Algo insólito; churros y porras cuidadas de calidad
Y no es una cadena, ni una franquicia. Se llama Mayoma y no me pregunten el por qué. Tiene pinta de heredado. Está en Francisco Silvela, 67, muy cercano al Hospital de la Princesa. Un tabuco relimpio y floreciente.
Buena masa, cuidada, hecha con cariño, y maestría, aceite de freír que no sabe a demonios, sino bien y otras cosas, como amabilidad, orden, limpieza, jovialidad y ágil atención a todos. Resultado: sorprenden gratamente a la primera toma de contacto y se confirma a lo largo de los días, porque churros y porras responden en la continuidad y encima, para más inri, el café es bueno, no aceptable, bueno.
¿El gran negocio? Tiene toda la pinta. Son gente joven, amable, elástica y sonriente, sin freno de mano y cuando echan el cierre le dan una vuelta a todo, lo friegan, lo enjabonan y da gloria, incluido mostrador y suelos. Un equipo bien avenido y con buen entrenador. Lo he visto cuando he llegado tarde –que son las doce- y les he sorprendido tras el cierre a medio echar. Todos hacían de todo. Resultado, no hay oxidaciones, ni fermentados olorosos que suelen ser la perdición. Saben lo que se hacen y no hay duda de que hacen lo que saben. Se matan unas horas… y mañana será otro día.
Fidelidad… toda la que cabe en el mundo. No falla la parroquia y se agranda a ojos vista. Lástima que las paredes no sean elásticas, porque con el mismo dinero se desayuna contento y feliz y produce esa sensación de que da para más. Satisface.
Lo localizamos porque, en un bar de la zona, nos sorprendió la calidad de aquellos churros y de aquellas porras, su sabor. Brillaban con luz propia, no era lo común oscuro y basto, sino algo diferente. Preguntamos, indagamos y finalmente localizamos la mina. No estaba demasiado alejada. Zona de influencia, y selección natural de la especie. De allí salen mandados permanentemente.
¿I+D+I? Sin duda criterio, arrojo y trabajo, C+A+T. Eso sí que es innovación. No se ve subvencionado. Alguien se dijo simplemente: ¿Por qué va a tragarse la gente esa bazofia pudiendo ser algo sabroso y de consistencia atractiva, como las hacía mi abuelo en Alcaudete y había tortas desde las siete?
Les he trasladado mi inquietud por la reciente desaparición de Peña Cruz en Fuencarral, junto a Apodaca, del último yacimiento de buñuelos “tirados” que han sido mi delicia durante años. Hacía por ir cada cierto tiempo y a mi hermano César le enloquecían, porque nos recordaban nuestra infancia franquista y la fiesta dominical que suponían mojarlos en café. Espero que en alguna junta de accionistas consideren su resurrección, que vayan al archivo de fórmulas magistrales y un día los saquen a la lonja.
Cada vez que iba a Peña Cruz me comía seis, como poco. Benditos sean.