Torra se aferra a la calle para redoblar el nuevo desafío: «No hay vuelta atrás»
El secesionismo catalán preparó con esmero el atrezo para conmemorar, sin decirlo, los dos años del 27 de octubre de 2017. Ya nadie habla de la declaración unilateral de independencia del Parlamento de Cataluña y de la fuga del entonces presidente autonómico, Carles Puigdemont. Ayer, en un déjà vu que empieza a ser rutinario en la región, por la mañana Quim Torra, sucesor a dedo de Puigdemont, se rodeó de cientos de alcaldes que, vara en mano, gritaron por la independencia desde el Palacio de la Generalitat. Por la tarde, otra manifestación de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, a la que asistieron Torra y su gobierno. La Guardia Urbana los contó: 350.000 personas. Un treinta por ciento menos que hace solo una semana, cuando los mismos convocantes se manifestaron por Barcelona por los mismos motivos: la libertad de los sediciosos condenados por el Tribunal Supremo y que Cataluña se separe del resto de España.
Este sábado, en la víspera de los dos años de aquella independencia frustrada por los Poderes del Estado, en cumplimiento de la Constitución, el presidente de la Generalitat reiteró que su «compromiso» con la independencia sigue intacto y que, por lo tanto, lo volverá «a hacer, tozudamente». Torra redobló una advertencia a quien quiera escuchar: «Nuestro compromiso con volver a ejercitar el derecho de autodeterminación no tiene vuelta atrás».
El presidente autonómico, rodeado de unos 800 alcaldes de los 839 que han firmado mociones municipales rechazando la sentencia del Supremo, aseguró que «el comportamiento democrático del pueblo de Cataluña (…) no será frenado por la represión, ni por las amenazas de un nuevo 155, ni por las multas, ni por la prisión, ni por las condenas preventivas, ni por los requerimientos del Tribunal Constitucional… bien al contrario». Y, dirigiéndose a los alcaldes, dijo: «Solo juntos tendremos la fuerza suficiente para acabar lo que comenzamos. El pueblo de Cataluña así nos lo reclama. Y nosotros hemos de estar a la altura».
Torra se agarró a su concepto de «pueblo», que suele excluir a los ciudadanos que no comparten sus tesis secesionistas, para añadir: «El pueblo de Cataluña se merece que no desfallezcamos. Conjurémonos hoy a seguir adelante, siempre adelante». Y finalizó su intervención con un «¡Viva Cataluña libre!», que fue acompañado por gritos de los alcaldes a favor de la independencia y la libertad de los presos condenados por sedición.
«No estáis solos»
Pasado el mediodía, Torra se desplazó a la calle Marina de Barcelona para participar en la manifestación independentista organizada por la ANC y Òmnium. A pie de calle, esta presentó escasas diferencias con movilizaciones precedentes.
Asimismo, después de castigar a los políticos sin zona vip que les aislara del resto de manifestantes como ocurrió en la última Diada, en esta ocasión los responsables de la marcha sí destinaron para ellos una zona preferente a la que se accedía por un canal de vallas protegido por voluntarios. Se quería evitar a toda costa la imagen de manifestantes abucheando a los líderes políticos secesionistas que se ha producido en varias ocasiones. Por su parte, los dirigentes y electos secesionistas acudieron obedientes a la cita. Incluso se sumaron a la comparsa representantes del PNV, como el senador Jokin Bildarratz .
El clima preelectoral pesa y la sucesión de declaraciones de dirigentes y candidatos ante la prensa se prolongó durante casi el mismo tiempo que duró la propia marcha. Hablaron Torra, que se comprometió a ir «tan lejos como la gente quiera», el presidente del Parlament, Roger Torrent (ERC), así como dirigentes y candidatos al 10-N de Junts per Catalunya, ERC y la CUP.
Minutos antes del inicio de la manifestación (que llenó la calle Marina, desde el litoral hasta el templo de la Sagrada Familia), Gabriel Rufián respiraba aliviado y regalaba selfies a sus seguidores acompañado de la cúpula del partido de Oriol Junqueras. La imagen contrastaba con la de hace una semana, cuando el candidato y portavoz de ERC en el Congreso tuvo que abandonar otra protesta nacionalista, en esa ocasión ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, entre abucheos y gritos de «traidor».
En la cabecera de la marcha, marcada por un ambiente familiar y festivo, había dirigentes de entidades afines al procés -entre estos el secretario general de la UGT en Cataluña, Camil Ros-, familiares y parejas de los condenados por el Supremo. Todos ellos portaban una sencilla pancarta blanca con la palabra «Libertad». No en vano, los organizaciones de la concentración pretendían generar una imagen de «transversalidad» que apelara a la sociedad catalana más allá del secesionismo. A juzgar por los cánticos de los manifestantes y los discursos de sus líderes, dicha meta no se logró .
En el acto de cierre de la marcha, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, recitó uno tras otro los nombres de todos los encarcelados por participar en altercados violentos contra la sentencia del Supremo y de los autodenominados Comités de Defensa de la República (CDR) acusados de terrorismo por la Audiencia Nacional. A todos ellos les prometió que el independentismo iba a estar a su lado. «No estáis solos», secundaron los manifestantes al unísono. Con este paso, el secesionismo oficializó la integración de estos detenidos (algunos acusados de delitos como intento de homicidio por tratar de derribar un helicóptero policial con un cohete) en su corpus de «presos políticos».
Más allá de los habituales cánticos por la libertad de los presos del 1-O, a favor de la independencia y contra la prensa española, los concentrados añadieron a su repertorio la petición de una «amnistía» a los condenados, elemento que se prevé que ganará peso en el argumentario soberanista de los próximos meses.
Disturbios de los CDR
Al acabar la manifestación de la ANC y Òmnium, varios miles de asistentes a la marcha (10.000, según la Guardia Urbana) se dirigieron a la Jefatura Superior de Policía Nacional, en la vía Layetana, para secundar la convocatoria de los CDR.
Los manifestantes pudieron llegar hasta las inmediaciones de la Jefatura policial y grupos de encapuchados lanzaron pelotas de juguete, huevos y botellas de cristal, entre otros objetos, a los furgones de la Policía Nacional que custodiaban el edificio. Algunos, en la calle Magdalenas, llegaron a pintar una estelada en la parte posterior de uno de los vehículos y a forzar su matrícula.
Poco después de las 21.00 horas, varias unidades de los Mossos d’Esquadra llegaron a la zona para dispersar a los radicales, acción que hicieron al salir de las furgonetas varias decenas de agentes. En ese momento se produjeron cargas de los agentes, que utilizaron incluso proyectiles de foam.
La Policía dispersó a los radicales de via Layetana y plaza Urquinaona. Hacia las 22.30 horas los altercados se diseminaron por el centro de Barcelona, alrededor de plaza Cataluña y paseo de Gracia. Ardieron algunas barricadas y restauradores de la zona retiraron mesas y sillas de las terrazas para evitar ser pasto de las llamas.
(ABC)
Está tarado, no hay más.
Ni los independentistas más radicales le quieren, y eso se va a notar en el batacazo que se meterán el 10-N. Y si hacen elecciones otra vez en Cataluña ya va a ser la risa con ellos (aunque no tanto pq subirán ERC y CUP)