Los del burka
Por Manuel I. Cabezas González· En cada vez más países occidentales se ha limitado o prohibido, en los espacios públicos, el uso de ciertas prendas de vestir, habituales en los países islámicos. Estas prendas velan, total o casi totalmente, el cuerpo de las mujeres: es el caso del burka (cubre completamente el cuerpo), del niqab (cubre todo el cuerpo, excepto los ojos) y también del chador (sólo deja al descubierto el rostro). Hago referencia a esta indumentaria tradicional musulmana para establecer una analogía con esos internautas que intervienen en las redes sociales, portando no el niqab o el chador sino directamente el burka del anonimato.
En las redes sociales podemos diferenciar dos arquetipos de internautas, con comportamientos totalmente diferentes e incluso opuestos. Por un lado, están aquellos que hacen un estriptis constante, esclavos de un narcisismo exacerbado y patológico: cuelgan continuamente fotos y cuentan, con pelos y señales, lo que han hecho, lo que dicen que están haciendo o lo que piensan hacer. Y, por otro lado, están los portadores del burka, que interactúan parapetados tras el burladero del anonimato, del seudónimo o del falso nombre. Hoy dejamos para otra ocasión a los desenfrenados y enfermizos narcisistas digitales y nos ocuparemos sólo de los portadores del burka.
En mis paseos por las Redes Sociales, a estos portadores del burka no les suelo prestar atención y los llamo “anónimos” (sin nombre), “descarados” (sin cara) y “desalmados” (sin alma, que se refleja en el rostro y en el nombre). Algunos analistas, por el contenido y la forma de sus intervenciones en las redes, los tildan también de “talibanes”, de “hooligans”, de “francotiradores” o de “troles”, denominaciones todas ellas con connotaciones peyorativas. Estos internautas suelen tener una muy mala reputación digital. Otros estudiosos los consideran equivocadamente “abogados del diablo”, “moscas cojoneras” o “tábanos sociales”, denominaciones parasinonímicas con connotaciones, más bien, laudatorias. Ahora bien, los llamados “tábanos sociales”, portadores del burka, no le llegan ni a la suela de la sandalia del “Tábano de Atenas”, el honesto radical e insobornable Sócrates.
Los del burka son los internautas que tiran la piedra lingüística y esconden el nombre real. Esto denota no sólo un acto de cobardía por parte de los escribidores que, como aquel torero miedoso que se cortó la coleta, no tienen bragueta (o dídimos u ovarios) para apechugar con las consecuencias de sus actos lingüísticos. Es también un signo de desconfianza o de falta de seguridad en lo que han escrito o en cómo lo han escrito. Y esto revela, a su vez, que no han cuidado ni lo que dicen ni cómo lo dicen. Esta aseveración coincide con las declaraciones de Victor García de la Concha, Ex Director de la RAE, cuando afirma que el hablar zarrapastroso de los del burka “rebaja el nivel, cierra los cauces para un discurso abierto al matiz, a la reflexión, a la crítica, a la racionalidad”. Por eso, los del burka no dan la filiación a sus textos y los abandona “gallinaceamente”, como se hizo con Moisés en el Nilo.
En efecto, los del burka se dedican a colgar en las Redes mensajes provocadores, irrelevantes e inapropiados. Mean sistemáticamente fuera del tiesto y se van siempre por los cerros de Úbeda. De esta forma, intentan molestar, provocar, linchar y “escrachear” a otros internautas; crear confusión y alterar el debate sobre un tema concreto; perturbar una comunicación natural y normal; generar violencia verbal y actitudes encontradas; ocupar las redes sociales, provocando así un colapso en el tráfico digital, para que no se hable de las cosas que interesan a los ciudadanos;… “Que sais-je encore”. Para eso, no dudan en utilizar groserías y expresiones ofensivas, en verbalizar mentiras o en producir mensajes incendiarios, sarcásticos y disruptivos. Esto no parece estar amparado por la libertad de expresión o, por lo menos, por la cortesía lingüística. Por eso, Manuel Vicent ha escrito muy certeramente que “la técnica ha hecho posible que estemos todos a merced de los rebuznos que nos deparan las ondas [y las redes sociales]”.
