Merkel se va, pero los “refugiados” se quedan, y para siempre
En Alemania, el lunes 29 de octubre pasado, Angela Merkel anunció que no se presentará en Diciembre a su reelección como líder de la Unión Demócrata Cristiana – partido que preside desde 2000 – ni tampoco será candidata a canciller en 2021. En otras palabras: anunció el fin de su carrera política y más de uno suspiró aliviado al conocer la noticia.
Personalmente no me gusta mucho la idea de echarle un baldazo de agua fría a la esperanza de las personas porque es bonito y divertido ver a la gente entusiasmada por algo que, al fin y al cabo, a uno tampoco lo deja indiferente. Pero aun así, a riesgo de ser odioso, yo sería un poco menos optimista porque puede ser cierto que “Mutti” Merkel se retire pero el sistema que representa y que en su momento la elevó al poder va a seguir funcionando. Esa rara mezcla de marxismo cultural centralizado y europeísmo económico neoliberal con la que están embebidas las principales fuerzas políticas europeas consideradas políticamente correctas, seguramente quedará y continuará.
De última, hasta sería difícil decidir si la Merkel fue – o es – el producto de esta corriente política, o una de las arquitectas. Cuando la eligieron por primera vez, allá lejos en el 2005, uno podía hacerse ilusiones que, siendo la señora una estudiante de Física, doctorada en 1986 con una tesis sobre química cuántica, un poco de racionalidad y sentido común podía ingresar a la política del Viejo Continente. Pero, lamentablemente, no fue tan así.
Tomemos como caso de ejemplo el de la migración que sacude a Europa.
En octubre de 2010 la canciller alemana reconocía expresamente que la perspectiva de una sociedad multicultural había “fracasado; fracasado totalmente”. Ante la juventud de su partido reconoció: “A principios de los años sesenta nuestro país convocaba a los trabajadores extranjeros para venir a trabajar a Alemania y ahora viven en nuestro país (…) Nos hemos engañado a nosotros mismos. Dijimos: »No se van a quedar, en algún momento se irán«. Pero no fue así.” La cuestión es que, apenas cinco años después de reconocer el fracaso del multiculturalismo, abrió las puertas de Alemania de par en par permitiendo el ingreso de toda una enorme marea de personas que no pueden ni quieren asimilarse a la civilización occidental.
¿Coherencia? ¿Sentido común? Bueno, eso depende de qué lado del mostrador político nos posicionemos.
Del lado de los reales intereses de Alemania la política inmigratoria de “Mutti” Merkel es lo más incoherente, ilógico y sinsentido que uno pueda imaginar. Desde la perspectiva de un George Soros y su red de Open Society Foundations, la cosa cambia. Y ésta es la lección que todos deberíamos aprender: la “lógica” de los discursos políticos muchas veces – y yo hasta diría que generalmente – no coincide con la “lógica” de los plutócratas que tienen la ambición de detentar el verdadero poder de manera discreta.
Quizás a todos nos convendría no perder esto de vista al momento de analizar los casos de Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen, Orban, Andrzej Duda, Miloš Zeman y todos los demás. Algunos hacen lo que pueden dentro del margen de maniobra que se han podido construir. Pero otros pueden muy bien estar haciendo la política del pajaro tero que, como es sabido, grita en un lado pero siempre tiene el nido en otra parte.
Los serios problemas socioeconómicos que enfrenta la Unión Europea están en buena medida relacionados con la implementación del Euro con la que Angela Merkel no tuvo mucho que ver. Pero en lo que sí tuvo una buena dosis de responsabilidad fue en los desequilibrios ocasionados por la política mercantilista de lograr superávits de exportación a toda costa. Merkel ni siquiera escuchó las alertas de sus propios economistas que pedían poner fin a la grieta que finalmente terminó dividiendo cruelmente a los deudores de los acreedores en la UE. Cuando la crisis finalmente estalló, lo único que se le ocurrió decir a la canciller alemana fue que los países deudores debían “hacer los deberes”; es decir: debían reducir salarios, recortar las sumas destinadas a jubilaciones, seguros de desempleo y políticas sociales en general, vender lo que tenían y hacer todos los recortes y sacrificios necesarios para equilibrar sus balanzas de pagos. Suena a letanía conocida ¿no es cierto?
