Las encuestas hechas a lo largo de los últimos años revelan, una y otra vez, que el interés de la población general por la violencia de género es menos del 1%. A pesar de la enorme atención mediática que suscita y el enorme gasto en dinero público dedicado a su prevención, ni la sociedad responde a las expectativas creadas, ni las campañas parecen dar frutos reduciendo el maltrato doméstico a las mujeres, ni las muertes femeninas reducen sus cifras que se mantienen año tras año.

¿Qué puede estar pasando? Sencillamente, se está afrontando este gravísimo problema de un modo totalmente equivocado. Al igual que ocurrió con las sangrientas campañas publicitarias de tráfico, que de nada sirvieron, los accidentes mortales de carretera no comenzaron a decrecer de manera importante hasta que se implantó el carnet por puntos, entre otras medidas. ¿Qué se debería hacer en violencia de género? Evidentemente otra cosa. Las carísimas campañas de “saque la tarjeta roja al maltratador”, “Cuando la maltratas a ella, me maltratas a mí”, “Si hay salida a la violencia de género, es gracias a ti”, “No se ocurra ponerme la mano encima, jamás”, o “Ante el maltratador, tolerancia cero”, no calan en la sociedad y a nadie se le ha ocurrido analizar por qué.

Más de 26 mil millones de euros sólo de fondos europeos se han gastado en España y aún mayor se prevé el gasto destinado este año para no cambiar nada. ¿Qué hacer? Cambiarlo absolutamente todo, de raíz.