Sánchez: “Relato de una traición a España”
Isabel Bonig.- El concepto narcisista que Pedro Sánchez ha aplicado a su trayectoria política tiene difícil parangón en la historia de la democracia española. Miren que José Luis Rodríguez Zapatero ya intentó impregnar sus decisiones políticas de una halo personalista alejado de los intereses generales pero no llegó al grado de vanidad del actual presidente del Gobierno.
Zapatero hizo mucho daño por su revisión de la historia y el ahínco por abrir heridas del pasado que las generaciones anteriores habían cerrado sabiamente. Hemos heredado ese despropósito en forma de fractura social, división y falta de planificación hacia el futuro. Ni siquiera el paso de los años le ha servido de aprendizaje como hemos podido, no adivinar sino constatar, en su mediación con el dictador venezolano Nicolás Maduro a quien le dio oxígeno pese a sus tropelías al frente de un país hermano.
Es cierto que ZP ha tenido el tic personalista compulsivo pero la mano se la ha ganado ampliamente Sánchez. El día que recuperó la secretaría general del PSOE, propiciando la mayor crisis en el socialismo español –veremos si irresoluble–, ya se vio que su objetivo era alcanzar el poder a costa de pisotear, si fuera el caso, el bienestar de los españoles.
La llegada a la Moncloa por la puerta de atrás y con el apoyo de aquellos que quieren romper España, el orden constitucional y la legalidad vigente, fue vergonzante para él y para las siglas que representa. Y aún lo es más su actitud de dejar caer ministros a su alrededor pero no hacerlo él por la tesis plagiada.
Nada de eso, sin embargo, ha superado la actuación de esta semana. Empezó reconociendo a Juan Guaidó como legítimo presidente venezolano con mucho retraso y provocando dudas en la Unión Europea donde España siempre ha marcado la agenda en la acción exterior con los países iberoamericanos. Fue prisionero y obedeció durante semanas a sus socios de Podemos que trataban de amortiguar y retrasar esta declaración contra quien ha sido su patrocinador (ideológico y económico) desde el nacimiento de esta formación política.
Avanzó en su egocentrismo cuando anunció que va a escribir un libro autobiográfico bajo el título de “Manual de Resistencia” demostrando que la petulancia también es compatible con la Presidencia del Gobierno, cuando ésta no debería dejar más hueco que el trabajo para el progreso de los españoles. Está claro que para Pedro Sánchez sus compatriotas están en un lugar secundario de su agenda.
La coronación de Sánchez como el presidente español más dañino para el país ha llegado pocas horas después de ese anuncio con la aceptación de que haya un relator (un tercero) que participe de las conversaciones entre el Gobierno de España y los independentistas catalanes. El hecho en sí supone una alta traición al Reino de España y que esa maniobra parta desde el jefe del Ejecutivo es una decisión sin precedentes.
¿Qué consigue? Nadie podría pensar que un apoyo a los Presupuestos Generales del Estado para seguir en el poder hasta 2020 es un pago suficiente como para mercadear con la unidad de España. Pero quizás para Sánchez es proporcionado a su concepción ególatra de la política. Si yo estoy bien, España va bien –debe pensar el presidente– y no se da cuenta de que la fractura que Zapatero trabajó puede ahondarse ahora con una profundidad alarmante.
Ya lo venimos anunciando en la Comunidad Valenciana donde Ximo Puig ha cogido el camino recto hacia el separatismo blanqueando a los golpistas catalanes con una tibieza impropia de quien cree en el Estado de Derecho y esa lacra está carcomiendo los cimientos del PSOE que todos conocimos y que ayudó a consolidar la democracia en España.
Aceptar a un tercero en las negociaciones con los independentistas catalanes es tanto como asumir que estamos hablando de dos países diferentes. La Constitución refleja bien a las claras qué es España, porque así lo decidimos los españoles, y nadie puede alterar ese espíritu nacional labrado durante siglos si no es activando los mecanismos que recoge la Carta Magna.
Ya nada es descartable, ni siquiera plantear una moción de censura contra Sánchez porque cada minuto que pasa en la Presidencia es un drama para España. Siempre antepone su figura –¡hasta se invistió como Rey saltándose el protocolo y saludando a los invitados junto a Felipe VI!– y los españoles no podemos seguir sufriendo a un presidente que pone en riesgo la unidad territorial del Estado.
Los diputados socialistas que no comulgan con esta vuelta de tuerca hacia la desestructuración de España deben dar un paso hacia adelante y además de discrepar en público, como ya han hecho algunos, tendrían que darle al botón del no a los Presupuestos Generales del Estado para demostrar cuáles son los límites que no se pueden sobrepasar.
Pedro Sánchez ha manchado la institución que representa y aún está a tiempo de cambiar el título de su libro. “Relato de una traición a España” le vendría como anillo al dedo. Si no da marcha atrás el presidente del Gobierno va a meter en un callejón sin salida a sus compañeros socialistas que el próximo mes de mayo se presentarán a las urnas porque los españoles no vamos a olvidar ni a perdonar esta vileza.