A llenar las plazas para llenar las urnas
Pablo Casado.- Apenas unas horas después de que el Gobierno de Pedro Sánchez confirmara su intención de poner de rodillas a la Nación española ante la minoría que la desafía, hemos convocado a los españoles a la Plaza de Colón de Madrid.
La presencia de un denominado relator mediando en las negociaciones que el Gobierno de España mantiene con los secesionistas para dar continuidad a su ocupación del poder, sitúa la relación entre Sánchez y Torra no ya en la bilateralidad sino en la condena de España como inductora culpable de los acontecimientos por los que los golpistas están a punto de ser juzgados. Eso merece el nombre de traición.
En pocos días el Tribunal Supremo comenzará a juzgar el golpe de estado que los independentistas quisieron dar desde la propia Generalitat de Cataluña. Con esta increíble cesión, el Gobierno de Pedro Sánchez arrebata a la Justicia su espada cuando más la necesita y la clava en la espalda de la Nación.
Queremos que este domingo Madrid sea el centro y el inicio de un movimiento cívico que llegue a toda España, que sacuda la conciencia política de la inmensa mayoría que ama a su país y no acepta más ofensas ni humillaciones, por encima de partidos y de siglas.
Unidos por la libertad alrededor de nuestra bandera como único símbolo, vamos a decir alto y claro que España va a permanecer en pie a pesar de su Gobierno. Que no se arrodilla y que no se abandona. Que el Gobierno es de la Nación y la Nación ha dicho basta. Que no se puede faltar a la promesa de guardar y hacer guardar la Constitución expresada solemnemente ante el Jefe del Estado. Que los españoles demandamos ser restituidos en nuestra plena soberanía de inmediato, en las urnas, donde se debe. Que queremos llenar las plazas de toda España para llenar las urnas de libertad.
La palabra de los españoles expresada en nuestra Constitución es sagrada, pero ha sido degradada por un Gobierno que pretende hacer de España moneda de cambio para una ambición personal patológica. Especialmente hoy es sagrada la palabra de los catalanes, que padecen directamente la represión de un Gobierno autonómico electoral y socialmente minoritario, moral e ideológicamente podrido. Un Gobierno autonómico golpista, xenófobo, supremacista, que ha bloqueado las instituciones legítimas y el pluralismo que ellas evidencian para imponer la secesión de facto en una absurda mesa de partidos con mediación incluida que Sánchez ha aceptado para perpetuarse en un poder que es incapaz de ejercer.
Esa mesa no es Cataluña y nada de lo que se haga en ella puede hacerse en su nombre. En esa mesa se pretende conceder al delincuente la coartada de su deslealtad. Se pretende absolverlo demoliendo la verdad sobre España, una historia de reconciliación, generosidad, inteligencia y transparencia democrática que ha sido ejemplo para el mundo. En España no hay más excepción a la democracia que la que representa el nacionalismo.
Llevamos 40 años de esfuerzos integradores, pero el nacionalismo ha explicitado ya, de manera obscena y brutal, que no pretende su integración sino nuestra desintegración. Ese es el desafío y hay que aceptarlo tal y como está planteado. Sin matices. Y hay que ganarlo exactamente en los términos en los que está planteado. Igualmente, sin matices. Hemos estado dispuestos a convivir, pero de ninguna manera estamos dispuestos a perder. El próximo gesto corresponde a otros.
O las leyes salen de las urnas y el poder sale de las leyes, o se ha perdido la democracia. No hay democracia sin ley, ni más poder legítimo que el que las leyes otorgan. Pero el nacionalismo pretende convertir su delito en su fuente de derecho y de poder, y el Gobierno ha dicho sí. Porque le conviene.
Ultra es quien rebasa los límites, y Sánchez no ha dejado de hacerlo. Y no hablamos sólo de saltarse los límites, hablamos de hacerlo por esa razón y con ese propósito. Hablamos de liquidar la soberanía nacional como poder político sometido al derecho, limitado y controlado por los jueces y por los medios, pluralista y abierto, europeísta y cooperador. No hablamos solo de alterar la demarcación geográfica del poder, hablamos de su naturaleza misma: la Cataluña de los nacionalistas es una Cataluña totalitaria, y por esa razón Cataluña solo permanecerá libre si permanece española. La Nación española es un hecho moral que la inmoralidad nacionalista no puede soportar.
Hoy la Nación española no puede contar con que su Gobierno la defienda. Las amenazas directas vertidas contra el corazón de nuestra democracia y entregadas en mano al Gobierno en una de las más lamentables escenas políticas de nuestra historia reciente, exigen no solo una rectificación sino una reacción cívica abrumadora que devuelva de manera inequívoca e irrevocable la frontera de lo admisible y lo inadmisible al punto exacto en que la voluntad soberana de los españoles la ha situado. El Gobierno no puede alterar eso.
La Constitución que defendemos es la de 2019. Nace en 1978 pero es la nuestra, la de hoy mismo. No hablamos solo de nuestra historia, hablamos de nuestra libertad, aquí y ahora. Si la perdemos no perdemos un recuerdo, perdemos nuestra ciudadanía, perdemos nuestros derechos, nuestra dignidad política, perdemos nuestra voz y nuestro voto. Perdemos nuestra convivencia, nuestro lugar en el mundo y nuestro futuro. Nuestra paz. Perdemos a los nuestros.
Por eso ni aceptamos la amenaza nacionalista ni aceptamos la rendición socialista. Insisto, vamos a llenar las plazas porque queremos llenar las urnas de libertad y de dignidad, de soberanía española y de respeto a la ley, de europeísmo y de modernidad, de derechos y de oportunidades, de igualdad y de concordia. Vamos a llenarlas de patria, que contiene toda nuestra historia, incluidos los errores y el compromiso de no repetirlos, nuestro pacto de convivencia y el orgullo de haberlo hecho. La patria que ampara y hace posibles todas nuestras esperanzas. La patria como el bien que compartimos.
Estamos descubriendo con tristeza que el partido de Sánchez ha dejado de ser un partido constitucionalista. El PSOE, un partido que ha gobernado con más poder que nadie y durante más tiempo que nadie un sistema político de libertades impecable, europeo, ha mutado ahora en algo distinto, en el partido de Sánchez. No ha estado en los balcones, no quiere estar en las plazas y tampoco en las urnas. Ser constitucionalista es preferir ser oposición dentro de este sistema a ser gobierno en cualquier otro. Pero Sánchez prefiere ser gobierno en el sistema que imponen los nacionalistas a ser oposición dentro de la Constitución. Y cuando se está más cómodo con quien la ataca que con quien la acata, es que se ha dejado de ser constitucionalista. Lamentablemente, las próximas elecciones deberán producir una clara mayoría constitucionalista sin contar en ella al partido de Sánchez.
No puede presidir el Gobierno de España quien se avergüenza de España. No puede presidir el Gobierno de España quien cree que la voluntad de los españoles es un obstáculo en su camino, quien no sintió el chantaje nacionalista como amenazas a España sino a su propia ambición.
Nos van a provocar, nos quieren dividir. Y van a fracasar. Vamos a responder sin ira y sin miedo. Primero en las plazas y luego en las urnas. Como siempre. Y el domingo, la Nación a la calle.