No bastará con pedir el voto útil
Manuel Marín.- Los sondeos apabullan tanto como confunden, con horquillas siderales para la asignación de escaños basadas en un margen de error aún incalculable. Hay demasiada incertidumbre y volatilidad en torno a la idea de que, esta vez y tras la moción de censura, lo relevante no será quién gane las elecciones, sino quién pueda formar gobierno. Hoy las encuestas ofrecen tres evidencias y una duda. Las evidencias: Sánchez gana; tres o cuatro de cada diez votantes siguen indecisos, ocultan su voto o directamente mienten; y la derecha fracturada no podrá sumar escaños para una investidura. La duda es si Sánchez consigue formar gobierno y, en ese caso, con qué partidos y si será en minoría o en coalición. La alternativa de un bloqueo y una repetición de comicios se aleja.
Por eso, la angustiosa duda que atenaza al PP es cómo provocar un vuelco en la percepción del votante del centro-derecha, porque a estas alturas la mera apelación al voto útil, presentando los comicios exclusivamente como un plebiscito sobre Pedro Sánchez, no bastará a Pablo Casado. Al PP le queda un único recurso para intentar ese vuelco que el voto emocional a Vox coarta de momento, y que le está restando entre 30 y 40 escaños: identificar al partido de Santiago Abascal como un cooperador necesario del sostenimiento de Sánchez en el poder, y además hacerlo con más éxito del conseguido hasta ahora.
El PP asume que Vox se ha convertido en un fenómeno sociológico más profundo que una simple moda causante de una sangría de votantes. Por eso la campaña de Génova no puede basarse ya exclusivamente en el voto del miedo, el sufragio pragmático, o en convencer a ese votante de que Casado es la única alternativa con opciones realistas… Ese votante ya lo sabe. Pero para rectificar necesita un impacto frontal, una ducha fría, un plus de pasión ideologizada que sigue sin encontrar en el PP. A Casado no le queda más alternativa que practicar una terapia de choque creando en ese votante un problema de conciencia y llenarle de dudas hasta someterlo de facto a una suerte de chantaje emocional que le haga recapacitar.
La causa del voto, sea ideológica, sentimental o empática, dejará de ser relevante. Muy al contrario, esta vez lo determinante esta vez será la consecuencia de ese voto. Por eso Sánchez no se expone a errores y vive cómodamente de la fractura de la derecha.