En Europa, lo que la Merkel estaba tratando de imponer era que todos copiaran lo hecho por Alemania a través de las llamadas “Reformas Hartz” que comenzaron en 2003 y terminaron de implementarse en 2004. El resultado de estas reformas fue que las condiciones laborales alemanas empeoraron notablemente. Para los desempleados y para los contratados a tiempo parcial o por un tiempo determinado, aumentó el riesgo de caer en la pobreza. El crecimiento de la masa de trabajadores de bajos salarios se convirtió en algo más duradero de lo previsto y la gestión de todo el programa provocó una catarata de demandas judiciales con la consiguiente inseguridad jurídica. [3] Otra de las películas que ya vimos, y no una sola vez, por estos lares.
Pero, si bien Alemania pudo aumentar la competitividad de su economía mediante el deterioro de sus condiciones laborales, el método no podía ser aplicable así como así a otros países. Sucede que los grandes genios de la economía liberalcapitalista al final tuvieron que reconocer que la competitividad no depende tan solo de la relación costos/beneficios y que no es cierto que si “los números cuadran” todo está bien.
La competitividad, entre muchas y variadas otras cosas, también depende de la potencia económica que hay detrás de los productos y del potencial de investigación y desarrollo invertido en ellos; áreas en donde, p.ej. en Europa, ni siquiera los franceses pueden competir con las empresas multinacionales “alemanas”.
Estos factores económicos, que se hallan mucho más allá de la simple rentabilidad financiera y que contribuyen decisivamente a determinar el grado de competitividad de una economía, deberían ser atentamente considerados muy en especial por países que necesitan impulsar su desarrollo como sucede con prácticamente todos los de nuestra región.
Pagar menos y vender más caro ha sido siempre la gran tentación de la codicia; es cierto. Pero no menos cierto es que la codicia por sí misma y sin control ha sido la responsable de más de una catástrofe económica. La eterna manía de tomar de variable de ajuste siempre y tan solo el “gasto” directo e indirecto del mercado laboral es una opción estratégica que jamás sacará a ningún país del atraso tecnológico y económico. Es más: está comprobado que el criterio de concentrarse de modo prácticamente exclusivo en lo financiero hasta ahora solo ha servido para lanzar los países al abismo de las deudas externas impagables.
No obstante después de todo lo dicho, para ser justos e imparciales, surge – inevitablemente – la pregunta: ¿Se puede responsabilizar a Merkel de todo lo ocurrido en y con la UE? La respuesta, naturalmente, es: “por supuesto que no”.
Para reducir esa dificultad hay que entender que en el tablero internacional, las distintas piezas del ajedrez político ya no están en los casilleros que solían ocupar hacia fines del Siglo XIX y principios del XX. La izquierda ha abandonado su reivindicación proletaria tradicional y se ha transformado en una “izquierda cultural” más gramsciana que leninista, y hoy no se ocupa tanto de las grandes masas (a las que ya no convoca) sino de las pretensiones de diversas minorías insatisfechas con su posición marginal y que buscan agresivamente lograr una visibilidad central. A su vez, la derecha también abandonó su papel conservador de valores sociales tradicionales y se convirtió en una “derecha capitalista” defensora de los intereses financieros y económicos de la economía global y de empresas más internacionales que multinacionales.
Después de la caída del Muro de Berlín, los internacionalistas de la izquierda cultural y los plutócratas internacionales de la derecha burguesa capitalista – que ya en sus orígenes históricos fueron paridos como las dos caras de la misma moneda demoliberal del Siglo XVIII puesta en circulación por la Revolución Francesa – han logrado acordar una especie de armisticio tácito dentro de un esquema de convivencia que le garantiza a cada uno su esfera de acción propia: los plutócratas dominan el área financiera e institucional mientras que la izquierda cultural se atrinchera en el dominio de los medios masivos de difusión y determina sus contenidos.
