Camisetas del Che Guevara en el Orgullo, un homófobo que encerró a cientos de homosexuales en campos de trabajo
Manuel P. Villatoro (R).- La revolución cubana orquestada por Fidel Castro logró algo que el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels anheló durante toda la Segunda Guerra Mundial: conseguir grabar a fuego una idea en la mente de la sociedad. los barbudos que se alzaron contra Fulgencio Batista hicieron -casi sin pretenderlo- que uno de sus guerrilleros más controvertidos, Ernesto Guevara, pasara a la historia como el símbolo del buen y racional combatiente. Tanto es así que, en la actualidad, su semblante luce orgulloso en cientos de miles de camisetas de jóvenes y mayores. La realidad, sin embargo, es que poco tenía el Che de santo (y mucho de asesino).
Pero los símbolos es lo que tienen, que es imposible extirparlos a golpe de realidad histórica una vez que se han introducido en el imaginario colectivo. El ejemplo de ello fue la pasada celebración del Día del Orgullo Gay, donde pudo verse a varios manifestantes luciendo orgullosos camisetas con la cara del Che. Un error histórico sonrojante ya que, a pesar de lo que narra el mito, Guevara cargó en repetidas ocasiones contra los homosexuales al considerarles contrarios a su ideal de «hombre nuevo» (aquel que debía alzarse sobre el resto tras la revolución). Por si fuera poco, el guerrillero llegó a tildarles de «pervertidos sexuales» y, con la ayuda del también homófobo declarado Fidel Castro, les persiguió y les internó en campos de trabajo.
Revolución contra los homosexuales
Entender el odio que la revolución cubana exudaba contra los homosexuales requiere retroceder en el tiempo hasta el siglo XIX. Así lo afirma Carlos Tejo Veloso (Vicedecano de Relaciones Internacionales de la Universidad de Universidad de Vigo) en su dossier «Nadando contra corriente: práctica artística y homosexualidad en la Cuba contemporánea». En sus palabras, los «grandes próceres de la patria» cubana contribuyeron a construir «un modelo de héroe asociado a un viril estereotipo de ideal masculino». El mismo del que, poco después, bebieron Castro y Guevara. Uno de los primeros fue el escritor y político José Martí, quien, en su obra «Nuestra América», identificaba al «homosexual con un ser afeminado incapaz de construir una nación y lo definía como un inservible detritus del materialismo moderno».
Martí, defensor de la heterosexualidad como medio para lograr aumentar la natalidad, fue uno de los ideólogos en los que, a partir de 1959, se basaron las políticas de los revolucionarios que arribaron a La Habana en 1959. Aunque otros autores tampoco se olvidan de la influencia del machismo de la época, del estalinismo y del comunismo chino en esta mentalidad. Estos últimos, dos movimientos que consideraban la atracción hacia personas del mismo sexo como un signo de «decadencia burguesa» y de debilidad. Casi «un virus que irremediablemente excluye a la persona infectada de la construcción del proyecto revolucionario», en palabras del propio Tejo Veloso. La investigadora Frances Negrón-Muntaner es de la misma opinión en su documentado «Mariela Castro, los homosexuales y la política cubana».
En todo caso, lo cierto es que los castristas centraron sus esfuerzos en hacer que la sociedad viera a los «guerreros barbudos» como hombres viriles capaces de salvar la revolución; todo lo contrario que a los homosexuales. «En la Revolución, la homosexualidad se consideraba una fase que había que superar si se pretendía cumplir con los objetivos marcados por el sistema», añade el estudioso en su obra. Así lo corrobora también Guillermina Sutter Schneider, Asistente de Investigaciones del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global, en «¿Eres gay? El Che Guevara te hubiera enviado a un campo de concentración». Para Fidel y sus compañeros, atributos como la fuerza y la valentía (que creían tan necesarios en el nuevo régimen que organizaban) eran contrarios al ahora colectivo LGTB.
Homófobo declarado
A nivel particular, el Che consideraba la homosexualidad contraria a su ideal de «hombre nuevo» (el arquetipo de varón que, en sus palabras, debía alzarse sobre los poderes establecidos y sobre cualquier forma de dominio). Según el periodista Carlos Alberto Montaner, este debía ser «un obrero vigoroso, gallardo, trabajador, patriota, desinteresado, heterosexual, monógamo y austero». Eso le llevó a considerar a los gays y a las lesbianas como unos «pervertidos sexuales» y (en palabras del investigador y escritor Cabrera Infante) «gente enferma» que debía dejar paso al mencionado «hombre nuevo, políticamente sano y producto de la Cuba comunista».
Otro tanto ocurría con el mismo Fidel Castro, quien, en varias entrevistas, sostuvo la incompatibilidad del homosexual con el grupo revolucionario que dirigía: «Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permita considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero comunista. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista». No obstante, la profesora de la Universidad de Warwick Stéphanie Panichelli-Batalla es partidaria en su libro «El Testimonio en la Pentagonía de Reinaldo Arenas» de que, en realidad, la pareja de dirigentes solo despreciaba a los gays que «rechazaban su naturaleza masculina» y tenían una forma de ser afeminada.
