Mujeres oportunistas sin oficio ni beneficio con un morro que se lo pisan, y que sin tener ni pajolera idea de cómo gestionar un quiosco de pipas pero yendo de la mano de un partido político, han logrado varias cosas en su propio beneficio gracias a la democracia. A saber: refugiarse bajo la pancarta del antifranquismo para ser alguien en la vida. Embolsarse como mínimo 6.000 euros mensuales sin necesidad de aportar historial laboral o académico ni superar oposiciones. Y, lograr una pensión máxima de jubilación con sólo once años en el pesebre, fruto del trabajo, el sacrificio, las penalidades y el sudor, de los sufridos contribuyentes españoles.

Este es el mensaje que retrata con nitidez a las vividoras del sistema. Cargos públicos versión femenina, que no son otra cosa que una pesada e insufrible “carga pública” para millones de españoles que, asfixiados por una presión fiscal confiscatoria, mantienen a esta caterva de parásitos que se descojonan a placer en sus fiestas y bacanales.

Un ejemplo bastaría para poner de relieve una vez más la ingenuidad de quienes les otorgan el voto. La exministra de Sanidad, Carmen Montón, presentada en sociedad con todo boato como “musa de la Sanidad Universal”, sin más méritos que afiliarse con 22 años al PSOE para emprender su “carrera” meteórica hasta la ubre del Tesoro, es el fiel reflejo del fraude de la democracia española. Toda una vida parasitando viviendo opíparamente, y ahora, cuando ha tenido que dimitir por haber sido pillada con el carrito del helado mintiendo como un bellaco, tiene además el cuajo de exigir una indemnización por los 95 días formando parte de un Gobierno ilegítimo. Estamos hablando de 4.500 euros mensuales por abrir la tapa del sumidero que se tragará por completo la Seguridad Social. O sea, unos 15.000 euros de indemnización sin despeinarse. Un montante que no gana una empleada de la limpieza durante un año entero quitando mierda, sin derecho a enfermar, y con algún que otro hijo a los que sacar adelante.

¿Cuántas mujeres españolas mucho mejor preparadas que esta vividora de la política, con experiencia más que demostrada en el mundo de la medicina, de la empresa o en el ámbito laboral, no pueden poner sus conocimientos al servicio del bien común dirigiendo un Ministerio como el de Sanidad, por el sólo hecho de no pertenecer a un partido político?

Proabortista y portavoz de la “ideología de género” y del repugnante lenguaje inclusivo, después de pasar por un grotesco ridículo tan espantoso, que si tuviese un mínimo de vergüenza hubiese cogido las de Villadiego para irse y no volver jamás a la política, resulta que dimite de su cargo como ministra, pero sacando tajada de una norma que los mismos legisladores aprobaron en su propio beneficio, en virtud de la cual los exministros tienen derecho a percibir, a partir del mes siguiente en que se produzca el cese y durante un plazo igual al que hubieran desempeñado el cargo, una pensión indemnizatoria del 80% del salario con un máximo de dos años.

No es de extrañar por tanto, el aumento de la presión fiscal que intentan llevar a cabo el okupa de la Moncloa y su banda, y que tuvo su origen con la llegada al poder del socialismo en 1982. Todo se reduce como alguien ha dicho, a que al contribuyente que tiene una nómina se le aumente el IRPF; cuando con el dinero que gana con su trabajo compre algo, se le aplicará el IVA; cuando ahorre en lugar de gastárselo en putas y bacanales, se le aplicará el impuesto de Patrimonio; cuando quiera regalar su dinero a alguien, entonces se le aplicará el impuesto de Donaciones; y, cuando ese sufrido contribuyente tenga la desgracia de morirse, entonces, este Gobierno tan democrático que vela por el bienestar de los que inmigrantes, aplicará rigurosamente a los herederos del finado, español por supuesto, el impuesto de Sucesiones.

Y todo esto, sin contar con una vida por cuyo camino se va uno encontrando con multas de todo tipo, sanciones administrativas por cualquier motivo, tasas, tributos, etc. Todo, con el fin de perpetuar y mantener un sistema de partidos y de autonomías políticas con su particular red clientelar, cuyo sostenimiento requerirá en un futuro no muy lejano y si Dios no lo remedia, el expolio indiscriminado de cualquier patrimonio, por pequeño que éste sea.