Por eso es que en España tenemos que convivir con un gobierno que está servilmente dispuesto a seguir las directivas del FMI a la espera de lograr la aceptación y algunas inversiones de las grandes centrales financieras de la plutocracia mientras que en todos los medios masivos de difusión asistimos a la promoción de cuanto grupito marginal de degradados, degenerados, corruptos, ladrones e inútiles fabrica la amoralidad hedonista del sistema y de cuantos proyectos antinaturales, decadentes y hasta homicidas pretende imponer la misma amoralidad en un marco de múltiples “grietas”, constantes tensiones y permanentes enfrentamientos “clasistas y combativos” en los que se aplica la estrategia de la lucha de clases a cualquier diferencia de opiniones o de intereses. De este modo, en nuestro país las personas viven discutiendo y enfrentándose no solo por cuestiones de sexo, clase social, dictaduras, farándula, política y fútbol sino incluso y todavía por la cantidad exacta de desaparecidos que produjo la guerra civil.
En el caso de Angela Merkel la situación es muy similar; por no decir prácticamente la misma. Mientras la plutocracia “alemana” impone los conceptos y las estrategias de la economía social de mercado de Erhard, en cuyo marco después resultan aplicables programas como el arriba mencionado Proyecto Hartz, al mismo tiempo la totalidad del aparato educativo y cultural con el apoyo irrestricto de los medios masivos de difusión martillea los cerebros de todos los alemanes – desde la más tierna infancia hasta la más avanzada senectud – acusándolos de genocidas por ser supuestamente miembros de un pueblo criminal, responsable y culpable de inimaginables atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial, hace ya más de setenta años.
“Mutti” Merkel se va, el sistema queda. Hay cierto corrimiento hacia lo que podría ser una “derecha” (valga el término) con un discurso un poco más racional y con un poco más de sentido común. Es la apuesta de Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen, Orban, Andrzej Duda, Miloš Zeman y todos los demás. Queda con todo abierta la pregunta de quién entre ellos está apostando en serio y quién solo apuesta de la boca para afuera a la espera de que se acomoden los tantos.
De cualquier manera que sea, en unas cuantas cuestiones no son las personas las que cuentan. Las personas pasan y los procesos siguen; los actores políticos pasan pero la plutocracia que maneja el dinero y las usinas ideológicas que manejan la publicidad y los valores culturales, ésos quedan.
Los políticos, por más famosos y conocidos que sean hoy, dentro de cincuenta años no serán más que accidentes históricos. Como diría alguien parafraseando la consigna favorita de Bill Clinton:
¡Es el sistema, estúpido!
Fuente: https://denesmartos.blogspot.com
El articulo esta muy bien elaborado. La Sra. Merkel es una persona cultivada y de buenas intenciones…Su politica exterior ha sido acertada, pero no la apertura tan amplia de puertas a la inmigración. Momentaneamente, para paises en confliczto, es de acertado acoger a las victimas para reinsertarlas el su país, pasado el conflicto. No se debe admitir mas fuerza laboral exterior a la EU. Alemanis sufre un fuerte deterioro… Una cosa es ser cristiano y otra suicidarse. Estoy aqui, en BERLIN, DESDE EL ANYO 1993. Creedme, voy por la calle, veo como esta todo y apenas contengo las lagrimas… No… Leer más »
TENDRÍAN QUE OBLIGARLE A QUE SE LLEVARA MEDIA DOCENA A SU CASA, POR LO MENOS, Y QUE LOS “DISFRUTARA”.
Esta gentuza -igual que Maduro Sánchez-, crean problemas a los demás, problemas que ellos no sufren nunca, pues viven aislados, rodeados de escoltas, en chalets con puertas de 6.000 euros, como el chepas.