En todo caso, donde se puede ver el odio del régimen castrista hacia los homosexuales es en la represión que se organizó contra ellos en los años sesenta. Así, el estado no tardó en considerar a los gays como detractores del nuevo gobierno y potenciales enemigos que se declaraban en contra de lo patriarcalmente normativo. En palabras de Tejo Veloso, las primeras detenciones de este colectivo se perpetraron «por los recién creados Comités de Defensa de la Revolución (CDR)», un organismo civil de voluntarios que se infiltraban en los barrios y denunciaban «todas aquellas actitudes que pudieran ser consideradas antirrevolucionarias». Poco después, los presos empezaron a ser internados en campos de trabajo.
Así lo confirmó el escritor, opositor y periodista Jacobo Machover a la cadena BBC en el año 2017. En sus palabras, se suele olvidar que fue el Che «quien creó el primer campo de trabajo de Cuba, que fue situado en la península Guanahacabibes». Una prisión donde «metían a funcionarios o militantes del Partido Comunista que no habían cumplido con las normas» y que, a la postre, fue «el primer paso hacia los campos de trabajo forzado que hubo en Cuba en los años 60, tristemente conocidos como Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP)». Según sus declaraciones, en estos enclaves «fueron encerrados homosexuales, católicos o adeptos de las religiones afrocubanas».
A su vez, Machover cargó durante esta entrevista contra el Che Guevara al afirmar que «fue el principal organizador de esos crueles centros». Lo mismo ocurre con Sutter, quien tilda estos de centros de internamiento de campos de concentración. «Este campo fue el primero de muchos. De los Nazis, el gobierno cubano también adoptó el lema de Auschwitz “El trabajo te libera”, cambiándolo por “El trabajo los hará hombres”», explica en su artículo. A su vez, es partidaria de que se les forzaba a trabajar durante un número ingente de horas para «corregir su conducta homosexual».
El profesor español es de la misma opinión. En su dossier, afirma que los homosexuales se convirtieron en «una numerosa comunidad dentro de estos singulares espacios para la reeducación». Además, es partidario de que, en el año 1971, y con motivo de la celebración del «I Congreso Nacional de Educación y Cultura», el gobierno castrista reconoció que la homosexualidad era una desviación patológica y prohibió que los gays representaran al país en actos oficiales que se sucedieran fuera del país. Este fue solo el principio. Y es que, en los años setenta se implantó la «Ley de ostentación homosexual», que prohibía las manifestaciones públicas de afecto entre personas del mismo sexo.
Tras la camiseta
A pesar de que se le trata como cubano, Ernesto Che Guevara nació el 14 de junio (o el 14 de mayo, dependiendo de los historiadores) de 1928 en Rosario, Argentina. Lo hizo en el seno de una familia bastante acomodada, lo que le permitió acceder a estudios superiores de medicina en 1947. Para entonces -y según afirmó su amigo Carlos Ferrer en un documental- ya se había ganado el apodo de «chancho» debido a que solo se lavaba la ropa una vez a la semana. A su vez, el futuro revolucionario ya había demostrado que padecía (en palabras del entrevistado) de una «hipersexualidad» latente. No en vano perdió su virginidad a una temprana edad con la empleada del hogar contratada por sus padres.
Su carácter revolucionario, que ya empezaba a salir a la luz, terminó de moldearse en 1952, cuando hizo un viaje de 10 meses en moto por Argentina con el objetivo de reconocer todos sus recovecos. «Recorrió 3.500 kilómetros de sur a norte», explica la Fundación Che Guevara en un dossier sobre este personaje. Durante el trayecto, conoció de veras lo que era la miseria del país tras convivir con leprosos y vivir en sus propias carnes la pobreza que le rodeaba.
Según su amigo Alberto Granado, el Che siempre hizo gala de que los viajes eran la mejor forma de crearse una opinión verdadera sobre el mundo: «Solía decir a sus compañeros estudiantes. “Mientras vosotros estáis aquí estudiando para tres exámenes, yo voy a ver la provincia de Santa Fe, el norte de Mendoza, el este de Mendoza, y por el camino estudiaré para aprobar esos exámenes a la par que vosotros». Fernando Barral (un psicólogo que le conoció) también ha hecho referencia a su independencia en múltiples entrevistas: «Se mostraba increíblemente seguro de sí mismo y tenía unas opiniones totalmente independientes. Era muy dinámico, incansable y poco convencional».
Con cada país que visitaba, el Che se iba empapando cada vez más del espíritu revolucionario latente en América Latina. Por ello, no fue raro que -en 1955- conociera a Raúl Castro y su hermano Fidel, quienes estaban preparando un golpe de estado contra el gobierno de Cuba. «De inmediato se enroló como el tercer miembro confirmado de la futura expedición de la guerrilla. Después, Guevara se dedicó al entrenamiento de los combatientes y los cubanos», explica Michael Ratner en su obra «Che Guevara and the FBI: U.S. Political Police Dossier on the Latin American Revolutionary Paperback».
Nuestro protagonista desembarcó como médico con el contingente formado por estos revolucionarios en 1956 y, poco después y por su valentía, se convirtió en lugarteniente de las fuerzas. Así, el Che hizo válido una de las frases por las que sería recordado: «Con quince años un hombre ya sabe cuáles son las cosas por las que quiere morir y no tiene miedo de dar su vida si tiene un ideal que haga fácil ese sacrificio». El 17 de febrero de 1957 fue nombrado «comandante», título por el que sería conocido en todo el mundo.
Unos meses después, ya como líder militar, venció a las tropas del gobierno de Fulgencio Batista y entró en La Habana victorioso. Había pasado de ser un médico, a un líder revolucionario. Y en ese camino había sido acusado de llevar a cabo todo tipo de asesinatos y matanzas.