Mentira y engaño en política
José Manuel Otero Lastre.- Escribe Antonio Machado en su Juan de Mairena que “se miente más que se engaña; y se gasta más saliva de la necesaria”. Añade a continuación “si nuestros políticos comprendieran bien la intención de esta sentencia de mi maestro, ahorrarían las dos terceras partes, por lo menos, de su llamada actividad política”. Y concluye “cuando dos gitanos hablan y es la mentira inocente: se mienten y no se engañan”.
Llevamos años suficientes de democracia para saber que hay políticos que nos mienten, pero no nos engañan. Y nosotros los ciudadanos que lo sabemos nos regodeamos en denunciar reiteradamente su desprecio por la verdad cuando por su trayectoria éramos plenamente conscientes de que se manifestaban en contra de lo que sabían, pensaban o sentían.
Pero sería impreciso si no añadiera que en esto de mentirnos sin engañarnos las cosas no han sido siempre de la misma manera. Al comienzo de la democracia, tal vez porque era algo nuevo, éramos más crédulos. Había quien llegaba a sostener, incluso, que los programas políticos eran una especie de “oferta de contrato” que al ser aceptados por la mayoría de los votantes se perfeccionaban y obligaban a los políticos ofertantes a cumplir lo prometido. Tuvo que ser el antiguo alcalde de Madrid el profesor Tierno Galván el que advirtiera a los más crédulos de que “las promesas electorales están para no cumplirse”.
En los tiempos actuales, en los que la verdad política deambula andrajosamente por el limbo de los justos, escandalizarse porque haya políticos que digan una cosa en la campaña electoral y hagan exactamente lo contrario tras resultar elegidos es más una pose que la manifestación preciso de nuestro entendimiento.
Eso sí, no todos los políticos son iguales y hay unos que resulta que faltaron a su compromiso porque desconocían la realidad. O dicho de otro modo, al tener más credibilidad esperábamos que hicieran lo que prometieron y no lo contrario.
Esto fue lo que sucedió, según contó Mariano Rajoy en la reciente entrevista que concedió a Bieito Rubido en el ABC, en el año 2012 en el que, tras haber prometido que si llegaba al Gobierno bajaría los impuestos, tuvo, sin embargo, que subirlos inicialmente para pagar las deudas de la autonomías y seis millones de facturas que estaban en los cajones de las administraciones públicas por importe de más de 30.000 millones de euros.
Por eso, conviene no olvidar la sentencia que recuerdo Antonio Machado en la citada obra: “el deber de la mentira es embaucar a papanatas; y no es buena la piadosa, sino la que engaña”.