Estos internautas portadores de burka actúan, unas veces, como lobos solitarios: viven las interacciones en las Redes como un juego o divertimento o instrumento para huir de la soledad o para satisfacer su narcisismo patológico exacerbado, buscando siempre el aplauso de la manada. Y, otras veces, intervienen en comandita o manada, como auténticos “bots”. Son los tontos útiles, que no dudan en alistarse para formar batallones de mercenarios al servicio de una organización (partido, sindicato, empresa), de un movimiento o de una causa, para desinformar y manipular a los incautos internautas. Son agentes de la “agitprop” (agitación y propaganda) para influir sobre la opinión pública, en el marco de las campañas electorales o publicitarias por ejemplo, y para que los comanditarios y ellos mismos puedan obtener réditos políticos, sindicales, empresariales o crematísticos.
Las Redes Sociales, como todo en la vida, no son ni buenas ni malas “per se”. Son buenas o malas según el uso que se hace de ellas. Son una herramienta neutra, pero podemos convertirlas, por el uso que hacemos, en un instrumento negativo (de destrucción) o positivo (de construcción). Ahora bien, creo que el anonimato puede arrumbar, si no lo ha hecho ya, la potencialidad y la funcionalidad de las Redes Sociales, si no se pone coto a esas termitas humanas, los portadores del burka, que están convirtiendo las Redes en instrumentos de acoso, opresión y de odio, y no de comunicación, de liberación y de respeto hacia los demás. Como ha escrito atinadamente Manuel Vicent, ¡que triste que “haya en el mundo más de 2.000 millones de pollos y gallinas picoteando, día y noche, banalidades, rebuznos y sandeces en los teclados del ordenador”!
Por eso, habría que desratizar las Redes Sociales de estos roedores portadores del burka, no dándoles carnaza, que sólo los ceba, ignorándolos y creando en torno a ellos un cordón sanitario. Así se evitaría que sigan contaminando y prostituyendo el comercio lingüístico en las Redes Sociales. Ignorándolos y privándolos de los púlpitos o tribunas a los que se han encaramado, desaparecerán como un terrón de azúcar en un vaso de agua. O acabamos con los del burka y “se educa a los niños en el pensamiento crítico o seremos los borregos más tontos de la historia de la humanidad, caminando al matadero y balando mentiras todos a una”, Rosa Montero dixit.
*Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas. Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada/Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)
A estos impresentables a los que se refiere el autor del artículo, se les ignora y ya está. Porque lo que ellos pretenden es crear discusión, pero como advierte el dicho :”dos no se pegan si uno no quiere”, se trata de no darles cancha.Por otro lado, tal como dice ” un anónimo ofendido” en su comentario, quitarlos de en medio es trabajo del moderador.
El anonimato en internet es más bien relativo, la gente corriente no sabe quién es, pero el poder en general le sobran medios para determinar quién ha dicho que y cómo. Aunque se usen redes profundas. Por no hablar de los cacharritos cada vez más abundantes, conectados permanentemente a internet espiando automáticamente las 24h. Hay una carrera armamentística por el espionaje masivo y parece que va ganando China.
Menuda sarta de reduccionismos absurdos. Siempre ha habido provocadores por un lado y autores de renombre por otro que han hecho uso del anonimato. ¿Acaso ha oído hablar este hombre de los pseudónimos y los alias en las artes y el periodismo en tiempos políticamente convulsos o de guerra como es el caso presente? Por sólo citar unos pocos: Samuel Clemens: Mark Twain José Martínez Ruiz: Azorín Charles Dickens: Boz Louisa May Alcott: A.M. Barnard Agatha Christie: Mary Westmacott François‐Marie Arouet: Voltaire Jean-Batiste Poquelin: Molière Adolfo Domínguez Bastida: Gustavo Adolfo Becquer Eric Blair: George Orwell Alisa Zinov’yevna Rosenbaum: Ayn Rand… Leer más »
España cristiana, no musulmana
No solo España, también Europa
España atea, no esclavos de una mentira.
Las religiones son el peor mal de la humanidad y el cristianismo un caballo de troya para el islam. En nada tendrán su casilla en la declaración de la renta, luego partidos políticos, luego el control. Y todo por mantener el ariete de la cruz.
Lamento discrepar. Yo soy un anónimo convencido de la necesidad del anonimato. Para solucionar los abusos están los moderadores.